Gramsci y la "derechita cobarde"

Antonio Gramsci, pensador marxista y cofundador del Partido Comunista Italiano desarrolló el concepto de hegemonía. En la concepción gramsciana la hegemonía la ejerce aquel grupo que ha logrado que sus ideas acaben siendo aceptadas por una parte muy significativa de la sociedad, y se logra con un trabajo a largo plazo de creación de opinión a través de la educación y de los medios de comunicación.

Las élites comunistas, en particular, y de la izquierda, en general, han tenido muy claro este concepto desde que lo formuló el político sardo en sus Cuadernos de la cárcel, escrito en el cautiverio al que fue sometido por el régimen fascista de Mussolini.

Tras la caída del régimen franquista en España, la izquierda, de forma sistemática, empezó a trabajar para la consecución de la hegemonía, y lo hizo desde el sistema educativo público, en todos sus niveles, con una gran presencia y conciencia entre el profesorado. Eso les permitió transmitir al alumnado las ideas de la izquierda y conceptos de inspiración marxista como el de explotación, la mentalidad anticapitalista, la idea de la importancia de la igualdad material como un absoluto, de la bondad y la necesidad de un fuerte intervencionismo público, la confianza en el Estado, la retórica de los derechos, un laicismo anticlerical, la ideología de género, la supuesta gratuidad de los servicios públicos como dogma de fe, etc.

Como una consecuencia lógica e inevitable, valores más próximos en general a la derecha -con todos los matices que se quiera-, como la cultura del esfuerzo, la meritocracia, el respeto a la jerarquía, la asunción del mercado como el mecanismo más eficiente en la asignación de recursos, la responsabilidad individual, el valor de la unidad familiar y el sentido del deber, entre otros, se fueron debilitando progresivamente.

Generaciones y generaciones desde la Transición, influenciadas por buena parte del profesorado, particularmente en la enseñanza secundaria y en la universidad, fueron educadas en todos los valores e ideas que la izquierda promueve. En su incorporación a la vida adulta, esas generaciones, continuaron promoviendo de forma espontanea los valores que les habían sido inculcados. De la universidad española ha salido en las últimas cuatro décadas una gran mayoría de profesionales con mentalidad nítidamente izquierdista, que desde sus lugares en la sociedad civil o el Estado, y desde los medios de comunicación han analizado la actualidad bajo el prisma de sus ideales.

Naturalmente este es un análisis muy sintetizado y matizable, pero en general me parece incontrovertible que los valores e ideas del español medio son más izquierdistas hoy que hace cuarenta años, y este proceso de transformación no se ha producido por arte de magia, sino como fruto de décadas de trabajo consciente por parte de la izquierda académica y mediática.

La pregunta es inevitable: de acuerdo, la izquierda hizo eso, ¿y la derecha?, ¿qué hizo durante esos años la derecha académica, mediática y política? En primer lugar, quizá la derecha no fue consciente, en general, de que con mentalidad de corredor de fondo la izquierda estaba trabajando por esa hegemonía. Quizá, en muchos casos, la derecha académica prefirió ser mucho más escrupulosa con la no utilización del contacto con la juventud para transmitirle su ideología.

La clave, en mi opinión, estuvo en que la derecha española fue incapaz de realizar un aggiornamento teórico, una actualización posterior al franquismo que le permitiera librarse de los complejos derivados de su procedencia del régimen. Ese complejo de pecado original, de derechona posfranquista, hizo imposible -pese al gran rango intelectual y político de Manuel Fraga- esa actualización.

Luego la derecha inició un viaje al centro para, en paralelo al desgaste de los últimos años de Felipe González como presidente, llegar por primera vez al poder, a nivel nacional, en 1996. Pero desde la muerte de Franco hasta ese año 96, la derecha fue  incapaz de articular un nuevo discurso de derecha, rupturista con el franquismo, con  aportaciones del liberalismo y de la democracia cristiana, un discurso que contraponer con claridad y firmeza en ese combate por la hegemonía.

Finalmente, el PP de hoy es en gran medida un barco más de los que navega a la deriva, río abajo, al dictado de la hegemonía (en el sentido gramsciano) de la izquierda. La inmensa mayoría de los cuadros del PP no tienen hoy claro en qué se diferencian del PSOE, salvo probablemente en una afirmación más contundente de la unidad de España, y se dedican a dejarse llevar por la corriente de lo políticamente correcto para maximizar cortoplacistamente las opciones de conservar o obtener el poder. Oponerse hoy al discurso políticamente correcto implica elevados costes después de no haber hecho los deberes durante los últimos cuarenta años.

El lema del Partido Popular de Galicia es "el partido que más se parece a Galicia", y es un lema muy verdadero, pero que verbaliza una realidad: su falta de principios propios y la asunción automática de los valores mayoritarios. La cuestión es que ni la opinión de los gallegos, ni la de los españoles en general, es la misma que hace treinta años, y en el PP se han limitado a ir adaptando todas sus posiciones a medida que iban evolucionando las de la sociedad, con el único ánimo de conservar o obtener el poder institucional, sin tratar de promover y defender unos valores determinados.

Con respecto a la afirmación de los dirigentes de Vox que se refieren al PP como la "derechita cobarde", es verdad que el PP no ha defendido los valores de la derecha española más autoritaria, pero eso no sólo no es criticable sino que es razonable y positivo; lo lamentable es que no hayan sido capaces de reformular y modernizar su discurso para dar la batalla por la hegemonía. El PP no ha sido un instrumento eficaz al servicio de los valores liberales y/o cristianos, lo que es lo mismo que decir que el PP no ha sido una herramienta demasiado útil para la sociedad española, que se dirige a un periodo muy conflictivo en el que discrepar comienza a representar un riesgo de señalamiento y persecución. Y eso, como consecuencia de los valores que hoy comparte una gran porción de la sociedad española.

Carlos Vázquez Padín es licenciado en Ciencias Políticas y ex alcalde de Tui (Pontevedra).

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