Hablar con ETA

Por José Ignacio González Faus, responsable de teología de Cristianisme i Justícia (LA VANGUARDIA, 10/07/06):

Los hechos son tozudos y acaban por poner sobre la mesa sugerencias extrañas: todo apunta a que ni PP ni HB quieren de veras la paz en Euskadi. Sólo querrían una paz cuyos autores y protagonistas fuesen ellos. Cualquier otra paz ya no les interesa. Así acaban encontrándose, como PP y ERC se convirtieron en pareja de hecho ante el Estatut. Ahora sólo ellos repiten que Zapatero hará lo que decidan los vascos sin citar lo de "dentro del orden vigente". ¡Qué sabio es el dicho de que los extremos se tocan! Se tocan porque, en contra de lo que ellos parecen creer, la Tierra no es plana sino redonda.

Por lo que se refiere al PP, Javier Arenas lo formuló nítidamente cuando era portavoz: "Nosotros queremos acabar con ETA, lo que ellos quieren es que ETA se acabe". Pero acabar con el terrorismo sin que éste también se acabe por decisión propia sólo lleva a una solución interina: pasarán los años y el mal, como un cáncer sólo extirpado, reaparecerá en metástasis imprevistas. La frase de Arenas parecía decir: nosotros queremos la victoria; ellos sólo quieren la paz. Esta mentalidad da razón suficiente de lo que hemos presenciado, espantados, desde que ETA declaró la mayor de sus treguas.

Por lo que se refiere a HB, ¡precisamente por eso hay que hablar con ellos!: para decirles que, si quieren de veras la paz, renuncien a poner piedras en el zapato del proceso, con apariciones y declaraciones que bordean los límites de la legalidad y dan armas al PP. Que si quieren la parte de protagonismo que les corresponde como ciudadanos, tengan agallas y valentía para ser los primeros de la llamada izquierda abertzale que condenan públicamente la violencia. Hablar, para buscar modos de hacer esa condena y fórmulas que resulten suficientes para unos y otros (si es que tal condena les crea problemas ante la facción más bestia de ETA que sigue pidiendo "muertos encima de la mesa", para "celebrarlos descorchando una botella de cava"). De eso hay que hablar y para eso hay que reunirse. Zapatero hace mal en no avisar a Rajoy antes de hacer públicas algunas decisiones. Pero un error en las formas no desvirtúa el fondo de la cuestión (si Suárez no hubiera legalizado el PC en aquella Pascua feliz de hace treinta años, la extrema derecha habría cobrado una baza importante y nuestra transición habría quedado manca). Luego de esas primeras conversaciones, y una vez legalizada HB, se podrá seguir hablando de las demás cosas. De todas: porque hablar no es "bajarse los pantalones" (a menos que tengamos el órgano de la palabra en otro sitio, como algunos parecen pensar).

Por ese afán de anteponer el propio protagonismo a la paz, ambos (PP y HB) se crean una realidad virtual en la que viven y desde la que hablan y definen. Los unos dicen que "ETA ha dado una gran prueba de generosidad al declarar la tregua" (así Joseba Permach). Pero no matar no refleja generosidad, sino sólo el mínimo nivel de humanidad. Y todo obliga a pensar que si ETA declaró la tregua no fue por generosidad, sino porque se veía sin otra salida, gracias (todo hay que decirlo) a la magnífica labor policial del PP en sus años de gobierno.

Los otros, en cambio, proclaman que hablar es ceder al chantaje (olvidando que ellos hicieron lo mismo cuando gobernaban); que "no en nuestro nombre" (¿quieren decir: ya que nosotros tenemos víctimas que llorar, no queremos evitar que las tengan otros?); que "es una vergüenza que ETA consiga ahora (que no están ellos) lo que no consiguió en 38 años de matar": cuando también ETA puede aprender que sólo dejando de matar cabe conseguir algo; que se está tratando de "entregar Navarra" y "pagar un precio político": como si además de precios políticos, no existiera una serie de precios "humanos" (como acercar los presos, como hizo el PP cuando la tregua anterior) o psicológicos o lingüísticos, que se pueden tantear a ver si resultan razonables y facilitan las cosas. Identifican hablar con colaborar, y así ni Rajoy podrá hablar con Zapatero: pues éste se ha convertido en terrorista sólo por hablar con ETA; y si Rajoy hablase con él incurriría en "colaboración con banda armada". Kafkiano.

Desde esta realidad virtual olvidan ambos un elemental principio ético: unos que el fin (por legítimo que se crea) no justifica los medios. Otros que los medios no satanizan al fin y que, si una causa es justa (o tiene algo de justo), no deja de serlo porque se la defienda mal. Se parecen entonces a la extrema derecha israelí, que aboga por no negociar con los palestinos porque son terroristas, olvidando que la suya es una de las causas más justas que existen.

Una frase feliz de la liturgia católica reza que "Dios es todopoderoso sobre todo cuando perdona". Esta concepción del poder, tan distinta a la habitual entre nosotros, permite atisbar que algunos partidos y colectivos son en realidad débiles, por mucho que vayan de fuertes por la vida. "La intolerancia es la angustia de no tener razón", decía el Nobel Sajarov, que sabía algo de esto.

Dos cosas, para acabar. Una conclusión: utilizar el trabajo por la paz como forma de derribar al gobierno de turno sería una de las cosas más innobles que se han hecho en la política española. Yo no abrigo demasiadas esperanzas, porque ETA no me inspira confianza. Pero es obligado intentarlo.

Y una petición lo más sincera y desarmada posible al señor Alcaraz: por favor, por lo que usted más quiera, no convierta su asociación (sin cambiarle las siglas) en una Asociación de Venganza del Terrorismo. Eso sólo generará división entre las víctimas. Porque, tan sagrada y tan digna del más entrañable respeto como es la condición de todas las víctimas, no por ello está exenta de la tentación del victimismo, que corrompe lo mejor. Yel resentimiento es siempre una herida mal cerrada que no deja de supurar e impide vivir con plena salud humana.