Por Iván Kraljevic (LOS TIEMPOS, 03/05/06):
Por encima de todo, el efecto principal de la forma de pensar citada es que absorbe todas las energías de la sociedad en la tarea de la lucha interna, desestimulando el esfuerzo productivo: trabajo, ahorro, inversión. Confisca, expropia, "recupera", "transfiere" o "distribuye", pero no crea, no produce.
¿Cuáles son los condicionantes para que un gobierno como el actual pueda responder a las grandes expectativas despertadas en Bolivia?
La pregunta es interesante en este momento, pues las recientes medidas radicales dictadas por el gobierno dicen bastante del gran poder efectivo que este régimen tiene, y su decisión de utilizarlo al máximo.
Por otro lado, hay que reconocer que el reto que enfrenta es también enorme. Ese reto puede sumarizarse, justamente, en la expresión "grandes expectativas".
Pero el reto (o problema, según quiera vérselo) en realidad no aparece con este régimen, sino que es una de las constantes de la historia de Bolivia y otros países latinoamericanos: La idea -la fe, de hecho- de que la política puede resolver los grandes males nacionales, comenzando por el más importante de todos: la pobreza.
Es una fe sencilla pero profunda, que supone que si se encuentra al líder apropiado (honesto, patriota, capaz y fuerte), o -para los más sofisticados- al "sistema" político-económico adecuado, la nación resolverá sus carencias y frustraciones. Esa fe es la fuerza que ha realizado todas las revoluciones de Bolivia, y es otra vez la que ha producido el fenómeno actual. Entenderla, por ende, a la luz de la referencia histórica, permite visualizar los condicionantes que se enfrenta en la actualidad.
El principal tiene que ver con el fundamento de esa fe: Puesto que los políticos son por definición un sector no-productivo, que no genera riqueza, la única forma en que la política (en Bolivia o cualquier otro país) puede pretender que va a resolver el tema de la pobreza es proponiendo que la riqueza ya existe -aunque sea en potencia-, y que lo único que falta es hacer que llegue a todos.
En nuestros países esa premisa se cimienta sobre todo en el mito construido alrededor de los recursos naturales; es decir, la idea de que ellos significan o podrían significar ganancias fabulosas inmediatas. La repetida consigna de que "Bolivia es un mendigo sentado en una silla de oro" sintetiza esa idea.
Por ello, no es coincidencia que las principales revoluciones en Bolivia se hayan dado cuando -además de otras causas- algún recurso natural creaba grandes expectativas: El petróleo en los 1930 (revolución militar de Busch y Toro y nacionalización de la Standard Oil), luego el estaño (Revolución Nacional de 1952, con nacionalización de la gran minería), el gas natural en 1969 (revoluciones de Ovando y Torres con nacionalización de la Bolivian Gulf Oil), y nuevamente hoy el gas.
Aparte del asunto de los recursos naturales, la idea de que la riqueza ya existe y que la pobreza se debe a su mala distribución, conlleva la noción de que ciertos sectores sociales nacionales y/o entes extranjeros se apropian de la riqueza colectiva. A su vez, tales nociones inevitablemente hacen que la expropiación contra esos sectores y/o entes se vea no solamente como una solución al tema de la pobreza, sino incluso como un imperativo moral.
Reconocemos así el marco ideológico -al que podemos llamar "revolucionario tradicional"- que domina la vida política de Bolivia, y que parece ser el condicionante principal que delimita las opciones de los gobiernos bolivianos.
Más allá de ello, la pregunta importante es si existe alguna forma de que como sociedad podamos abandonar esos estrechos límites, liberarnos del yugo de esa forma de pensar.
No es una tarea tan fácil como pudiera parecer, pues ya es claro que ni siquiera nuestra experiencia nacional, con sus recurrentes frustraciones, consigue impulsarnos a cambiar de estrategias.
Y, sin embargo de ser difícil, conviene buscar una solución, pues esa forma de pensar se manifiesta como un problema gravísimo. Para comenzar, ella inevitablemente promueve (demanda, en realidad) el conflicto interno (entre clases, sectores, razas y/o regiones, según a qué grupos les toque ser identificados en un momento dado como los "acaparadores de la riqueza colectiva"). De ahí la debilitante desunión y conflictividad históricas de nuestra sociedad.
En el fondo, es la concepción de la política como un instrumento para la alteración del derecho de propiedad para beneficio de unos en desmedro de otros. Cabe hacer notar que esta idea no es, como pudiera pensarse, un invento de los marxistas o los nacionalistas, sino que en realidad es una forma muy antigua de hacer política. Se la ve incluso en el "Decreto de Desvinculación" dictado durante el gobierno de Melgarejo, que era precisamente una alteración del derecho de propiedad, en este caso forzando a la división de las tierras de las comunidades indígenas en propiedades individuales, con el objetivo tanto de ayudar al enriquecimiento de terceros como para incrementar los ingresos estatales. (*)
Por encima de todo, el efecto principal de la forma de pensar citada es que absorbe todas las energías de la sociedad en la tarea de la lucha interna, desestimulando el esfuerzo productivo: trabajo, ahorro, inversión. Confisca, expropia, "recupera", "transfiere" o "distribuye", pero no crea, no produce.
Es, por ello, una opción autodestructiva, que a lo sumo consigue algunos éxitos pasajeros cuando la coyuntura es favorable, pero que inevitablemente fracasa más pronto que tarde, al no poder competir con sociedades "obligadas" -por una mentalidad diferente- a evolucionar continuamente en los aspectos claves para la generación de riqueza real y sostenible (productividad, creatividad, calidad, competitividad, sinergia).
De ahí la pregunta planteada antes: ¿Habrá algún medio, alguna acción consciente que se pueda realizar, para que podamos abandonar esos viejos pero pertinaces hábitos mentales?
Interesantemente, parece que sí, por lo que hemos podido conocer de una interesante propuesta ciudadana que, según dicen, aparecerá pronto…
(*) Henáiz, Irene y Pacheco, Diego, La Ley INRA en el espejo de la historia - Dos siglos de Reformas Agrarias en Bolivia. Fundación Tierra, Diciembre 2000.