Grecia en Europa, sí

Lo ocurrido estos últimos días entre Grecia y la Unión Europea es el resultado de cinco meses de difíciles conversaciones, en las que la buena voluntad y las ganas de acuerdo sólo han estado en una parte de la mesa. Y cuando ha llegado el momento de la verdad, hemos acabado asistiendo a una negociación inaudita, en la que por primera vez los que deben quieren imponer condiciones imposibles y los que prestamos tenemos que callar y cumplir.

Grecia es un ejemplo de cómo un país que estaba saliendo de la recesión puede volver a la crisis más profunda por las decisiones irresponsables de sus dirigentes políticos. La Unión Europa y los estados miembros hemos sido comprensivos y generosos con el país heleno, pese a los desencuentros que un día sí y otro también han provocado sus gobernantes. Lo hemos hecho porque en política el interés general de todos siempre debe estar por encima de cualquier confrontación ideológica. Y también, porque en política europea la solidaridad es uno de nuestros valores más importantes.

Los males de Grecia no tienen su origen ni en Bruselas ni en Berlín, como intenta Tsipras hacerles creer a los griegos. Porque el principal mal que estrangula la economía griega es el de la irresponsabilidad. La que tuvieron los dirigentes helenos de hace una década, cuando falsearon sus propias cuentas, expandieron sin control su gasto público y convirtieron al Estado en la principal empresa del país. Y la misma irresponsabilidad que están teniendo ahora los dirigentes de Syriza, ignorando lo que saben y entienden perfectamente: que la receta para salir de la crisis no es poner en marcha la máquina de hacer billetes, sino la máquina de hacer reformas. Pero no nos equivoquemos. Las razones de Tsipras para decir no a Europa no son económicas, son puramente ideológicas. Porque la realidad que con tanta insistencia niegan desde Syriza es que, desde el comienzo de la crisis, los griegos se han estado beneficiando de la solidaridad europea hasta alcanzar el equivalente al 241% de su PIB en ayudas de la Eurozona.

Lo que está exigiendo el Gobierno griego es que el resto de socios pongamos una y otra vez la venda mientras ellos no hacen nada por cerrar la herida. Esto es inaceptable, además de injusto para todos países que, como España, Irlanda o Portugal, han hecho enormes sacrificios para salir adelante en medio de la tempestad. Están olvidando que el dinero que Europa les extiende sobre la mesa para salvar su economía es el dinero de todos nosotros. El que hemos puestos los contribuyentes españoles, alemanes, o italianos.

Tsipras ha cometido un error que no se puede permitir el líder de un país de la Unión Europea: no valorar lo que tenemos ni cómo lo hemos conseguido. La Europa que nació de la Segunda Guerra Mundial, la que supo mantenerse firme y unida frente al comunismo y la que puso en marcha el mayor proyecto político de integración de la historia de la Humanidad se construyó para que nunca más hubiera ni vencedores ni vencidos y para que todos fuéramos iguales. Con lo que está pasando en Grecia, creen que alguien va a ganar, pero la realidad es que muchos van a perder.

Como se ha recordado estos días, Atenas tiene todo el derecho de consultar a sus ciudadanos sobre lo que quiera, como quiera y cuando quiera. Pero cuando el objeto de la consulta es el dinero que sale de nuestros bolsillos, entonces también tenemos derecho a opinar. Nosotros también podríamos hacer un referéndum sobre qué nos parece el chantaje griego y si debemos seguir consintiéndolo. Y tengo pocas dudas sobre lo que los europeos contestaríamos. Al final, Tsipras está usando el referéndum para intentar cambiar la voluntad de todos los estados miembros. Y mientras, Europa ha hecho todo lo posible para evitar una bancarrota griega. Porque el único interés de las instituciones europeas ha sido llegar a un acuerdo justo y equilibrado. Y desde Europa no vamos a escatimar esfuerzos para que la cordura se imponga sobre la sinrazón.

Yo confío en que los griegos, cuyo sufrimiento no debería haber sido en vano, acudan el domingo a las urnas para decir sí. Sí porque Grecia es Europa y porque está en el corazón mismo de la idea europea. Sí porque Grecia y Europa comparten los mismos valores de libertad, humanismo y Estado de Derecho. Sí porque lo que está en juego no es solo la pertenencia a una moneda común; lo que está en juego es el futuro político de la Unión Europea y el sueño de conseguir un continente de progreso, paz, libertad y bienestar.

Tristemente, la única lección que vamos a aprender de lo ocurrido es que la Unión Europea es un invento demasiado sofisticado para quienes todavía comparten las ideas de Marx.

Esteban González Pons, portavoz del PP en el Parlamento Europeo.

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