Sabido es que nuestro bicéfalo Gobierno nacional presume de progresista y, sobre todo, retira cualquier credencial de progresista a todo otro partido que no sea separatista o plurinacionalista. Lo segundo es un mero eslogan reiterado sin fundamento como táctica mediática para dummies. Pero, en cambio, sí nos interesa y afecta a todos los ciudadanos valorar qué tanto vamos progresando por las acciones del Gobierno. Admitamos que una sociedad democrática progresa en tanto se desarrollan conjuntamente, a mejor, los niveles de igualdad, solidaridad y fraternidad; hoy en día diremos solidaridad. El tema es muy amplio y dejamos al paciente lector estimar si se siente más libre, especialmente si es mujer biológica, así como valorar la evolución de la fraternidad/solidaridad en esta democracia cada vez más polarizada y fragmentada, pero me temo que vamos mal. Nos centraremos en lo que es la prueba del algodón del progreso social que es la igualdad en las sociedades libres.
Por supuesto, hablar de igualdad en tiranías, dictaduras o autocracias es un sinsentido; recordemos que estamos centrándonos en sociedades democráticas, así sean de imperfectas. Pues entramos también en un concepto multifocal, por lo que abordaremos los tres conceptos más importantes de igualdad individual en política y políticas. De pasada diremos que el concepto republicano de igualdad, esencial, nada tiene que ver con políticas territoriales que sólo deben ser instrumentos de gestión al servicio de la igualdad y solidaridad entre ciudadanos.
El primero es el de igualdad de oportunidades, fundamental para ir asegurando a cada ciudadano la posibilidad de su total emancipación y realización vital y, para ello ayudar discriminadamente a levantar los muy distintos obstáculos de muy distinta dificultad que enfrentan los ciudadanos. Las políticas claves suelen ser la educación y las becas, los servicios públicos de calidad (transporte, sanidad…), políticas de ayuda discriminada hacia las familias y, también, políticas feministas.
Este Gobierno sin duda ha decidido intentar con más o menos torpeza o fortuna ejecutar esas políticas, ni más ni menos que otros, pero con una diferencia letal: ha terminado de convertir la educación, sobre todo pública, pero toda, en un arma de destrucción masiva de la convivencia, del valor de los méritos para la emancipación, del trato diferencial a los más necesitados y de la capacidad formativa no técnica. Ello se debe a la muy constitucional Ley Celaá y a la muy podemita Ley de Universidades. Da igual multiplicar las becas (un punto a favor del Gobierno, sea electoralista o no) si se dedican a una miríada de sistemas educativos contrarios entre sí, de muy bajo nivel, a menudo mentirosos, siempre sectarios y enemigos del interés general.
La educación en España no es el ascensor social, sino un montacargas de descenso social generalizado. Poco, muy poco progresista…Antes de llegar al concepto fundamental, es cierto que para muchos el concepto de igualdad se centra y se para en el aspecto económico y patrimonial. Aunque supone una confusión sobre lo que reivindicamos al hablar de una España de libres e iguales por encima de todo, es cierto que la cohesión socio-económica y la lucha contra la pobreza es un bien fundamental que todos debemos defender y perseguir.
Es, en el fondo, el principio mismo de solidaridad y el núcleo de la convivencia democrática europea. Las políticas que conducen a disminuir las desigualdades materiales intolerables así como asegurar un mínimo vital digno a todo ciudadano son múltiples, desde la política tributaria hasta la lucha contra el trabajo clandestino, pasando por las políticas de infraestructuras o ayudas sociales. Cierto es que España lo tiene complicado ya que la mayor desigualdad se da normalmente en quién tiene trabajo y quién está desempleado, y España es récord occidental del desempleo. Como nos recordó el profesor Tamames, la desigualdad económica, la concentración excesiva de ingresos en menos manos, es medible gracias al índice de Gini.
Un coeficiente medidor de desigualdades que deberían mirar todos los días las señoras Calviño, Díaz y el señor Escrivá. Pues bien lo que nos dice la evolución de ese índice es que en España estamos en el mismo nivel que en el año 2001 y que en los últimos años no ha disminuido, se habría estancado. Si añadimos distintos medidores conocidos del riesgo de pobreza, o de pobreza, también nos damos cuenta de que la desigualdad económica en España sigue siendo elevada. Por eso nos extraña que el presidente de Gobierno se rasgue las vestiduras en público clamando que dos millones de niños españoles están en la pobreza. ¿Y qué han hecho Ud. y su Gobierno? Deberían saber que medidas y soflamas populistas no son progresistas cuando no tienen ningún éxito en la reducción de las desigualdades económicas.
Pero acabemos con lo esencial, el concepto toral de igualdad que consiste en fundamentar una sociedad libre en que todo miembro de ella es igual, totalmente igual, en derechos y obligaciones ante la LEY. Condición sine qua non para todo progreso y que impide cualquier discriminación por nada, ni raza, ni sexo, ni lengua, ni región, ni religión… ¿Qué ha sucedido con este Gobierno? La creación de ciudadanos de segunda y tercera con menores derechos civiles, con discriminación por lengua o territorio, con diferente trato ante la LEY (amnistía, distinta política penitenciaria), con creación de leyes ad hoc o supresión de delitos para favorecer a unos delincuentes sobre otros, con atentados al derecho de libre movilidad para algunos, con tolerancia diferencial hacia el racismo, etc… se ha acelerado y consolidado a niveles obscenos. Todos conocemos los hechos. Pues, si en ese aspecto fundamental hemos ido obscenamente para atrás, este Gobierno es de todo menos progresista. Todo lo más desigualitario discontinuo.
Por Enrique Calvet Chambon, ex europarlamentario y Presidente de ULIS.