¿Habrá Jefe de Gobierno?

Casualidades de la historia o ironías del destino, esta pregunta que ronda durante meses nuestro actual panorama político se la hacía también, tal día como hoy hace exactamente medio siglo en 1966, el mítico diario Madrid, cerrado luego por la dictadura de Franco el 25 de noviembre de 1971. Era el título de un editorial que abría la etapa del llamado Madrid independiente bajo el liderazgo intelectual de Rafael Calvo Serer. Se refería fundamentalmente a la introducción de la figura del presidente del gobierno, como distinta del jefe del Estado, en el proyecto de Ley Orgánica del Estado que entonces se estaba gestando. Justo es recordar hoy este hito de la historia del periodismo en España. Madrid daría mucho que hablar y ha pasado a la historia como un símbolo de la imposibilidad de una libertad de expresión real en el tardofranquismo pese a la apertura de la Ley Fraga de Prensa e Imprenta de 1966.

El propio ministro gallego corroboró que la información sobre la que opinaba el diario era más que fidedigna. Escribió en su dietario personal: «Llega el primer tiro, bien centrado, sobre la operación Ley Orgánica: lo lanza Calvo Serer desde el diario Madrid». El tiempo daría enseguida la razón sobre dicha puntería. El editorial avivó el hasta entonces decaído debate político, casi inexistente por mor de la censura previa existente hasta la primavera de 1966. De hecho, la Ley Orgánica se sometería a aprobación de las Cortes y a referéndum popular a finales de ese año, e incluyó la figura del presidente del gobierno.

En su anotación del día 6 de septiembre, el siguiente al del editorial, Fraga seguía la jugada: «Gran repercusión del artículo de Calvo Serer, que inicia su escalada en el “Real Madrid”». Con ironía, jugaba con el doble sentido del equipo de fútbol y de la conocida filiación monárquica de su implícito autor. A este editorial siguieron varios más en una línea reformista del régimen que provocó la enemiga de la prensa sindical y del Movimiento. Valgan esto ejemplos: «¿Estamos en un sistema representativo? El pueblo español debe tener la última palabra»; «Hombres nuevos para nueva estructuras. Elecciones libres y reforma sindical»; «El pluralismo político. Neolegitimistas, continuistas, reformistas»; «Realidad de las regiones. Eficacia de la Administración descentralizada»; «Treinta años de vida española. Un Estado abierto y una sociedad en marcha». Siguiendo la metáfora empleada por Fraga, a través de esos disparos Madrid se colocó pronto en el centro de la palestra del debate público. Como escribiría Antonio Fontán, director del diario a partir de abril de 1967, «era un estilo poco usual de decir las cosas, sin ambigüedades, arrogancias ni celtiberismos (...), una invitación a abordar los problemas políticos de España en términos reales». Lo hacía además desde una perspectiva crítica y bastante inédita para la época. En el referido editorial se afirmaba que no hacía falta una ley orgánica para esa separación de poderes. Tampoco se veía necesaria ni conveniente la posible institucionalización del Movimiento, «a juzgar –argumentaba– por las corrientes de pensamiento que circulan por el país». Ya en los últimos párrafos aludía a un «nuevo clima público» en el que se acentuaba cada vez más «el pluralismo social y la necesidad de que este pluralismo tenga expresión política». A cincuenta años vista pueden parecer suaves y candorosas las críticas formuladas pero la hipersensibilidad de los gobernantes era grande: no estaban habituados a que se expresara públicamente la disconformidad, y menos aún ante un proyecto bendecido por Franco. Conocemos la historia completa con su final. El disparo del 5 de septiembre fue solo el inicio de desencuentros cada vez más frecuentes que tuvieron un primer punto culminante en los cuatro meses de suspensión de 1968 a raíz del célebre «Retirarse tiempo. No al general De Gaulle», firmado por Calvo Serer y que toda la opinión pública interpretó como invitación dirigida a otro general más cercano. Además, con la llegada de Fontán a la dirección se renovó la redacción y llegaron periodistas jóvenes que imprimieron una línea informativa que incomodaba al régimen al airear, desde el punto de vista noticiero, los problemas que tenía España. Madrid se mostró reacio o tibio en la adhesión al régimen, lo que solía doler más a sus hombres. En la retina de todos quedó, para la historia, la fotografía de la voladura controlada del edificio que albergaba el periódico, producida año y medio después de su cierre. El punto de partida, con fuego real, ocurrió hace hoy cincuenta años. Se discutía el aperturismo que la figura de un presidente del gobierno distinto de Franco podía significar en la dictadura; hoy, medio siglo después, buscamos simplemente –más bien habría que decir complejamente– un presidente y un gobierno que abran la política a los ciudadanos para que vuelvan a creer en ella. Hoy también necesitamos, un «nuevo clima público», como reclamaba entonces Madrid.

Carlos Barrera, profesor de Historia del Periodismo de la Universidad de Navarra.

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