¿Ha fracasado Vox en Andalucía?

Las lecturas que se han hecho de los resultados de Vox en las elecciones autonómicas de Andalucía han sido mayoritariamente negativas. Se ha escrito que el casi medio millón de votos obtenido por los de Abascal suponían un fracaso, un freno, una pérdida, un pinchazo y hasta un batacazo. Según estas lecturas, la ultraderecha habría sufrido un correctivo muy severo por parte del electorado andaluz, que comprometería su futuro a medio plazo.

Sin embargo, si se analizan los números sin más, Vox ha sido el único partido (aparte del PP) que ha crecido respecto de la anterior convocatoria, tanto en votos como en escaños. Casi 100.000 papeletas y dos escaños a sumar a la docena conseguida en diciembre de 2018. Es un incremento que tiene su mérito por dos motivos. En primer lugar, porque la campaña encabezada por Olona fue un desastre de principio a fin, algo inédito en una formación que acostumbra a hacer muy buenas campañas. Y en segundo lugar, porque Vox fue capaz de mejorar su resultado en un contexto en el que su principal rival en el espacio de la derecha crecía exponencialmente, hasta alcanzar la mayoría absoluta. Lo “normal” hubiese sido que el incremento de voto al PP se hubiera llevado una parte del voto a Vox. Pero no ocurrió así. A pesar del subidón popular, los de Abascal resistieron, e incluso crecieron. La situación no es nueva, puesto que ya pasó en Madrid hace un año, cuando el PP se disparó con casi un millón de votos más mientras Vox mantenía sus posiciones, sumando casi 50.000 sufragios y un diputado en la Asamblea.

Entonces, ¿por qué se considera un fracaso el resultado de Vox en Andalucía? Básicamente, por las expectativas generadas en esta convocatoria electoral, por el propio partido y por las encuestas previas. Vox venía de convertirse en el actor clave en las recientes elecciones de Castilla y León, donde obligó al PP a hacerle un sitio en el Gobierno autonómico, inaugurando lo que parecía una nueva fase en su estrategia de condicionar a los populares ya no desde el Legislativo, como hasta entonces, sino exigiendo su cuota de cargos en el propio Ejecutivo. Precisamente, toda la campaña andaluza giró alrededor de la posible entrada de la extrema derecha en el Gobierno autonómico, alentada por el propio Vox y por la izquierda, que veía en esa idea el único elemento con capacidad de movilizar a un electorado aletargado. La mayoría absoluta conseguida por Moreno Bonilla, y la consiguiente incapacidad de Vox de condicionar al nuevo Ejecutivo, es lo que convierte en un fracaso el resultado obtenido por Olona.

A esa idea contribuyeron también las expectativas generadas por los sondeos, que mayoritariamente pronosticaban que Vox conseguiría un resultado mucho mejor del que finalmente obtuvo. De las 37 encuestas publicadas entre el anuncio de la convocatoria y la fecha límite de publicación de sondeos, sólo siete situaban a la extrema derecha por debajo del 15% del voto válido. El resto preveía un porcentaje de voto mayor al finalmente obtenido. Incluso cinco encuestas predijeron que Vox superaría el 20%. Más allá de posibles manipulaciones para favorecer según qué escenarios, parece evidente que los institutos demoscópicos quisieron enmendar su error de 2018, cuando subestimaron la dimensión del voto a una extrema derecha que se estrenaba electoralmente en Andalucía. Comparado con las expectativas generadas por las encuestas, el resultado final de Vox (13,4%) sí puede parecer realmente un fracaso, y parte del análisis de la noche electoral venía condicionado por el escenario que habían dibujado los sondeos en las semanas previas a las elecciones.

Pasado el primer momento, la idea de que Vox pinchó en Andalucía sólo puede sostenerse en base a comparaciones de difícil encaje. Obviamente que los resultados son peores que los de las generales de noviembre de 2019, pero es que el voto a Vox en esa convocatoria estuvo muy condicionado por la violencia desencadenada en Barcelona a raíz de la sentencia sobre el procés en los días previos a la elección. Es por ello que el resultado de Vox en esa convocatoria no es un buen indicador para calibrar la evolución de su voto. Mejor comprarlo con la convocatoria de abril del mismo 2019, en la que Vox obtuvo precisamente el 13,4% del voto válido andaluz.

Pero no sólo la miopía explicaría que se pueda sostener aún hoy que Vox ha pinchado en Andalucía. Puede que algunas de las lecturas que se hacen de su resultado persigan otros fines, como el de querer borrar a la extrema derecha del escenario con vistas al año electoral de 2023. Si se fija la idea en el imaginario colectivo de que Vox retrocede, o incluso que está en caída libre, se desvanecerá su papel como actor con capacidad de condicionar mayorías no sólo en ayuntamientos y parlamentos autonómicos, sino también (y principalmente) en el Congreso.

Oriol Bartomeus es profesor de Ciencia Política en la Universitat Autònoma de Barcelona.

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