Gobernar es gastar

Los Presupuestos 2016 han llegado a la Cámara con dos meses de antelación sobre el calendario habitual, para ser tramitados, debatidos y aprobados antes de la disolución del Parlamento, hecho que ocurrirá preceptivamente a principios del invierno. La mayoría absoluta que sostiene al gobierno en ambas Cámaras supone que los Presupuestos 2016 pasarán todos los trámites este año y entrarán en vigor el primero de enero, cuando haya tomado posesión un nuevo gobierno de incierta composición. Probablemente un gobierno en minoría o soportado por una coalición a dos o tres partidos, con o sin (más bien sin) ministros de los coaligados en el gabinete. Por tanto un Gobierno en permanente riesgo de agotamiento, inicialmente, débil, sometido a pactos con aliados entre distantes y poco previsibles.

Pero no siempre un gobierno débil es ineficaz o inoperante, ocurre como con los mansos, conviene estar atentos a sus arrancadas. Débil o no el nuevo gobierno enmendará los Presupuestos 2016 con aportaciones propias, ajustadas a sus objetivos, promesas o pactos. Añadidos Imprevisible en estos momentos, aunque lo probable es que el nuevo gobierno se haga valer con iniciativas y prioridades que conducen a más gasto y más déficit. Los gobiernos débiles están siempre en trance de campaña electoral.

Gobernar es gastarEnmendar o añadir a un Presupuesto en vigor supone menos costes que dejar al nuevo gobierno, tal y como hizo Zapatero a finales de 2011, con la responsabilidad de elaborar los Presupuestos para un año que ya comenzó; tarea que requiere cuando menos cuatro meses, lidiando mientras tanto con Presupuestos prorrogados con las dificultades de ejecución que ello supone, sobre todo para atender pagos a proveedores y proponer nuevos concursos de productos, servicios o inversiones.

Los Presupuestos 2016 están configurados con un perímetro dibujado por el techo de gasto del Estado que ya fue aprobado semanas atrás en el Parlamento, y por los compromisos del Programa de Estabilidad pactado con Bruselas. También por las reglas que limitan el déficit de las Comunidades Autónomas y los entes locales. Sin olvidar que la Unión Europea tiene derecho de consulta y opinión sobre los Presupuestos de los países sometidos a vigilancia, y España lo está por déficit excesivo. Además, todos los Presupuestos arrastran compromisos asumidos previamente, desde salarios a inversiones, que afectan a buena parte del gasto, más del 80% del total.

Los Presupuestos 2016 van a ser exigentes, como los anteriores o más, deben reducir el déficit por debajo del 3% (al 2,8%) lo cual supone recortar más de un punto sobre el año anterior. Se puede lograr por mayor recaudación fruto del crecimiento del PIB, aunque no conviene apostar todo a esa carta, que es incierta y está sometida a vulnerabilidades incontrolables. Lo dicho hasta ahora son datos sin sesgo de opinión. Y con esos datos llama la atención la puja de ofertas de gasto (social, por supuesto) que protagonizan estos días todos los partidos con pretensiones de gobernar. El discurso repetido y recurrente es MÁS GASTO, con buenas razones, con carga de justicia social, pero sin responder a la pregunta: ¿quién paga, cómo se paga, de dónde vendrá el dinero para atender tantas promesas?

El Gobierno ha reducido el principal impuesto (IRPF) con anticipación sobre lo previsto, con el argumento de que la recaudación va bien, mejor de lo previsto. Es cierto, pero conviene tomarlo con cautela ya que hay ingresos anticipados y el impulso inicial por el cambio de ciclo. España sigue siendo uno de los países de la eurozona con peor comportamiento fiscal: tipos altos con recaudación baja por la debilidad de las bases imponibles.

Nuestro sistema fiscal está necesitado de una reforma en profundidad, mucho más que una revisión. También necesita estabilidad. La reforma tiene que afectar a todos los impuestos, incluido el de sociedades y los especiales sobre productos (gasolinas, alcohol, electricidad, seguros…). El sistema está sembrado de minas en forma de exenciones, desgravaciones, deducciones… detrás de todas ellas hay un grupo de interés y de presión que consiguió unas líneas en el BOE.

Por el lado del gasto es un hecho, que ha tenido poco eco en los medios, que este gobierno ha tratado de racionalizar el gasto público, que la comisión creada al efecto (CORA), presidida por la vicepresidenta, ha hecho un trabajo amplio y profundo y que ha tomado decisiones de realización de activos improductivos, simplificación burocrática, digitalización de procesos, centralización de compras. Pero los efectos sobre el gasto agregado apenas se notan, a la vista de los datos objetivos. Los funcionarios afirman que han perdido hasta un 15% de capacidad adquisitiva, pero los datos agregados no sustentan esa impresión. Tras seis años de medidas de ajuste, hay menos funcionarios, pero la masa salarial es semejante con una inflación irrelevante, negativa los dos últimos años. De manera que alguien se ha llevado ese queso.

No ocurre lo mismo en los capítulos de inversión, tanto en mantenimiento como en servicios u obras nuevas. Los recortes han sido radicales, de hasta el 50%, con efectos contundentes en el gasto. Y un país que quiere ser competitivo no puede soportar durante más de cinco años esos recortes que afectan al capital público. Las inversiones están bajo mínimos porque esas partidas son las más fáciles de cortar, aunque los efectos sean muy negativos.

Desterrar la palabra ajuste cuando no se ha alcanzado superávit primario es practicar la política del avestruz. Cancelar los ajustes cuando la deuda sigue creciendo no parece prudente, ni siquiera inteligente. No tener en cuenta que los precios de la deuda pública son excepcionalmente bajos por la beligerante política monetaria del BCE es cerrar los ojos a un futuro en el que el coste de la deuda (insisto que creciente y enorme) será bastante más elevado.

En resumen, dejarse tentar por la complacencia de la ciudad alegre y confiada, por la inercia del gasto; dar por concluidos los ajustes y las reformas (para gastar menos e ingresar más), prometer bajadas de impuestos… es lo más parecido a engañar a los ciudadanos (a sabiendas). La carrera de gasto en la que se han embarcado todos los partidos es irresponsable, imprudente y engañosa. Gobernar no es solo gastar, antes requiere administrar con cabeza.

Fernando González Urbaneja, periodista.

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