Glendinning y la cuestión del «Coloso»

Las fechas marcan nuestras vidas tanto a nivel personal como colectivo. Hay sucesos que tienen alcance limitado y pronto van quedando en el olvido; otros, a pesar del paso del tiempo, no desaparecen fácilmente de nuestro horizonte inmediato. El 23 de febrero es una fecha que difícilmente podemos olvidar los que tenemos una edad. El tiempo se paró en seco. La esperanza de cambio se truncó en desconcierto, miedo y tribulación. Esos sentimientos son los que hacen desear que los más jóvenes se olviden de ella y que las noticias de lo que pasó les llegue a través de los libros de historia. En cuanto a los que vivimos aquellas horas, el devenir de los tiempos ha ido colmatando la fecha con otros sucesos que alteran también ese motivo prioritario del recuerdo porque, de otra manera, también se detuvo el tiempo: el 23 de febrero de 2013 fallecía en su casa del este londinense Nigel Glendinning, profesor, estudioso hispanista comprometido, maestro y amigo.

Para los que tuvimos la fortuna de conocerlo, su ausencia se ha ido transformando en un nuevo modo de presencia, pues los valores que acompañaron su trabajo, inquietudes, escritos y opiniones siguen teniendo plena actualidad. Parte de sus valiosas opiniones las conservamos gracias a que este periódico le acogió y le dio voz, un gesto valiente cuando el resto de los medios bien miraban hacia otra parte, bien le negaba cualquier posibilidad de expresión, dando incluso cabida al insulto.

Glendinning y la cuestión del «Coloso»El asalto al Congreso de los Diputados y el deseo de acallar una opinión disidente desvelan un común modo de actuar: la fuerza frente a la razón. Siendo tan distintos y distantes ambos recuerdos nos desvelan el lastre que sigue acarreando nuestra aun frágil democracia. La diferencia de opinión y el debate no están radicados en nuestra convivencia cotidiana.

Glendinning vivió con estupor aquel asalto a las Cortes por su compromiso político con la democracia y su amor a España, amor inculcado por su maestro, John B. Trend, que participó en el bullir intelectual de la Residencia de Estudiantes de Madrid en los años anteriores a la guerra. Pero también fue enorme el impacto que le causó el infundado cuestionamiento en el que se vieron involucradas algunas de las mejores pinturas de nuestro artista ilustrado por excelencia: Francisco de Goya. Inesperadamente, como consecuencia de su compromiso con el rigor y el conocimiento, y haciendo gala una vez más de su generosidad y respeto por nuestra cultura, dejó a un lado su trabajo cotidiano para fajarse en la defensa de «Las majas al balcón», «La lechera de Burdeos», «Marianito», «Las pinturas negras» y «El coloso», todas ellas cuestionadas sin fundamento no sólo en su autoría sino también en su calidad y relevancia histórica.

El empeño le ocupó los últimos dieciocho años de su vida, pues el malhadado espectáculo comenzó en 1995 y aún continua, si bien es cierto que de las desatribuciones hemos pasado a nuevas atribuciones que, para contribuir al espectáculo, llegan a hacerse en vivo y en directo ante la prensa.

La actividad de Glendinning dio lugar a excelentes escritos que vieron la luz en medios académicos a los que cualquier interesado puede acceder con facilidad; su seminal y agotadísimo libro «Goya y sus críticos» ha sido reeditado en 2017 por Ediciones Complutense con motivo del cuarenta aniversario de la primera edición. Esta implicación de Glendinning explica por sí sola que el último artículo publicado por él, y que tuvo carácter póstumo, estuviera dedicado una vez más al «Coloso». Apenas tuvo impacto mediático a pesar de que vio la luz en una revista de prestigio académico, el Bulletin of Spanish Studies.

En el título, «¿Tiempo de reabrir el debate sobre la reatribución del “Coloso” de Goya?», expresaba Glendinning la incapacidad de los responsables del desaguisado para encontrar un posible autor para tan magna obra, ni para explicar el sentido o significado a la pintura; tampoco han sido capaces de ofrecer una argumentación coherente y contrarrestar las diferentes aportaciones documentales y críticas que, a raíz de la desatribución, se habían publicado. Son numerosas las razones para mantener la autoría y hacer valer la calidad del cuadro; entre ellas: el asiento que recoge la existencia de la pintura en el inventario de bienes del pintor que se levantó en 1812 que acredita su procedencia; la presencia de la figura del «gigante» en la obra dibujada y grabada de Goya; el impacto que la composición ha tenido desde que entrara a formar parte de las colecciones Museo del Prado como parte del legado Fernández Durán en 1931; y, más allá de los estudios de reconocidos historiadores del arte, la documentación del laboratorio sobre el soporte, los pigmentos y los procedimientos no han aportado nada que hagan dudar que la pintura no se hizo en la época de la guerra contra Napoleón por mano de Goya.

Desde que se dejó huérfano al «Coloso» hemos sido muchos los implicados en poner en valor la obra y la historiografía, pero ya Pierre Bourdieu explicó en «Homus Academicus» las dificultades que tiene la investigación para que llegue a conocimiento de la sociedad cuando el tema está candente. Las oportunidades de tener eco en los medios disminuyen a medida que pasa el tiempo, es decir, a medida que crece el tiempo invertido en el trabajo científico; pero invertir tiempo es una condición necesaria, si bien no suficiente, de la calidad científica del producto.

Glendinning no puede seguir haciendo investigaciones, aunque sí cabe esperar que llegue su incidencia pues su legado tiene suficiente vigencia como hacerla posible. Pensamos que el quinto aniversario de su muerte puede ser una fecha señalada para retomar la cuestión del «Coloso» pues, sirviéndonos de sus palabras en ese artículo póstumo, «nadie duda del derecho, incluso el deber, de los museos importantes a reconsiderar las atribuciones dadas a obras de sus colecciones a la luz de nuevas y sólidas evidencias. Pero los argumentos para hacerlo tienen que ser convincentes y equilibrados, no la mera expresión de opiniones personales y prejuicios».

Jesusa Vega es historidaora del Arte. Universidad Autónoma de Madrid.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *