General Motors, punto y aparte

Sin lugar a dudas la entrada en situación concursal (chapter 11) de General Motors es un hito muy relevante en la actual crisis global: 101 años de historia tirados por la borda de un fabricante de automóviles que ha sido durante cerca de 80 años el mayor del mundo, que emplea a cerca de 300.000 personas y que, sobre todo, representa el más genuino estilo de vida norteamericano. Sus marcas Cadillac, Pontiac, Chevrolet… son tan americanas como la Coca-Cola.

Cae un icono y habrá que ver el impacto de esta caída en la evolución de la crisis global. Esta suspensión de pagos es la tercera en volumen de la historia norteamericana tras Worldcom y Lehman Brothers, pero el impacto en empleo, y en imagen, es probablemente mayor que las anteriores.

Es, no obstante, una decisión esperada y que viene precedida por la suspensión de pagos de Chrysler, hace ahora un mes. En ambos casos se ha decidido tomar este duro camino para forzar a un acuerdo a los tenedores de bonos (bonistas). Se cumple, aquí sí, la ley del mercado: quien la hace, la paga. La empresa ha recibido, y recibirá, dinero público para evitar su liquidación y por ello se nacionaliza. Los accionistas lo han perdido casi todo y los bonistas no le irán a la zaga a la hora de contabilizar pérdidas.

Mientras dura esta situación, la empresa continuará operando con normalidad, pero en paralelo tendrán lugar intensas negociaciones en las que General Motors se deshará de muchas de las obligaciones contraídas en el pasado. Accionistas, bonistas, bancos, proveedores… todos los acreedores renunciarán, bajo la tutela judicial, a parte de sus derechos con el objetivo de que la nueva General Motors sea viable. En una suspensión de pagos el objetivo es facilitar que las empresas tengan futuro, aun a costa de sacrificios de los acreedores.
Este no es será el final de la empresa, y menos en Estados Unidos, pero es innegable que tendrá un gran impacto y que la nueva GM será más eficiente, pero también más pequeña. La Administración de Obama parece dispuesta a reestructurar la industria del automóvil en profundidad, cueste lo que cueste. Cabe señalar que, probablemente, el siguiente paso sea la creación del germen de una nueva sanidad pública para recuperar parte de los derechos sanitarios de los trabajadores y sus familias.

La suspensión de pagos arrastrará a varios proveedores y generará desempleo, lo que repercutirá en una nueva caída del consumo por la pérdida generalizada de confianza. También habrá que ver su impacto en el mercado de valores y, sobre todo, en el de bonos. De momento Ford acaba de anunciar la emisión de bonos al 10,75%, cuando los tipos de interés están a cero. La renta fija no tiene riesgo… salvo cuando lo tiene, y entonces este es muy alto, por lo que es normal que los precios suban tanto.

Varios analistas norteamericanos marcaban como un hipotético fondo de esta recesión el momento en el que suspendiese pagos General Motors. Ese momento ha llegado y está por ver si este punto es el final de la caída o simplemente otro escalón de una bajada interminable. De momento, el dinero para las empresas se encarece y la confianza recae, algo que, desde luego, no ayudará a la recuperación.

Durante años, las suspensiones de pagos de fabricantes de automóviles eran extrañísimas. Hoy se encuentran en esta situación Chrysler, Saab y SsangYong, además de General Motors. Mientras que Saab ha sido abandonada a su suerte, Opel se ha entregado a un proveedor canadiense, Magna, financiado por un banco semipúblico ruso, Sberbank, que, a su vez, tiene una participación de control en el mayor fabricante de coches ruso, Gaz, propiedad de un magnate muy cercano a Putin, todo ello avalado por el Gobierno alemán… Complejo escenario para que el futuro de la planta de Opel en Zaragoza se base solo en su excelente productividad. Las administraciones aragonesa y española tendrán que empeñarse a fondo para evitar la pérdida de capacidad o incluso el cierre. Cabe preguntarse si no hubiese merecido la pena que el Gobierno español tratase de tener más protagonismo antes de que el control pasase a manos de rusos y alemanes. Sirva como ejemplo Canadá, que va a ser accionista de General Motors por participar en su rescate.

Al tiempo que los gobiernos europeos tratan de que no se cierre ninguna planta a cualquier precio, parece que al Gobierno norteamericano no le importa. La industria norteamericana nunca más será la misma… ni Detroit. El impacto de esta crisis sobre esta ciudad y su entorno va a ser demoledor, pues la concentración de fabricantes y proveedores en esta área es tremenda. Habrá que ver qué planes tiene, si tiene, la Administración estadounidense para evitar la degeneración de la otrora bulliciosa Motown.

No puedo acabar este artículo sin mencionar el excelente discurso del presidente Obama a la nación. Toda una muestra de liderazgo y determinación, como ya lo fue el discurso de la suspensión de pagos de Chrysler. Nadie supo prever las consecuencias para la economía mundial de la caída de Lehman Brothers en septiembre del año pasado. Esta vez el presidente Obama cuenta con el apoyo de un excelente equipo técnico. Confiemos en que ahora sí se hayan contemplado todos los escenarios posibles, por la cuenta que nos trae.

José Antonio Bueno, socio de Europraxis.