De los países de la eurozona que han sufrido crisis económicas desde 2008, Grecia es el que resultó afectado más pronto y de manera más profunda. Esa grave situación engendró también una aguda crisis política que condujo a una transformación total del sistema de partidos, cuya principal consecuencia fue la conversión de una formación de izquierda radical y marginal en un partido de Gobierno, capaz de obtener mayorías claras en las dos últimas elecciones generales y también de montar un referéndum que suscitó la atención mundial. En consecuencia, merece la pena analizar las cinco principales lecciones políticas que emanan de la experiencia.
En primer lugar, el centroizquierda ha sido mucho más vulnerable a la crisis que el centroderecha. La imposición de la austeridad fiscal generó una acusada crisis de representación política en la que los dos partidos griegos dominantes, el de centroderecha, Nueva Democracia (ND), y el de centroizquierda, Pasok, sufrieron una pérdida considerable de apoyos. A ambos lados del espectro político surgieron partidos populistas antisistema, pero se contuvo a los aspirantes de derechas (el grupo neonazi Amanecer Dorado y los extremistas de los Griegos Independientes) y ND, aunque debilitada, siguió dominando su espacio político. No fue así en el caso del Pasok, que cayó en la irrelevancia, totalmente desplazado por Syriza. ¿Qué explica este asimétrico resultado? La secuencia temporal fue clave, ya que la crisis explotó con el Pasok en el poder y su líder de entonces, Yorgos Papandreu, cometió importantes errores políticos. Con todo, la razón principal del derrumbe del Pasok radica en que a un partido que reivindica un patrimonio de izquierdas le resulta pura y simplemente más difícil aplicar reformas de cuño esencialmente neoliberal. En el caso del Pasok, esta contradicción resultó fatal.
En segundo lugar, la oportunidad política que brindó la crisis no tardó en desaparecer, y cuando un realineamiento político aprovecha esa efímera oportunidad, la situación tiende a prolongarse. En mayo de 2012, Syriza superó al Pasok y, amparándose en ese resultado, logró derribarle en los siguientes comicios, los de junio de 2012. Ya no hubo vuelta atrás. Cuatro años después podemos decir que el sistema de partidos griego, utilizando la famosa expresión de Stein Rokkan, sigue realmente congelado en la situación de junio de 2012.
En tercer lugar, el correlato político de la crisis griega no fue la ruptura radical que, al principio, muchos pensaban, esperaban o temían. La llegada de Syriza a la cima del poder, más que una revolución, ha representado una absorción hostil de la marca consolidada, pero ya deslucida, del Pasok, paladín de la antigua tradición republicana que hundía sus raíces en el “cisma nacional” de la Grecia de 1915. Uno y otro partido presentan una considerable continuidad en cuanto a pautas de voto y cargos orgánicos. Ver en Syriza a un Pasok renovado nos ayuda a comprender muchos de los aspectos, por otra parte desconcertantes, de la política griega.
En cuarto lugar, quizá lo que nos ayude a entender la notable continuidad entre los viejos partidos y Syriza sea justo la continuidad entre el Pasok y Syriza, tanto como los condicionantes económicos derivados de la pertenencia a la eurozona. Aunque Syriza ganó las elecciones de enero de 2015 con un programa antiausteridad, tras el desastroso referéndum de julio de 2015 claudicó absolutamente. Lo cual dio lugar a una sorprendente paradoja: cuanto más duraba la crisis y más oposición suscitaba la austeridad, ¡más crecían las mayorías políticas favorables a la austeridad! En julio de 2015, el apoyo parlamentario al tercer rescate fue prácticamente generalizado y no suscitó desórdenes callejeros.
Todo ello nos conduce a la quinta lección griega. ¿Acaso esto significa que, como han señalado algunos analistas, la democracia es pura y simplemente imposible en la eurozona? Quizá, pero solo si por democracia entendemos la capacidad de la política para superar los condicionantes económicos. Más bien, lo que hasta ahora demuestra la experiencia griega es la sorprendente capacidad que tienen las instituciones democráticas para absorber conmociones económicas extremas y evitar las acusadas y violentas muestras de malestar social que muchos consideraban inevitables en Grecia. Gran parte de esa capacidad emana precisamente de las oportunidades que las instituciones democráticas ofrecen a absorciones políticas como las observadas en Grecia después de 2012.
Stathis N. Kalyvas es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Yale. Traducción: Jesús Cuéllar Menezo.