Gran negociación con el Irán

Despacio, pero con seguridad, las conversaciones del Irán con la comunidad internacional sobre su programa nuclear están acercándose al momento decisivo, pero el resultado –y esto es lo más importante– podría señalar un punto de inflexión para Oriente Medio más en general y cada vez más violento.

El acercamiento entre el Irán y sus socios negociadores sobre la fundamental cuestión nuclear es evidente. Nadie en este momento cree en serio que el Irán esté manteniendo un programa activo para fabricar armas nucleares, aunque no hace mucho era casi de todos sabido que ese país estaba a punto de tenerlas.

Ahora en lo que se centra la atención es en que el Irán necesitaría un año, más o menos, para montar un dispositivo nuclear, en caso de que decidiera hacerlo, pero el concepto de “momento de ruptura del equilibrio” es dudoso. Si se desplomara la confianza y el régimen iraní decidiera abrogar todos los acuerdos internacionales pertinentes, es muy probable que obtuviera su arma, aun cuando se bombardease repetidas veces a ese país. Así, pues, la insistencia estratégica en el “momento de ruptura del equilibrio” está fuera de lugar.

La clave para avanzar es la de ayudar al Irán a convertirse de una causa en un país, parafraseando a Henry Kissinger. El Irán debe centrarse en el desarrollo de todos sus recursos materiales y humanos para llegar a formar parte de una región que pase de la confrontación a la cooperación. El acuerdo sobre las cuestiones nucleares básicas es fundamental para ese planteamiento, pero también lo es un proceso creíble para desarrollar los lazos comerciales y de inversión que facilitarán el paso del Irán del aislamiento a la integración.

Cuando las conversaciones entren en su fase final, es probable que la cuestión de las sanciones pase a ocupar el primer plano. Se debe a que, si bien el Plan de Acción Conjunto que las partes acordaron en noviembre de 2013 aborda virtualmente todas las preocupaciones nucleares inmediatas de Occidente, no traza una vía necesaria hacia la normalización del Irán.

Así como se puede esperar que las fuerzas conservadoras del Irán intenten impedir que se llegue a un acuerdo, las fuerzas que se benefician de la confrontación en los Estados Unidos y en otros países harán lo mismo. Los intransigentes del Irán exageran las dudas de que Occidente vaya a acceder jamás a levantar las sanciones, mientras que sus homólogos de Occidente harán todo lo que puedan para apoyar esa suposición. El resultado podría ser una espiral de diplomacia mutuamente destructiva.

A ese respecto, la Unión Europea debe indicar claramente su disposición a tomar la iniciativa para suavizar y levantar las restricciones aplicadas al Irán, si bien se debe hacerlo, evidentemente, en estrecha coordinación con los socios de Europa. Si se lograra un acuerdo, se podrían suspender casi inmediatamente las sanciones de la UE relativas al petróleo, por ejemplo.

Además, tras la consecución de un acuerdo, se deberían entablar conversaciones políticas sostenidas sobre otras cuestiones mutuamente importantes. Los acontecimientos del Afganistán y del Irán son, evidentemente urgentes y, en estrechas consultas con Arabia Saudí y otros países del Golfo, aún podría ser posible avanzar con miras a la consecución de arreglos más cooperativos en esa región estratégicamente decisiva.

Para ello, será necesario poner sobre la mesa directamente la cuestión de Siria. Cuatro años después del estallido de la guerra civil en ese país y pese a las espantosas consecuencias de los combates en materia de asuntos humanitarios, la diplomacia internacional no ha conseguido nada con miras a detener la violencia. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha estado dividido y ha sido ineficaz e incluso Rusia parece estar perdiendo gradualmente la influencia que en tiempos tuvo en Damasco.

El Irán, los Estados Unidos y la UE comparten el interés en detener una guerra que está causando el desplome del Estado sirio –con todas las consecuencias habidas en el Iraq desde 2003– y fortaleciendo las fuerzas del yijadismo suní en toda la región. Está por ver que se trate de un ámbito de entendimiento suficiente para un diálogo constructivo con el Irán a fin de poner fin a la guerra civil de Siria, pero se trata de una opción que se debe probar.

Las conversaciones que ahora están tocando a su fin en Lausana se limitan a la cuestión nuclear, pero, además del acuerdo, se perfilan mayores posibilidades y riesgos. Un avance podría entrañar una fase de intensa diplomacia, lo que ofrecería al Irán una vía para la normalización diplomática y la posibilidad de grandes negociaciones que podrían comenzar a restablecer el orden y la estabilidad en el resto de esa región. En cambio, una ruptura, aunque no es probable que provocara una guerra inmediatamente, podría fomentar fácilmente una evolución de los acontecimientos en esa dirección y la región en conjunto podría sumirse aún más profundamente en la vorágine actual de caos y violencia.

Con la cuestión nuclear básica más o menos resuelta, ahora es imprescindible resolver las cuestiones de las sanciones y de la normalización y aprovechar la oportunidad para la celebración de grandes negociaciones regionales que entonces podrían ser posibles. El acuerdo nuclear debe señalar el comienzo de los intentos de la comunidad internacional para lograr que el Irán aborde los problemas más graves de Oriente Medio.

Carl Bildt was Sweden’s foreign minister from 2006 to October 2014, and was Prime Minister from 1991 to 1994, when he negotiated Sweden’s EU accession. A renowned international diplomat, he served as EU Special Envoy to the Former Yugoslavia, High Representative for Bosnia and Herzegovina, UN Special Envoy to the Balkans, and Co-Chairman of the Dayton Peace Conference. He is a member of the World Economic Forum’s Global Agenda Council on Europe. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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