Gobernar es tomar decisiones

El debate de estos últimos días se ha centrado en la ubicación de los llamados cementerios de residuos nucleares. Primero fue Yebra, en la provincia de Guadalajara, y después Ascó, en la de Tarragona. Sus respectivos ayuntamientos presentaron candidaturas para albergar en su término municipal una planta en la que se depositarán los residuos nucleares de toda España. Tanto sus propios partidos (PPyCiU), como los presidentes de sus comunidades (Barreda y Montilla, del PSOE y del PSC) han rechazado públicamente tales iniciativas. La sensación que han producido estos desencuentros entre municipios, comunidades y partidos es de una gran confusión, cercana al caos. Una vez más los ciudadanos perciben que los políticos no saben hacia dónde van y que, en el fondo, les interesa más ganar como sea las próximas elecciones que encauzar y solucionar los problemas que la sociedad tiene planteados.

Cuando un partido que está en el gobierno no se enfrenta a los verdaderos problemas sino que esconde la cabeza bajo el ala, se entretiene en nimiedades que a nadie importan o comete evidentes errores, quizás gane las próximas elecciones porque todavía los ciudadanos no se hayan dado cuenta de su inconsistencia, pero a la larga todo se descubre, más dura es la caída en los siguientes comicios y se produce el relevo, la alternancia. Se da paso al gobierno de otro partido, con otras ideas y proyectos.

Ahora bien, cuando la ausencia de rumbo y la incoherencia continuada abarca a todos los partidos, la factura que pagar es mucho más cara. Pagan los partidos por su falta de seriedad, paga el sistema político porque suscita desconfianza, pagan los ciudadanos porque en sus vidas repercute la ineficacia de los gobernantes. Cuando la sensación es que todos los partidos son igual de ineptos y de qué más da que ganen unos u otros, ya que las consecuencias serán las mismas, comenzamos a estar ante una crisis del sistema político y una deslegitimación de la democracia. Abstengámonos de votar, todos lo hacen y lo harán igual de mal, dicen los electores. Vamos ya en esta dirección y sólo si tomamos conciencia de sus peligros podemos ponerle remedio. Todo ello, desde hace un tiempo aplicable a Catalunya, comienza a ser aplicable al resto de España, a sus comunidades autónomas, al Gobierno central, al partido en el Gobierno y al de la oposición. Se ha convertido en un mal común.

El caso de los cementerios nucleares es un ejemplo más de la poca calidad de nuestra clase política. Mientras los alcaldes de pequeños ayuntamientos asumen una responsabilidad que saben que puede hacerles impopulares pero están dispuestos a arrostrarla porque consideran - con razón o sin ella-que la decisión es beneficiosa para su municipio, aquellos que les han otorgado la competencia para tomar dicha decisión se echan para atrás, los dejan solos, expedientan a sus concejales o les presionan para que rectifiquen. Todo por un hipotético puñado de votos, aconsejados seguramente por supuestos expertos en marketing electoral y comunicación política, unos expertos que suelen confundir hacer política con vender lavadoras. Así nos va. Sinceramente, dudo mucho que esta falta de consistencia en la toma de decisiones haga ganar votos. Creo más bien que los ciudadanos desearían y confiarían en unos partidos, unos líderes y unos gobernantes que les dijeran la verdad, lo que ellos consideraran que es la verdad, que razonaran sus posiciones de forma argumentada, mostrando también sus dudas y sus riesgos. Los ciudadanos conocen las dificultades que implica escoger entre varias opciones porque ellos mismos lo experimentan en su vida diaria. Saben que al optar siempre puede uno equivocarse, pero saben también que en la vida hay que tomar decisiones y que estas pueden ser erróneas. Pero que la peor equivocación es no tomarlas cuando hay que hacerlo.

Pues bien, los ciudadanos pueden comprender que hacer política consiste en lo mismo, en escoger entre varias soluciones, quizás ninguna convincente del todo, pero gobernar es tomar decisiones ante los problemas, como sucede en la vida misma, no eludir los problemas para así evitar tomar decisiones. Déjense, pues, de marketing y de publicidad comercial. Planteen los problemas en todas sus dimensiones, argumenten pros y contras de las soluciones posibles, escojan la que consideren más aceptable y arrostren responsabilidades. Así es la vida, así es también la vida política. Al debate sobre los cementerios nucleares debía haberle precedido otro debate: el energético. Hoy en día, en este debate, pieza central es el futuro papel de la energía nuclear, en un momento en que está claro que las fuentes de energía limpias son insuficientes y las energías fósiles llevan camino de extinguirse. Además, las centrales nucleares son mucho más seguras y el principal riesgo, los cementerios, también. Hablemos de todo ello y escojamos con todos los datos sobre la mesa.

Que no pase como con la crisis económica, que se negó para ganar unas elecciones (y se ganaron), apenas se han tomado medidas para afrontarla seriamente y ahora resulta que España será la única entre las grandes economías que disminuirá el PIB en este año, que en Europa estaremos en compañía de Grecia, Estonia, Chipre, Hungría y Rumanía. Todo por no haber tomado decisiones a tiempo, en definitiva, por haber eludido los problemas, por no haber sabido gobernar.

Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.