Gestión de agua es gestión de salud

Gestión de agua es gestión de salud

Debido a la aceleración del cambio climático y a que sus efectos exacerban otras crisis geopolíticas y de desarrollo, se ha hecho patente de manera clara el papel de la protección del medio ambiente en la preservación y mejora del bienestar humano. Este reconocimiento se encuentra en el corazón del concepto de “salud planetaria”, que se centra en la salud de la civilización humana y la condición de los sistemas naturales de los que depende.

La lógica del concepto es simple: si tratamos de brindar una mejor salud a una población en crecimiento, sin tener en cuenta la salud y la seguridad de nuestros recursos naturales, no sólo lucharemos para dar nuevos pasos hacia adelante, si no que retrocederemos en los avances ya logrados. En el punto donde todas las cosas se complican es cuando se debe aplicar el concepto, particularmente a tiempo de abordar el nexo de los servicios de agua, la salud y la integridad del ecosistema.

Desde al menos el año 1854, cuando John Snow descubrió que el cólera se propagaba a través de suministros de agua contaminados en el centro de Londres, los humanos hemos entendido que el agua contaminada es perjudicial para nuestra salud. La degradación de los ecosistemas de agua dulce a menudo genera enfermedades, así como la protección o el fortalecimiento de dichos ecosistemas mejora los resultados de salud.

Sin embargo, si bien ahora se comprende que el progreso en un área mejora los resultados en otro, tal dinámica co-beneficiosa a menudo es insuficiente para estimular rápidamente la inversión en ambas áreas.

Por ejemplo, invertir para proteger una cuenca hidrográfica también puede proteger la biodiversidad y mejorar la calidad del agua en los ríos asociados, beneficiando así la salud humana. Pero, en caso de que el objetivo sea explícitamente mejorar la salud humana, podría ser más rentable simplemente invertir en una planta de tratamiento de agua.

Una dinámica más convincente es la complementariedad: cuando la inversión en un área aumenta el rendimiento de la inversión en otras áreas. En este escenario, las inversiones para proteger una cuenca hidrográfica no sólo tendrían el objetivo de producir retornos directamente, sino que también de impulsar los retornos de las inversiones simultáneas en salud humana. La complementariedad produce dinámicas que se refuerzan mutuamente y que, a su vez, mejoran los resultados en todos los ámbitos.

Un sector de agua que funciona bien ya intenta equilibrar las intervenciones complementarias. De hecho, tal sistema equivale a un triunfo multidisciplinario del ingenio humano y la cooperación – que involucra ingeniería, hidrología, gobernabilidad y planificación urbana – y causa impactos complementarios de gran alcance tanto para la salud humana como para el desarrollo económico.

En el año 1933, a través de la Ley de la Autoridad del Valle de Tennessee, Estados Unidos estableció una agencia cuyo propósito fue construir presas hidroeléctricas en el río Tennessee. Ese esfuerzo benefició a la industria, la agricultura, el control de inundaciones y la conservación a lo largo de la cuenca del valle de Tennessee, hasta ese entonces una de las regiones más desfavorecidas del país.

A partir de ese momento, los gobiernos de todo el mundo han reconocido el potencial de la infraestructura del agua para complementar otras políticas económicas y sociales, incluidas aquellas destinadas a mejorar los resultados de salud. No es coincidencia que una de las carteras de préstamos más grandes del Banco Mundial – con inversiones que alcanzan un valor de $35 mil millones – esté compuesta por proyectos de agua.

Sin embargo, comprender el potencial de la complementariedad es sólo el primer paso. Para maximizar los resultados, debemos diseñar una estrategia coherente que aproveche al máximo la dinámica, al costo más bajo posible. La pregunta es si existe una combinación óptima de protección ambiental e intervenciones directas en salud, en las que los responsables de la formulación de políticas puedan confiar para maximizar el rendimiento de las inversiones en ambas actividades.

Un análisis reciente sugiere que, en áreas rurales, un aumento del 30% en la cobertura arbórea aguas arriba produce una reducción del 4% en la probabilidad de enfermedades diarreicas en los niños – un resultado comparable a invertir en una instalación de saneamiento mejorada. Pero, si eso es cierto, aún tenemos que determinar en qué punto la reforestación se convierte en una mejor inversión en comparación a mejorar el saneamiento, sin llegar a mencionar en qué punto incrementa los rendimientos de otras intervenciones en salud por el mayor monto posible.

Otro estudio determinó que aproximadamente el 42% de la incidencia mundial de la malaria, incluyéndose el medio millón de muertes al año, podría eliminarse mediante políticas centradas en temas tales como el uso de la tierra, la deforestación, la gestión de los recursos hídricos y la ubicación de asentamientos. No obstante, el estudio no cubrió los beneficios potenciales del uso de mosquiteros tratados con insecticida como una herramienta para combatir la malaria, descartando así una comparación de los rendimientos de las dos inversiones.

A lo largo de todo el mundo, alrededor del 40% de las cuencas hidrográficas de las ciudades muestran niveles de degradación altos a moderados. Los sedimentos de origen agrícola y de otro tipo aumentan el costo del tratamiento del agua, mientras que la pérdida de vegetación natural y la degradación de la tierra pueden modificar los patrones de flujo de agua. Todo esto puede afectar negativamente el suministro, lo que aumenta la necesidad de almacenar agua en contenedores – como por ejemplo bidones, tanques y recipientes de hormigón – que sirven como hábitats para las larvas de los mosquitos. ¿Podemos demostrar que la restauración ecológica de la cuenca podría hacer algo más que los insecticidas o mosquiteros para apoyar los esfuerzos por reducir la malaria (y el dengue) en las ciudades?

En todos estos casos, encontrar la mejor opción requiere conocer no sólo la contribución relativa de diferentes intervenciones, sino también su complementariedad. En un mundo de recursos limitados, los responsables de la formulación de políticas deben priorizar sus inversiones, incluso diferenciando lo necesario de lo deseable. Para ello, es vital encontrar formas de identificar y maximizar la complementariedad.

Aproximadamente 2,1 mil millones de personas en todo el mundo carecen de acceso a agua segura y fácilmente disponible en el hogar, y más del doble de dicha cifra – la enorme cantidad de 4,5 mil millones de personas – carecen de saneamiento gestionado de forma segura, socavando gravemente los resultados de salud e impulsando la contaminación de los ríos. Ya que una creciente porción de la población mundial – en la que se incluyen a muchas de las mismas personas mencionadas anteriormente – sienten los efectos de la degradación ambiental y el cambio climático de primera mano, se ha tornado imperativo encontrar soluciones que promuevan simultáneamente la protección ambiental, el suministro de agua y la salud. Los profesionales de la salud y la conservación a nivel mundial deben cooperar más estrechamente para encontrar esas soluciones – y convencer a los responsables de la formulación de políticas para que trabajen en la consecución de las mismas.

Giulio Boccaletti is Chief Strategy Officer and Global Managing Director for Water at The Nature Conservancy. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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