Por Tony Blair. Primer ministro del Reino Unido (ABC, 09/07/06):
EL año pasado por estas fechas, una importante campaña en la que participaron millones de personas estaba alcanzando su punto culminante. El objetivo era presionar a los líderes mundiales reunidos en la cumbre del G-8, en Gleneagles (Escocia), para que emprendieran acciones decisivas contra el escándalo de la pobreza global. Gracias al peso de la opinión pública que hay detrás de la campaña Make Poverty History (Que la pobreza sea historia) y de Live8, la comunidad internacional escuchó y actuó. Los líderes presentes en Gleneagles se comprometieron a duplicar la ayuda, cancelar deudas, preparar al personal de las misiones de paz, ayudar a los países pobres a lograr una educación primaria universal y gratuita y a acceder a una atención sanitaria básica, hacer llegar medicamentos contra el sida a todo el mundo y abordar el problema del cambio climático.
Fue un resultado extraordinario del que millones de personas pueden enorgullecerse. Pero no ha sido más que la primera fase. Las buenas palabras no significarán nada si no se materializan esos compromisos y un cambio real para millones de las personas más pobres de nuestro planeta. Por supuesto, nadie esperaba que de la noche a la mañana pudiéramos conseguir que la pobreza fuera historia o detener el cambio climático. Son problemas a largo plazo, y las soluciones también lo serán. Pero los millones de personas que participaron en esa campaña tienen todo el derecho a esperar que se emprendan acciones inmediatas para arreglar las cosas. Ahora que el G-8 va a reunirse de nuevo en San Petersburgo, ¿qué avances se han observado? Se han hecho muchos progresos en muchos ámbitos, pero no se niega que ha habido decepciones, en especial el no haber alcanzado un acuerdo global sobre comercio.
Pero primero veamos las buenas noticias. La ayuda internacional ha aumentado alrededor de un 25% entre 2004 y 2005 hasta superar los 80.000 millones de euros, y va bien encaminada hacia el objetivo de 100.000 millones en 2010. El mes próximo habremos cancelado el 100% de la deuda de los veinte países más pobres, lo cual es un logro extraordinario. Así que lo importante es que la eliminación de la deuda sea utilizada adecuadamente por los gobiernos que se beneficien de ella y que, en general, haya más fondos para el desarrollo. Eso es lo que lograrán los compromisos del G-8. El Reino Unido alcanzará su meta de aportar un 0,7% de la renta nacional en concepto de ayudas en 2013, dos años antes del objetivo propuesto por la UE para 2015.
Por 8.000 millones de euros al año, todos los niños de todos los continentes podrían tener profesores, libros y aulas. Ello nos supone 11 euros anuales, o 22 céntimos a la semana, a los ciudadanos de los países más ricos. De hecho, aportando 1,5 céntimos cada uno podríamos financiar la escolarización de todos los niños a los que actualmente se les niega en los países más pobres. Y la educación no sólo beneficia a los niños, sino a las familias, las comunidades y las naciones en su conjunto: es la mejor inversión que podemos realizar para garantizar el crecimiento y el desarrollo económicos.
La educación es, de hecho, el epicentro de cualquier estrategia de éxito para contener la avalancha de virus VIH y del sida. El mero hecho de que las niñas vayan al colegio es una de las estrategias de prevención más eficaces contra el sida. Por ejemplo, las tasas de infección entre las mujeres cultas de Zambia han disminuido, mientras que se han mantenido constantes entre quienes no han recibido una educación básica.
En 2005 se destinaron casi 3.200 millones de euros al reabastecimiento del Fondo Global para la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria. Una sesión de la ONU acordó financiar totalmente a aquellos países que diseñaran planes creíbles y sostenibles contra el sida, como parte del compromiso de Gleneagles con un acceso universal al tratamiento del sida para 2010.
El Reino Unido y Europa están mostrando el camino. Gran Bretaña es el segundo mayor donante de los programas contra el sida, y nos hemos comprometido a aportar 2.100 millones de euros entre 2005 y 2008. Junto con otros países europeos, hemos lanzado las Instalaciones Internacionales de Financiación para la Inmunización, que salvarán a cinco millones de niños de la muerte desde hoy hasta 2015. Y hemos lanzado un nuevo Fondo de Emergencia de la ONU para responder con más rapidez a los desastres naturales y humanos, como Darfur y el terremoto de Pakistán, y hemos ratificado la convención de la ONU sobre la corrupción.
Así que hay mucho de lo que enorgullecerse. Pero, lógicamente, debemos hacer más. El comercio es un elemento clave del programa para 2005 en el que no hemos logrado las mejoras que esperábamos. En algunos ámbitos hemos avanzado a duras penas hacia un acuerdo global, pero todavía no hemos lidiado con las cuestiones más complejas, y el plazo para concluir la ronda -a finales de este año- se nos viene encima.
El hacer honor a la promesa de esta ronda de conversaciones sobre desarrollo es la decisión más importante que podíamos tomar en el plano internacional para sacar a millones de personas de la pobreza. Por las conversaciones mantenidas con varios líderes (entre ellos los presidentes Mbeki, Bush y Lula y la canciller Merkel) sabemos que el deseo general es alcanzar un acuerdo ambicioso que beneficie a los países más pobres.
En cuanto a la gestión del cambio climático, somos conscientes de que reina cierta frustración por el ritmo de los progresos. La ciencia nos dice que no disponemos de mucho tiempo. Aunque Reino Unido cumplirá su objetivo del Protocolo de Kioto con siete años de adelanto, debemos decidir lo antes posible qué ocurrirá cuando la primera fase de Kioto finalice en 2012. La labor de Reino Unido durante 2005 consistió en garantizar que todos los países, incluso los que no han ratificado el Protocolo, se ponían de acuerdo para empezar a debatir un marco internacional futuro. Ello supuso un avance importante que ha permitido un progreso significativo en la reunión de la ONU en Montreal.
Juntos, sin duda, podemos asegurarnos de no fallarles a los más pobres del planeta.