Gibraltar: crisis evitable e innecesaria

Mucho se ha dicho y se ha publicado durante estas últimas semanas sobre Gibraltar y las relaciones hispano-británicas que, por razones evidentes, he seguido con interés y, más aún, por las alusiones a la política que impulsé como ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación. Algunos medios informativos han intentado recabar mi opinión y reacciones ante las descalificaciones y medias verdades con las que se ha adornado la crisis. He preferido guardar silencio hasta ahora porque, en mi modesta opinión, ésta nunca tuvo que producirse.

Pasado un cierto tiempo y, aunque desgraciadamente aún no se han serenado las aguas del Estrecho, quisiera clarificar algunas de las opiniones vertidas sobre mi gestión en relación al contencioso de Gibraltar.

Como antiguo responsable de la diplomacia española entiendo que debe prevalecer siempre el respeto institucional y apoyar a los gobiernos en cuestiones de Estado y, sobre todo, si es una constante de nuestra política exterior como el contencioso de Gibraltar que ha recibido siempre el apoyo unánime y las cautelas de todos los ministros de Exteriores de la democracia.

Cuando tomé posesión como titular de Exteriores y de Cooperación conversé con algunos de mis antecesores sobre Gibraltar para conocer su experiencia y recibir sus aportaciones. Por ello, elogié privada y públicamente la labor de Josep Piqué. Hubiera sido deseable que ese espíritu hubiera prevalecido en la actualidad.

Desde hace 300 años, España trata de recuperar Gibraltar y todavía no lo ha conseguido, y no seré yo quien niegue los avances y los esfuerzos alcanzados por los acuerdos de Bruselas, Lisboa y la propuesta de co-soberanía del ministro Piqué. Todos esos hitos fueron importantes para avanzar en la búsqueda de un acuerdo final. Por el contrario, siempre he considerado errónea la política franquista de «cerrar la Verja», abandonada por su total fracaso y que dificultó la vida cotidiana de toda una generación de gibraltareños sin avanzar un milímetro en la recuperación de la soberanía.

El primer Gobierno del presidente Zapatero se encontró con un escenario en el que se había abandonado la propuesta de co-soberanía, estaba encallada la actualización de las pensiones de los ex trabajadores de la Roca, se anunciaba un nuevo amarre del submarino Tireless, se dieron órdenes erróneas para prohibir a los cruceros atracar en el Peñón, se anunció la visita de la princesa Ana, se aproximaban los fastos del tercer centenario… En este contexto se trazó la estrategia sobre Gibraltar, orientada a la mejora de la condición de los ciudadanos del Campo de Gibraltar y a la defensa eficaz de las cuestiones específicas de cooperación para favorecer un clima político proclive a una negociación bilateral sobre la soberanía del Peñón entre el Reino Unido y España. En ningún momento se otorgó el veto sobre la negociación a los gibraltareños y sí se desplegó una política para atraer hacia España, desde el respeto y progresivamente, la razón y el corazón de los llanitos. Sin el apoyo y la aprobación de éstos, como ha manifestado en múltiples ocasiones el Reino Unido, jamás renunciará a la soberanía del Peñón. Creo que todos estamos de acuerdo en señalar que sólo la vía diplomática es el camino para recuperar el Peñón y que ésta cuenta con dos instrumentos esenciales: el diálogo y la cooperación.

Mi posición sobre la crisis y las declaraciones realizadas en relación a Gibraltar se resume muy escuetamente en una sola frase: la crisis era evitable e innecesaria. En lugar de rechazar los logros alcanzados por anteriores gobiernos, incluido el Foro de Diálogo sobre Gibraltar, en mi opinión el Gobierno debería haber profundizado en el marco negociador existente y haber mantenido las conversaciones sobre la soberanía con el Reino Unido e intensificar el diálogo y la cooperación con todas las partes dentro del foro; por cierto, en el que siempre participaron junto a representantes del Reino Unido y del Gobierno de España, los de Gibraltar, la Junta de Andalucía y la mancomunidad de municipios del Campo de Gibraltar. En éste y otros aspectos hubiéramos ahorrado equívocos si se hubiese leído con detalle los textos y comunicados finales de las reuniones de Madrid y Córdoba que fijaron las posiciones.

En esa crisis con el Peñón se ha acudido con facilidad a calificar de «blandas» las posiciones de diálogo y de «duras» las de enfrentamiento, cuando en realidad lo importante son los resultados. En política, y más aún en política exterior, lo importante no son las declaraciones sino los hechos y los resultados contrastables. Lo que parece claro es que entre 2004 y 2010 los pescadores faenaron sin problemas en la bahía de Algeciras y Gibraltar no lanzó bloques de hormigón a su lecho, se propició un cambio de legislación en materia fiscal y de lucha contra el blanqueo de capitales y Gibraltar firmó 27 acuerdos para salir de la lista de paraísos fiscales de la OCDE, se alcanzó el compromiso británico de no reparar en lo sucesivo submarinos nucleares, se aprobó y reguló el uso conjunto del aeropuerto, el tráfico libre de ciudadanos españoles y gibraltareños, el pago y actualización de las pensiones de los trabajadores españoles en Gibraltar (37 millones de euros aportados por el Reino Unido), se pacificó la cuestión de las telecomunicaciones sin pérdida económica para los operadores españoles, se puso punto y final a la permisividad de los suministros militares por tierra, se pactó año a año una declaración sobre Gibraltar en Naciones Unidas, que evitó votaciones inciertas y arriesgadas, la Unión Europea aceptó que las aguas del entorno a Gibraltar eran de control español para los programas medioambientales… Y durante este período Gibraltar no fue admitido como miembro de la FIFA.

A día de hoy, y al no existir una plataforma de encuentro y de debate, las partes han caído en la tentación de adoptar acciones unilaterales siempre rechazables, como la de arrojar bloques de hormigón al mar, que podrían haberse evitado mediante el diálogo efectivo. Espero y deseo que se retomen rápidamente las conversaciones y se creen los grupos de trabajo donde participen todos los actores implicados, como ocurrió en el seno del Foro de Diálogo, aunque para este viaje no hubieran hecho falta alforjas.

Miguel Ángel Moratinos es ex ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación.

2 comentarios


  1. Casi me dan ganas de llorar viendo lo " buenos " que fueron para ESPAÑA los acuerdos llevados a cabo por este "insigne " personaje con las "conversaciones a tres bandas- serian de delicuentes- ; de hecho , los efectos secundarios de sus "buenas" disposiciones , las están viviendo los pescadores de la línea . Sr Moratinos, esto casi, casi es equivalente a lo que hace unos años-no muchos pero siempre presentes- dijo otro personaje !!! todo queda atado y bien atado ¡¡¡, y tardaron dos días en desatarlo .

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  2. ¡Total!........Conclusión leyendo el artículo de Moratinos: "Bajada de Pantalones" Que es lo que ha regido su política exterior durante su mandato. Proyección de la imagen de España como "Blandos". Habla de Diálogo y Cooperación, eso está muy bien, pero cuando no da resultado, cuando estas dos medidas por si solas no son suficientes, hay que adoptar otras más firmes y contundentes (Nunca llegando a la violencia, ni creando tensiones innecesarias o prebélicas) Que fuercen ese diálogo y cooperación, que es lo que él, nunca ha estado dispuesto a hacer y así nos ha ido, durante su periodo como Ministro de Exteriores. Con todos mis respetos y reconocimiento a su persona, por los servicios prestados, pero casi nunca he estado de acuerdo con su forma de llevar las cosas, precisamente por lo anteriormente expuesto, por "Blando".

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