Guerra en la frontera rusa

«Existe una zona del espectro de los conflictos donde predominan las actuaciones situadas al margen del principio de buena fe entre estados (bona fide) que, pese a alterar notablemente la paz, no cruza los umbrales que permitirían o exigirían una respuesta armada. Es la llamada zona gris». Así se expresa la Doctrina para el empleo de las Fuerzas Armadas, que «describe la forma de empleo de las Fuerzas Armadas y establece las normas fundamentales con las que éstas operan».

Este concepto de zona gris lo entendemos todos y es un fiel reflejo de la guerra actual. Los gobiernos huyen atemorizados de la palabra guerra ya que supone el fracaso de la humanidad y no quieren sentir la responsabilidad de que su malfacer deba continuarse con otros medios, suyos, que miran como ajenos.

Hoy quedan difuminados los límites entre paz y guerra, aunque mejor sería hablar de que la guerra ha cambiado su naturaleza y ha pasado a establecerse entre nosotros como una pandemia.

«La guerra en la que no queríamos creer ha estallado, y nos ha traído la... desilusión» (Sigmund Freud, Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte, 1915).

Guerra en la frontera rusaVerano de 1932. Einstein pregunta a Freud: «¿Hay una manera de liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra?». Einstein reconocía su ignorancia en las profundidades del ser y confía en Freud para que le ayude a resolver el mayor problema que se plantea la sociedad: la guerra. La inteligencia del sabio le lleva a anticipar la solución que interroga: «Que los Estados creen una autoridad legislativa y judicial para la solución de todos los conflictos que surjan entre ellos».

¿Por qué la guerra? Es una de las claves para entender el interior del fenómeno guerra. Freud duda de que haya una definitiva respuesta. El neurólogo intuye que no hay una solución.

Recuerda la situación original cuando dominaba la violencia bruta, que se vio reforzada y sustituida por el empleo de las herramientas: armas y habilidad. Dice Freud que la superioridad intelectual comienza ya a desplazar a la fuerza muscular bruta, pero el objetivo final de la lucha sigue siendo el mismo: eliminar al enemigo, matarle.

Se ha logrado pasar de la violencia al derecho, al poder de la comunidad, y de alguna manera superada la violencia por la cesión del poder a una unidad más amplia. Pero la desigual distribución del poder entre sus miembros crea conflictos de intereses e incluso ocurre que las leyes hechas por y para los dominantes conceden pocos derechos a los dominados. Por tanto, unos manejan la fuerza y otros son incitados constantemente a la violencia, en un detestable oxímoron: pacífica violencia.

Freud, al fin, saca a relucir la teoría de las pulsiones: «conservar y unir (eróticas)-destruir y matar(de destrucción)». Siempre en una se da algo de la contraria. Es la vida. Está registrado en la Iliada. «El ser viviente protege en cierta manera su propia vida destruyendo la vida ajena». Freud deja a Einstein en silencio. No volverán a hablar del tema. Queda abierta una esperanza que se frustra cada día: «La esperanza de que estos dos factores –la actitud cultural y el fundado temor a las consecuencias de la guerra futura– pongan fin a los conflictos bélicos en un plazo limitado no sea utópica».

Sin soluciones. Se les había adelantado Pascal: «Guerra intestina del hombre entre la razón y las pasiones. Si no hubiera más que la razón sin pasiones. Si no hubiera más que las pasiones sin razón. Pero, al haber lo uno y lo otro, no puede estar sin guerra, no pudiendo tener paz con lo uno más que teniendo guerra con lo otro. Así, está siempre dividido y en contradicción consigo mismo» (Pensamientos, Gabriel Albiac).

Cada vez resuenan más fuerte los tambores de Queronea con su estruendo: la incertidumbre. «Tenemos que estar preparados para lo peor», dice el secretario general de la OTAN poco antes de reunirse Putin con Washington, la OTAN y la OSCE. Ya no es Ucrania el asunto sobre la mesa, es una partida en la que solo habrá movimientos de peones sin que el resto de las piezas del ajedrez se inmute.

El mundo sobrecoge. La prospectiva de nada sirve una vez muerta la profecía. Fallan las previsiones porque sobran datos y analistas. Es la zona gris que tan bien define la Doctrina Militar; como el Apocalipsis: «Conozco tus obras: no eres frío o caliente. Por eso, porque eres tibio te vomitaré de mi boca» (Apocalipsis 3:15-17).

Estrategia, cañones y misiles, ¿qué pasará? Palabras que la mayoría no entiende. Permítanme que les diga que la Estrategia hoy viaja en metro. No está en las reuniones entre mandatarios oscurecidos por la zona gris donde se desenvuelven. Es la Estrategia del metro la que les atenaza y a la que deben responder.

Miren las caras de los que van en sus vagones en cualquier capital del mundo, o en un asiento del autobús, del avión, viajan en bicicleta o en un destartalado vehículo. Su compañero de viaje, siempre, es un aparente inofensivo portátil. ¿Quién es? Un minero de bitcoin, por ejemplo. Trabajan en las granjas que lo dominan todo, todo lo ven sin mirar nada. En Kazajistán conocen muy bien esa nueva minería y disponen de la energía para sustentarla. Todo vale para mantenerla o adquirirla.

Es la gran dependencia: la estrategia para lograr energía en dosis inalcanzables para muchos. Esa es la guerra. Kazajistán es un lugar clave, una joya sometida a las presiones de un mundo nuevo donde es evidente que la superioridad intelectual comienza ya a desplazar a la fuerza muscular bruta, como pronosticaba Freud, pero el objetivo final de la lucha sigue sin moverse de su posición como pulsión.

Hay dos frentes abiertos que hacen peligrar la paz: Ucrania y Kazajistán. Hay muchos más con la mecha a punto. No es desquiciado pensar que en Kazajistán haya impulsos exteriores que fomenten las revueltas. Hay dos factores provocadores: la minería y la energía. Kazajistán volverá a la normalidad interesada y pactada para ese mundo impenetrable; y Ucrania no será invadida. Si repasamos el qui prodes, vemos que a Rusia no le conviene tener dos frentes abiertos cuando su corazón económico requiere un marcapasos. Necesitan mantener la zona gris con las limitaciones impuestas: clima de desinformación y confusión que hace ver lo contrario de lo que realmente ocurre. Habrá ciberataques, propaganda, sabotajes, operaciones encubiertas o clandestinas, disturbios, se mantendrá vivo el juego estratégico a base de mover los peones sin llegar al jaque mate. Se trata de ocupar una posición de privilegio, desestabilizar y debilitar al adversario.

Rusia no atacará a Ucrania. Ya lo hizo en Crimea y le salió bien. Es suficiente por ahora. Puedo equivocarme tanto como si digo que atacará, porque la prospectiva no es nada desde el momento en el que el futuro no existe. Pensar en el mañana nos diferencia del animal. Los Estados Mayores militares lo hacen. En el arte militar es ineludible intentar adivinar y prepararse para la guerra de mañana y no la de ayer. Ahora se complica cuando asistimos a la guerra de los recursos. De un mundo nuevo que depende de la energía. Era la nuclear y puede que estemos ya en la era cuántica.

La moral occidental está enmarcada en la libertad y la oriental en la sumisión disciplinada. No ha habido cambio en los conceptos vertidos entre Einstein y Freud en el ¿por qué la guerra?

Europa debería hacer una profunda reflexión, ya que se encuentra en un momento de supervivencia energética y moral. Se requiere motivación, liderazgo y convencimiento de que el uso del instrumento militar es legítimo, ético y necesario para la seguridad y para alcanzar los objetivos establecidos.

Dicho esto no estaría de más plantarse dónde empieza Europa y dónde termina y si no sería el momento de contar con todos, no dividirla entre buenos y malos, y abandonar esas zonas grises tan peligrosas.

Leo en Hiroshima, sol, silencio, olvido: «En una mañana clara y sin nubes, la muerte cayó del cielo y cambió el mundo».

Nadie lo esperaba.

Rafael Dávila es general de división en retiro y autor de La guerra civil en el norte (La Esfera de los Libros)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *