Gun control or carry permits won't stop mass murder / El control de armas no evitará los asesinatos masivos

There are few criminal events as stunning and frightening as a mass shooting. The suddenness, randomness and unpredictability of episodes like Friday's early morning massacre at an Aurora, Colorado, movie theater cause us all to wonder whether any place is safe.

In our search for some pattern or commonality to these tragedies that might help us make sense of what appears so senseless, we invariably seek answers to such questions as: "What would inspire someone to commit such a dreadful act, one that was clearly planned in terms of time and place?" and "Are there measures that would reduce the likelihood of such events or at least reduce the carnage associated with them when they do occur?"

Because the shooting suspect was alive at the scene -- many mass killers commit suicide -- we might learn a lot more than usual about a motive for mass murder. Of course, that will do little to help us prevent future events. (The number of mass murders in the U.S. has remained fairly steady, averaging about two dozen cases a year since the mid-1970s.)

Even though there is a general profile that typifies these perpetrators, their exact identities become crystal clear only in the aftermath.

If one thing is predictable about mass shootings, however, is that they will spark arguments from gun control advocates and gun rights groups alike. Both sides of the gun issue will probably view this tragedy as one more example of why more or less gun control is the answer ... and both sides will be wrong.

Tighter restrictions on gun purchasing -- for example, eliminating multiple gun sales and closing the gun-show loophole -- may help reduce America's gun violence problem generally, but mass murder is unlike most other forms of violent conflict.

Mass killers are determined, deliberate and dead-set on murder. They plan methodically to execute their victims, finding the means no matter what laws or other impediments the state attempts to place in their way. To them, the will to kill cannot be denied.

Mass shootings have been exploited just as effectively by pro-gun groups to promote legislation allowing ordinary citizens to carry concealed weapons in public places. Concealed-carry proponents suggest that an armed citizenry would deter criminals or at least reduce the death toll.

While logical in theory, in the chaos of the moment, few gun owners would be prepared to mount an effective counterattack. And in a crowded setting, such as the movie theater clouded with tear gas and smoke, it would be virtually impossible to distinguish the bad guy with a gun from the good guys with their guns.

In the short term, there will probably be security specialists who will recommend ways in which our public spaces could be better protected. Sadly, mass shootings have occurred in shopping malls, schools, restaurants, health clubs, churches, courthouses, post offices, almost any place that people congregate. None of us would wish to turn our public spaces into tightly secured fortresses.

It is also unreasonable to expect that we would begin a campaign to round up all the guns or all the potentially dangerous people who might have access to guns. Mass murder is regrettably one of the painful consequences of the freedoms we enjoy.

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Hay pocos eventos criminales tan impactantes y espantosos como un ataque armado masivo. La forma en que sucedió la masacre en una sala de cines de Aurora, Colorado, al azar e impredecible, nos lleva a preguntarnos si algún lugar es verdaderamente seguro.

En nuestra búsqueda de algún patrón o factor común en este tipo de tragedias que nos ayuden a encontrarle sentido a lo que parece no tenerlo, invariablemente buscamos respuestas a preguntas como: "¿Qué haría que alguien cometa un acto tan espantoso y que claramente fue planeado en términos de tiempo y lugar?", y "¿Existen medidas que reduzcan la posibilidad de que sucedan este tipo de eventos o que al menos disminuya el saldo de violencia asociada a ellos?

Debido a que el sospechoso del tiroteo estaba vivo en la escena —muchos asesinos múltiples se suicidan— podremos aprender mucho más de lo normal acerca de los motivos por los cuales se cometen asesinatos múltiples. Aunque claro, servirá de poco para ayudarnos a prevenir futuros eventos de este tipo. (El número de asesinatos múltiples registrados en EU ha mantenido una tendencia, con un promedio de dos docenas de casos cada año desde la mitad de la década de 1970).

Aunque existe un perfil que caracteriza a estos perpetradores, las particularidades de la identidad de cada uno se vuelven identificables solo después de ocurrido el evento.

Sin embargo, si hay algo que se puede predecir acerca de los ataques múltiples es que provocarán discusiones entre quienes recomiendan el control de armas y los grupos que defienden el uso de las mismas. Ambos actores del problema de las armas, probablemente, verán esta tragedia como un ejemplo más del por qué, más o menos, el control de armas es la solución al problema... y ambas partes estarán equivocadas.

Restricciones más severas en la compra de armas —como por ejemplo eliminar la venta de armas al por mayor y cerrar los agujeros que representan las ferias— pueden ayudar a reducir el problema de la violencia armada en Estados Unidos, pero el asesinato masivo no es como otras formas de conflictos violentos.

Los asesinos múltiples son determinados, actúan de forma deliberada y con el objetivo único de matar. Planean metódicamente la ejecución de sus víctimas, encontrando los medios necesarios para ello, sin importar qué leyes u otro tipo de elementos del Estado se interpongan en su camino. Para ellos, la voluntad de asesinar no les puede ser negada.

Los ataques masivos han sido aprovechados de una forma efectiva por grupos que están a favor de la portación de armas, quienes intentan promover una legislación a partir de la cual se permita a ciudadanos ordinarios portar armas ocultas en lugares públicos. Los que proponen la portación oculta sugieren que una ciudadanía armada podría disuadir a los criminales o al menos reducir el índice de muertes.

En teoría, el razonamiento podría parecer lógico, pero en el momento del hecho, en pleno caos, muy pocos dueños de armas estarían preparados para montar un contraataque efectivo. Y en un lugar con mucha gente, como una sala de cine, donde la visibilidad se ve afectada por la nube de gas lacrimógeno y humo, sería prácticamente imposible distinguir al malo del bueno.

A corto plazo, probablemente, habrá especialistas en seguridad que recomendarán algunas alternativas para proteger de una mejor manera nuestros espacios públicos. Tristemente, los ataques múltiples han ocurrido en centros comerciales, escuelas, restaurantes, clubes de salud, iglesias, tribunales, oficinas de correo y casi en cualquier lugar en el que se reúna la gente. Nadie querríamos convertir nuestros espacios públicos en fortalezas fuertemente aseguradas.

También sería irracional esperar que se ponga en marcha una campaña para reunir todas las armas o identificar a todas las personas que resulten potencialmente peligrosas como para tener acceso a armas. El asesinato masivo es, lamentablemente, una de las dolorosas consecuencias de las libertades que disfrutamos.

James Alan Fox is the Lipman Family Professor of Criminology, Law and Public Policy at Northeastern University in Boston and co-author of Extreme Killing: Understanding Serial and Mass Murder. He writes the Crime and Punishment blog for the Boston Globe.

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