Gibraltar: la fusión de dos pueblos

Tengo un refrán que repito hasta la saciedad con todos mis amigos: «Todo lo que es malo en Inglaterra es bueno en España. Y todo lo que es malo en España es bueno en Inglaterra». Conclusion: Que la combinación de nuestros dos países se acerca a la perfección.

España y el Reino Unido fueron los dos grandes Imperios de la epoca moderna. Nuestras lenguas —y el bagaje cultural que conllevan— son las más habladas del mundo libre.

Compartimos intereses estratégicos en la OTAN y la lista de intereses comunes dentro de la Unión Europea es larga. Los intercambios entre nuestros ciudadanos por razones de trabajo, de inversión y de turismo son muy amplios.

Qué tristeza, pues, que Gibraltar pueda enturbiar esa relación. Y en el fondo no es del interés de nadie —máxime de los mismos gibraltareños— que así sea.

¿Como salir adelante? Primero hay dos hechos inamovibles. España no va a renunciar nunca a su reclamación territorial sobre el Peñon. Y el Gobierno del Reino Unido jamás va a dar un solo paso que no cuente con el apoyo del pueblo gibraltareño.

Esto en inglés se llama «deadlock». Pero no es tal cosa. Lo que quiere decir en realidad (incómodo para España) es que la iniciativa está en manos del pueblo de Gibraltar.

Eso no es tan grave como parece. El pueblo de Gibraltar no es ni inglés ni español. Es una fusión de nuestros dos pueblos. Como un coctél anglo/andaluz.

Me acuerdo muy bien, cuando yo tenía la responsabilidad por este asunto dentro del Foreign Office, en una visita al Peñon, escuchar a dos niñas jovenes en la calle, vestidas con uniforme de colegio inglés hablando de chicos ¡en español! Me acuerdo, en una cena que el gobernador dio para mí en su casa, una conversación sobre un partido de fútbol que había ganado el Betis, en español. Y me acuerdo que cuando me visitaba el ministro principal gibraltareño (el bueno de Joe Bossano) en el Ministerio a veces intercambiábamos algún chiste o comentario en español, ¡que mis funcionarios del Foreign Office no entendían! Y todo ello por un pueblo cuya lealtad hacia la Corona británica no tiene límites.

En algún momento mi esperanza es que el Gobierno de Gibraltar se dé cuenta de que no les interesa nada vivir de crisis en crisis. Que no les interesa que cada cinco o diez años vivan lo que estamos sufriendo ahora. Y que, muy lejos de ser símbolos de una triste discordia entre nuestros dos países, su destino real es representar esa «casi perfección» que conformarían el Reino de España y el Reino Unido.

Las fórmulas para llegar a ello existen. Incluso hace años llegué a hablar del tema con Joe Bossano. No sé si será el ministro principal Fabian Picardo o un ministro principal futuro, pero en algún momento ese gran pueblo tiene que asumir su papel natural como la representación viva de lo mejor de nuestras dos patrias.

Tristan Garel-Jones, exministro de Estado para Asuntos Europeos del Gobierno Británico.

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