Glucksmann: Sarkozy, los intelectuales y la South America profunda

“Quienes esperan cosechar las bondades de la libertad, deben soportar la fatiga de defenderla”, esta frase de Thomas Paine la ha vivido una vez más el filósofo francés André Glucksmann quien ha cometido el pecado para el establishment intelectual de la izquierda francesa de apoyar públicamente al candidato de la centro-derecha, Nicolás Sarkozy. Lo hace, porque a su juicio, es Sarkozy y no Segolene Royal quien defiende las ideas más progresistas y revolucionarias. El candidato supuestamente conservador sería la ruptura, y la candidata del progresismo, más de lo mismo: conservadurismo social con un barniz de reforma. La respuesta no se ha hecho esperar: traidor a su pasado marxista, agente de los neocons, americanista, descalificaciones le han llovido aunque argumentos en contra a su planteamiento casi no han existido, salvo uno: existe la Francia profunda y es ella la que se encuentra amenazada por las propuestas de Sarkozy y por eso es inaceptable la posición de Glucksmann. No han faltado las visiones más extremas, que haciendo gala de un fuerte antisemitismo (el cual no es exclusivo de la extrema derecha, su par de izquierda también lo padece) han hecho cuestión de que ambos son de ascendencia “judía”, la francesidad estaría en duda.

Lo que no se tolera es que el dirigismo estatal francés creado por De Gaulle, el cual cumplió una función histórica en su momento, está agotado, debe reformularse, que Francia como una nación democrática —la madre de la Libertad, Igualdad y Fraternidad e inspiradora de la independencia de los Estados Unidos—, tiene más en común con ésta nación que con regímenes como la Rusia de Putin o la China de la Nomenclatura del Partido Comunista, lo cual no implica , como a un amigo, encontrarle la razón en todo pero sí entender que debe existir en un mundo global una liga de naciones democráticas que defiendan los logros de las victorias contra el Fascismo, Nazismo y el Comunismo ante las nuevas amenazas. Se puede ser francés, atlantista y liberal. Y por último lo más inaceptable es que se pretenda ser un intelectual serio y no ser consecuente con la izquierda y votar por la derecha. Es la intelectualidad al servicio de un grupo de poder, transformada en una camarilla.

Nuestros intelectuales sudamericanos han mirado y miran con gran admiración a sus pares franceses, se defiende la South America profunda, ¿qué es? Básicamente, la idea de que existe una contradicción vital entre los intereses americanos del sur y del norte, el antinorteamericanismo le es consustancial, se aboga por una libertad genérica y no concreta, se aspira a un Estado fuerte de acuerdo a nuestras tradiciones indígenas y españolas (basta comparar el estatismo Azteca e Inca con el del Imperio Español para ver sus similitudes, así como su estratificación social para entender nuestras sociedades) revestidas de todo tipo de socialismos (chavista, castrista, indigenista, etc.), se fomenta bajo la idea del compromiso con la justicia una defensa del tercermundismo, que no es otra cosa que la oposición a las sociedades democráticas y pujantes que han construido Estados Unidos y el occidente europeo.

Octavio Paz, Vargas Llosa, Borges, Castañeda, por sólo nombrar algunos, son ejemplos de quienes han tenido que vivir la fatiga de defender la libertad y el derecho de pensar distinto. Tampoco les faltaron sufrimientos y descalificaciones. Quienes los profieren, son como sus pares franceses que admiraban al Malraux de la guerra civil española y amigo de Mao, era un gran escritor, pero el Malraux ministro de De Gaulle y Pompidou, ese sólo era un charlatán, sino sabía ni escribir. No se admite la diversidad fuera de la camarilla.

Tan falso es señalar que para ser un intelectual se debe ser de izquierda como su opuesto, lo que se debe respetar es el derecho a la diferencia. La supuesta Francia profunda que combate Glucksmann tiene más de algo en común con la South America profunda: el antiamericanismo, una cultura antiliberal, el endiosamiento de momentos: unos a través de la idealización de un pasado indígena no-occidental, los otros por medio de la transformación en una gesta romántica fenómenos como el mayo del 68, la admiración de dictadores : Mao, Castro, Ho Cho Minh, todos se encuentran en el Panteón (Chávez, Morales y los zapatistas, candidatos a ingresar), la explicación de todos los males del mundo por la acción de intereses mezquinos de transnacionales vinculadas al Tío Sam, en suma tienen su propio “eje del mal”, es por eso que no aceptan la diversidad.

André Glucksmann señala que las sociedades democráticas deben combatir las dictaduras, llámese Pinochet, Mobutu, Castro o Mao, los atropellos a los derechos humanos en Rwanda, Argentina, Vietnam o Cuba y que eso es ser consecuente con la defensa de los derechos individuales ¿Cuántas tragedias la historia de nuestro continente se hubiese evitado si nuestros intelectuales pensarán así y nuestras clases dirigentes, tanto de derecha como de izquierda, hubiesen hecho lo mismo? Tanto Francia como Sudamérica se encuentran en una encrucijada, aunque la nuestra es aun más radical: Democracia o Populismo, Economía de Mercado o Estatismo, Sociedades diversas y dinámicas o mantención de la estratificación, mirar hacia el mundo desarrollado que implica a los Estados Unidos versus sumergirnos en la retórica tercermundista. Al decir de Ernst Jünger la disyuntiva que enfrentamos es entre Dictadura y demagogia contra el valor del individuo, “Las grandes individualidades traen consigo las pasiones de la guerra civil que las engendra. Llevan al pueblo a la matanza. En cambio, el dominio de las multitudes encumbra de manera estable la villanía. Ante ese espectáculo, ¿qué puede hacer aún el individuo? Se ve ya a los mejores inhibirse”. Ese es el valor del ejemplo Glucksmann para nosotros, no inhibirse.

Gonzalo Bustamante Kuschel, profesor de Filosofía en la Escuela de Gobierno, Universidad Adolfo Ibáñez (Santiago, Chile).