Gran poder de atracción

Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) fueron creadas con el objetivo, entre otros, de potenciar la comunicación y la información. No hay duda de que aportan un gran beneficio cuando su uso es controlado. Sin embargo, disponen de un fuerte poder de atracción que, unido a determinados factores personales y ambientales, puede facilitar la pérdida de autocontrol en algunas personas, sobre todo en niños y adolescentes, y puede conducirlos a desarrollar una conducta adictiva o a un uso compulsivo de ellas.

Algunas dependencias vinculadas a las pantallas son: adicción al móvil, adicción a los videojuegos, adicción a internet (juegos on line, redes sociales, etcétera). Es cierto que, aún ahora, existe bastante controversia entre los profesionales de la salud sobre si realmente el uso de estos instrumentos puede llegar a producir una adicción. Los estudios epidemiológicos hasta ahora realizados sobre este tipo de adicciones son todavía complejos. Sin embargo, en la práctica clínica diaria, se detecta que algunos jóvenes presentan una importante falta de autocontrol sobre el uso de las pantallas y, asimismo, muestran síntomas que son compatibles con el diagnóstico clínico de las conductas compulsivas. Es importante destacar que estas adicciones comportamentales (en AIS las denominamos socioadicciones) presentan muchos rasgos comunes con las dependencias provocadas por el consumo de sustancias; la diferencia más destacada entre ellas, es la ausencia de la ingesta de sustancia.

Dos variables pueden indicar el grado de dependencia a las pantallas: el tiempo dedicado y los motivos de uso. Si el tiempo dedicado es excesivo puede afectar a las relaciones familiares, sociales, laborales y escolares; en cuanto a los motivos de su uso, empieza a ser preocupante cuando internet o el móvil se utilizan para llenar espacios vacíos, hay sentimientos de insatisfacción y no se encuentran alternativas gratificantes para llenar el tiempo.

Hay algunos signos de alarma generales que pueden ayudar a detectar una posible adicción a las pantallas: tendencia al aislamiento familiar y social, progresiva focalización de las relaciones, actividades e intereses en torno a la conducta adictiva, descenso del rendimiento escolar, dejar de realizar conductas relacionadas con la responsabilidad individual, abandonar actividades sociales o de ocio que antes el joven realizaba, dificultad para controlar el hecho de realizar la acción, aún sabiendo que puede haber consecuencias negativas (escolares, familiares, laborales…), agresividad, mal humor si no puede llevar a cabo la conducta adictiva, dedicar a la actividad más tiempo del que inicialmente se había pensado, perder la noción del tiempo…

En cuanto a la vulnerabilidad, se ha detectado que hay características personales y sociales que facilitan el hecho de que un joven caiga en una situación de adicción a las pantallas, como por ejemplo inmadurez o identidad no consolidada, soledad, aislamiento, disconformidad o inadaptación social o familiar, baja autoestima, momentos o situaciones de crisis personal o familiar.

También existen factores ambientales que afectan la vulnerabilidad como: el modelaje de roles (modelos de rol familiar, rol de los padres y modelos de rol social en general), el acceso a la actividad objeto de la adicción y la frecuencia con que se realiza, el propio potencial adictivo del objeto de la adicción…

El abordaje terapéutico de la adicción a las pantallas, se realiza desde la vertiente cognitivo-conductual y en la mayoría de casos no se pauta el uso de fármacos. El comienzo del tratamiento es, quizás, la etapa más difícil, ya que la mayor parte de los jóvenes adictos a las pantallas, no muestran conciencia del problema. Por otro lado, el hecho de que sean socialmente aceptadas conlleva una gran dificultad en la detección de la adicción, como mínimo, en sus primeras etapas. Asimismo el compromiso familiar constituye una pieza fundamental para el éxito del proceso terapéutico.

Existen algunas medidas a modo de prevención: fomentar la comunicación familiar, interesarse por lo que hace el hijo, educar en la tolerancia a la frustración y el respeto a los demás, potenciar la autoestima, la seguridad en sí mismo, realizar en familia actividades de ocio, establecer normas y límites que se han de respetar, instalar en el PC filtros de control parental y ubicarlo en una zona común de la casa, controlar el gasto económico del móvil, controlar el tiempo que se dedica al juego utilizando las tecnologías.

En el caso de videojuegos es importante que los padres consulten el código PEGI que está incluido en cualquier videojuego o también en la versión on line; este código informa sobre la edad recomendada, el tipo de juego, etcétera.

Vega González Bueso, psicóloga clínica. Directora de AIS (Atención e Investigación de Socioadicciones)

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