Hace diez años un hombre armado trató de silenciarme

Un minuto de silencio en la escuela primaria de Tucson, Arizona, para conmemorar a Christina-Taylor Green, quien fue asesinada en un evento organizado por la oficina de la legisladora Gabrielle Giffords en enero de 2011. Credit John Moore/Getty Images
Un minuto de silencio en la escuela primaria de Tucson, Arizona, para conmemorar a Christina-Taylor Green, quien fue asesinada en un evento organizado por la oficina de la legisladora Gabrielle Giffords en enero de 2011. Credit John Moore/Getty Images

Hoy hace diez años me reuní con mis electores frente a una tienda de abarrotes en Tucson, Arizona. Era una joven congresista, que acababa de tomar protesta para mi tercer mandato; había sido una campaña larga y dura en un ambiente nacional tenso. Esa mañana, poco después de llegar al lugar, un hombre armado abrió fuego. Me disparó en la cabeza a corta distancia. Otras dieciocho personas resultaron heridas. Seis murieron.

¿Cómo se siente sobrevivir en un mundo que ha cambiado para siempre? ¿Cómo se lamenta una pérdida, pero se sigue adelante con determinación? ¿Cómo se lidia con el país de una manera nueva?

Estas son preguntas oportunas para los estadounidenses en estos días. Hemos sufrido mucho durante el último año y nuestros tiempos difíciles no han terminado. Hace dos días una turba furiosa asaltó el Capitolio de Estados Unidos, incitada por el presidente Trump. Me preocupé mientras esperaba saber si mi esposo, el senador Mark Kelly, y su personal estaban a salvo mientras se refugiaban en el lugar.

El miedo que sentí mientras esperaba fue un eco aterrador del miedo que él sintió hace exactamente una década esta semana. Era el eco del temor que millones de padres han experimentado al recibir informes de cierres de escuelas y tiroteos en el vecindario. Esta vez ese miedo lo vivieron las familias de tantos funcionarios electos y sus equipos, así como el personal del Capitolio mientras el mundo observaba cómo se traspasaban los muros del Congreso.

En el décimo aniversario de ese tiroteo en el que casi pierdo la vida, durante una semana en la que nuestro país reflexiona conmocionado, quiero compartir lo que he aprendido sobre la resiliencia y la determinación. No empieza conmigo, sino con Abraham Lincoln.

Toda mi vida, he estudiado al presidente Lincoln. En el verano de 1862, apenas unos meses después de un invierno frío y desesperado en tiempo de guerra cuando murió su joven hijo Willie y unas semanas antes de que pronunciara la Proclamación de Emancipación original, Lincoln escribió a un joven cadete vacilante, Quintin Campbell: “Apégate a tu propósito y pronto te sentirás tan bien como siempre. Al contrario, si vacilas y te rindes, perderás el poder de mantener cualquier resolución y te arrepentirás toda tu vida. Sigue el consejo de un amigo que, aunque nunca te haya visto, simpatiza profundamente contigo y apégate a tu propósito”.

El presidente acababa de experimentar una profunda pérdida, la incertidumbre de la guerra lo rodeaba. Y sin embargo su visión y propósito estaban claros: una nación unida, más libre y más justa, lograda a través de la resolución y determinación de sus compatriotas estadounidenses. Esa tenacidad le dio fuerza.

Nunca soñé que tendría algo en común con Lincoln. Pero ambos fuimos el blanco de la bala de un asesino. Pero, por la gracia, la suerte, la dedicación de los médicos y enfermeras, así como el apoyo de mis amigos y familia, yo sí sobreviví.

Esa mañana de enero, había estado esperando pasar tiempo con la gente que representaba para hablar de sus esperanzas y necesidades. Era la parte del trabajo que más me gustaba. Desde entonces, no he dejado de luchar un solo día para recuperar todo lo que perdí, desde caminar hasta hablar y poder servir a mi país. He tenido que reexaminar mis propias esperanzas y expectativas. Es agotador. Pero me apego a mi propósito: quiero hacer del mundo un lugar mejor. Todo el sentido de posibilidad que sentía cuando llegué a ese estacionamiento hace diez años sigue conmigo.

Todos los días pienso en que mientras yo sobreviví, estadounidenses maravillosos murieron: el juez John Roll, un republicano que nunca dejó que nuestras diferencias políticas nos impidieran tener una conversación respetuosa y admiración mutua. Una niña de tercer grado llamada Christina-Taylor Green, de apenas 9 años, que estaba allí ese día para conocerme porque estaba interesada en postularse a un cargo público algún día. Gabe Zimmerman, amigo y parte de mi equipo. Este aniversario no es solo mío, sino que pertenece a sus familias y a todos los que sobrevivieron también.

El último año ha sido muy duro para todos nosotros. La pandemia ha devastado nuestras familias y comunidades. Perdí a mi amigo Manny Alvarado a causa de la COVID-19. Se han perdido empleos. Los niños están tratando de aprender a través de una pantalla. Es desgarrador. La gente está asustada y enojada. Estamos rodeados de rencor, ira y odio, lo que culmina en las escenas de esta semana en las que los estadounidenses intentan socavar su propia democracia. Va a pasar mucho tiempo antes de que nos sintamos fuertes de nuevo.

Y aun así sigo no solo determinada, sino optimista. Me baso en mis experiencias de esta última década. Trabajando con líderes y activistas locales, el movimiento de seguridad de las armas ha pasado de ser tentativo y disperso a apasionado, diverso y efectivo. Nos hemos enfrentado a la Asociación Nacional del Rifle y a los fabricantes de armas corporativos y hemos aprobado cientos de leyes a nivel local. Aprobamos el control universal de antecedentes antes de la compra de armas de fuego en la Cámara de Representantes con 50 votos bipartidistas en 2019. Elegimos un presidente y líderes estatales dedicados y decididos a reducir la violencia con armas de fuego.

Los obstáculos son solo retrasos temporales. He trabajado todos los días para mover mi brazo y pierna derechos. He entrenado todos los días para recuperar mi capacidad de hablar. Este verano di el discurso más largo de mi vida, en apoyo al presidente electo Joe Biden y su visión de un Estados Unidos más seguro y fuerte.

No nos aguarda una recuperación mágica como nación. Tenemos un largo camino por recorrer. Estamos viviendo las consecuencias de años de discursos incendiarios y falsas acusaciones. Mediante el trabajo duro, la intención y el compromiso, nuestro país superará la rabia de aquellos que asaltaron el Capitolio con banderas confederadas y símbolos de odio. Sacamos fuerza de la valentía y la determinación de nuestros socorristas y trabajadores de primera línea. Ellos me inspiran.

Avanzaremos juntos como yo lo hice y lo sigo haciendo todos los días, paso a paso. Cuando una persona flaquea, otra interviene para levantar a los débiles y dar fuerza a los que dudan. La resolución y determinación de todos nosotros serán el motor de los años futuros.

Gabrielle Giffords fue representante demócrata por Arizona de 2007 a 2012. Es fundadora de Giffords, una organización dedicada a salvar vidas de la violencia con armas de fuego en Estados Unidos.

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