Grecia y el peso de la Historia

No es un buen momento para ser griego. El desconcierto entre los políticos y banqueros que dirigen el país sólo es superado por el desconcierto entre los miles de ciudadanos indignados que protestan diariamente ante el edificio del Parlamento contra la indignidad a la que su país ha sido reducido. Esta fue la nación de Tucídides y Heródoto, de Pitágoras, Sócrates, Platón y Aristóteles, esta fue la nación que creó las grandes civilizaciones clásicas y dominó las culturas del Mediterráneo oriental. Grecia ha sido la inspiración de cada gran pensador, artista, poeta y escritor de los últimos cinco siglos, es el país del que tomamos la palabra democracia. Ahora, sin embargo, algunos políticos en el Reino Unido y Alemania aconsejan a Grecia que salga de la comunidad de naciones europea, que abandone el euro y vuelva al dracma.

Como si esto no fuera suficiente, Grecia también está amenazada con la pérdida de su gloria histórica. En un pasado lejano, hubo una figura que siempre será recordada como el epítome del éxito humano, porque personificó la voluntad de poder del hombre mediterráneo. Fue un líder que dominó a las gentes de Grecia y, luego, decidió que Grecia no era lo suficientemente grande para él y decidió salir a conquistar el mundo. ¡Y casi lo consiguió! Reunió un enorme ejército que dejaba un rastro de terror a través de Asia occidental y marchaba atravesando montañas y ríos hasta llegar a las llanuras de la India. En su campaña contra los persas dirigió a su ejército a través de Palestina, Egipto, Siria, Irán y Afganistán. Finalmente murió, lejos de su hogar, en la ciudad de Babilonia. Dondequiera que iba, construía ciudades que llevaban su nombre y conservaban su fama en la memoria de los pueblos de Asia. Posiblemente 70 ciudades adoptaron su nombre en versiones locales: incluían numerosas Alexandrias (la más famosa de ellas en Egipto), Kandahar en Afganistán, Alejandría Escate en Tayikistán, Iskandariya en Iraq y Alexandrupolis en Bulgaria.

El problema, sin embargo, es que Alejandro Magno no era griego, y en estos días de humillación a los griegos se les recuerda este hecho. Alejandro procedía de Macedonia, un país que tiene tradiciones, cultura y lengua diferentes de las de Atenas. En 1991 una provincia étnica de la ex Yugoslavia, que consiste principalmente de macedonios, proclamó su independencia y se llamó Macedonia. Inmediatamente el Gobierno griego se opuso a la utilización del nombre, que también lo es de la provincia griega lindante con el nuevo país. Ahora la nueva Macedonia ha ido un paso más allá y ha erigido en la capital Skopje una gigantesca estatua ecuestre de bronce de Alejandro Magno, 11 metros de alto, montada sobre un pedestal de 10 metros de altura. De esta manera, claramente, afirma que Alejandro es suyo y no pertenece a los griegos. La reacción del Gobierno heleno se puede adivinar fácilmente.

¿Deberían los griegos tratar de compensar los errores del presente insistiendo que la gloria del pasado, en la forma de Alejandro, es exclusivamente suya? Creo que sería equivocado hacerlo. Una figura tan notable como la de Alejandro no puede ser propiedad exclusiva de un pueblo. Perteneció a muchas naciones y es recordado por todos: incluso en Estados Unidos hay aproximadamente 20 ciudades que llevan su nombre. Otro vecino de Grecia, Bulgaria, siempre ha considerado a Alejandro Magno uno de sus grandes gobernantes, y tiene una ciudad que lleva su nombre. Por eso, no es un robo que las naciones quieran compartir a un gran personaje histórico. En cualquier caso, la escultura de Skopje es simplemente un símbolo de una nación recién nacida que intenta crear su propio pasado histórico y no tiene ninguna intención agresiva.

Los griegos siempre han concedido gran importancia a las estatuas, desde el Coloso de Rodas a la legendaria Venus de Milo, por lo que se les puede perdonar su gran sensibilidad cuando otra nación erige una efigie a lo que ellos consideran su más famosa figura histórica. Pero sería un error dar demasiada importancia a las estatuas. Harían bien en considerar el ejemplo de España, que se enfrenta, bajo el Gobierno de Zapatero, a la misma crisis económica que los griegos y puede colapsar de la misma manera, pero que no tiene ningún problema sobre esculturas.

Los españoles nunca han tenido excesivo apego por sus héroes nacionales, y como resultado nunca han dado demasiada importancia a las estatuas. El equivalente más reciente de una figura nacional fue Francisco Franco, pero los Gobiernos de la España post-Franco pronto retiraron la mayoría de las tallas de él. El visitante que llega hoy a España tal vez encuentre estatuas de personajes en alguna esquina de las calles, pero todas son de personas que tienen una importancia simbólica más que nacional. Por alguna razón que es imposible descubrir, a la gente de España no les han agradado ni los héroes ni las estatuas. Cuando el famoso Duque de Alba, en el siglo XVI, construyó una estatua de sí mismo en Amberes, el Rey Felipe II ordenó que fuera demolida. Desde entonces España no ha tenido generales significativos, y en consecuencia no hay efigies de héroes militares. Incluso al gran vencedor de la batalla de Lepanto, Don Juan de Austria, se le negó la gloria militar en su propio país. La única estatua de él se erigió en Italia por los italianos; no tuvo ninguna en España.

es sorprendente observar que los españoles no tenían ni tan solo estatuas de sus famosos conquistadores imperiales. Por ejemplo, la ciudad natal de Pizarro, Trujillo, no hizo ningún movimiento en 400 años para honrar a su ciudadano más famoso. Finalmente, los estadounidenses vinieron al rescate. Una estatua montada de Pizarro, que había sido creada en Estados Unidos, fue presentada como un regalo a las autoridades de la ciudad de Trujillo en 1924. Fue descubierta en una ceremonia especial, a la que asistieron las más altas autoridades de España, en junio de 1929. La indiferencia por las estatuas probablemente es una extensión de la indiferencia general de los españoles a un himno nacional o una bandera nacional, es decir, puede ser simplemente una extensión de la muy poca importancia que se da aquí al patriotismo.

Por el contrario, los macedonios han tratado enérgicamente de crear patriotismo, a fin de establecer una identidad reconocible. Han tenido una historia oscura y desafortunada, sobre todo después de la desintegración de Yugoslavia, cuando una sección de las minorías albanesas en la región recurrió a la insurrección armada. El país se halla todavía en una situación vulnerable y está como otros países severamente afectado por la crisis económica, con un tercio de su pequeña población de dos millones de habitantes viviendo por debajo del nivel de pobreza y el 40% de todas las familias pobres sin empleo. Afortunadamente, el Gobierno ha recurrido a medidas de reforma radicales, incluyendo la cancelación de las deudas y la reducción de impuestos para estimular la producción. Sin embargo, el nivel endémico de la pobreza se puede ver por la generalizada presencia de niños de la calle, dos tercios de origen romaní. Es un país pequeño y pobre, pero tiene esperanzas optimistas de ser admitido en la UE. Sin duda, ha sido para convencer a otros de sus credenciales históricas que ha invertido dinero en la simbólica estatua de Alejandro. ¿Quién sabe? ¡Tal vez el gran conquistador logre otra victoria para su pueblo! Grecia impidió la entrada de Macedonia en la OTAN en 2008 y bloqueó su avance hacia la adhesión a la UE, porque rechaza el nombre del nuevo país. Si Grecia ha de abandonar el euro debido a sus problemas actuales, eso dejará el camino libre para que Macedonia entre triunfalmente en la comunidad europea, liderada por la invencible figura de Alejandro el Magno montado sobre Bucéfalo.

Henry Kamen , historiador británico. Su último libro es Poder y gloria. Los héroes de la España imperial, Espasa, 2010.

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