Hace falta otro pacto antiterrorista

La furgoneta bomba de Barajas ha sorprendido por la falta de anuncio de la ruptura de la tregua por parte de ETA, pero desgraciadamente era esperable que sucediera. Cuando se dice que los procesos de diálogo para poner fin a la violencia son "largos, duros y difíciles", se está de hecho reconociendo que siempre existe el riesgo de rebrotes violentos. En esta ocasión, la bomba le ha explotado también políticamente en las manos a ETA pues, contra lo que parecía su intención (causar grandes destrozos, pero no víctimas mortales), ha asesinado a dos emigrantes ecuatorianos. Una prueba más de hasta qué punto la organización terrorista vive en un mundo de mitos y hazañas bélicas que nada tiene que ver con el mundo real. Porque en el mundo real hay emigrantes que recogen a sus familias en el aeropuerto para pasar juntos las fiestas y que se quedan echando una cabezada en sus coches, seguramente para descansar del enorme trabajo que les cuesta reunir el dinero para que puedan venir sus familiares. En el mundo real existen los otros seres humanos, algo que la mirada narcisista de los terroristas (que solo tiene ojos para los suyos y para su dolor) es incapaz de ver.

Tras el atentado se abre una nueva fase en el proceso de desaparición del terrorismo en España. Y resulta evidente que habrá que afrontar esa nueva fase con los instrumentos políticos adecuados. La bomba pone paradójicamente en evidencia la debilidad de ETA y supone un serio revés para los intereses de su brazo político, Batasuna. El mundo etarra sigue sin asumir que el Estado de derecho no se rije por un orden cuartelario de ordeno y mando desde el Gobierno, que la ley es la medida de la realidad social y que fuera de ella no hay margen para la acción política. Las nuevas detenciones y procesos, que se sumarán a todos los que hasta ahora lleva encajados ETA, y la desaparición del mapa institucional de Batasuna en las municipales de mayo puede que le hagan aprender de una vez por todas la lección.

PERO el atentado de Barajas ha enterrado también el que durante años ha sido el principal instrumento político de la lucha antiterrorista: el pacto antiterrorista suscrito por PP y PSOE. Un elemento crucial de ese pacto era la lealtad del partido de la oposición hacia el Gobierno en materia de política antiterrorista. Porque la política antiterrorista la diseña y dirige el Gobierno de la nación, no la oposición. Sin embargo, el PP ha violado sistemáticamente ese pacto desde las elecciones del 2004 y, muy particularmente, durante toda la tregua de ETA. Ahora se habla de nuevo de volver a la unidad en la lucha antiterrorista, palabras que en boca de dirigentes populares resultan un verdadero sarcasmo. ¿Unidad solo cuando se aplica la política que defiende la oposición? Parece que en la dirección del PP aún no se han enterado de que no son ellos quienes gobiernan. ¿Unidad solo de dos partidos, uno de los cuales apuñala al otro por la espalda todo el tiempo?

Cuando ha sido más necesaria que nunca la unidad y el apoyo al Gobierno en la dificilísima tarea de dialogar con una organización terrorista (difícil moral, política y legalmente), el Partido Popular ha traicionado el pacto antiterrorista sin el menor rubor, más aún, aplicando la vieja táctica del ladrón que grita "¡al ladrón!", y señala a otro para mejor escapar con su botín. ¿Cuál es el botín en este caso? El acoso y derribo del Gobierno de Zapatero. Por el contrario, el Gobierno ha contado con el apoyo firme y prudente de PNV, CiU, IU, ERC y BNG. Esos son pues los agentes políticos fiables, los integrantes de un amplio bloque democrático que propugna una lucha antiterrorista que articule la aplicación rigurosa de la ley con las políticas de diálogo que permitan acabar con él. Porque el final del terrorismo será dialogado, eso solo puede negarse desde la pura demagogia o el pensamiento de la extrema derecha, la cual, por cierto, ha hallado un filón en la manipuladora política actual del PP: la pasada concentración de la Asociación de Víctimas del Terrorismo en la Puerta del Sol parecía desdichadamente un acto de Fuerza Nueva, solo le faltaba Blas Piñar brazo en alto.

ES NECESARIO pues un nuevo pacto antiterrorista que integre a las fuerzas que han apoyado la lucha antiterrorista en esta coyuntura difícil. El PP bien podría participar en ese nuevo pacto, pero para ello debería poner fin a su estrategia que, en los dos últimos años, ha sido la de anteponer la lucha antigubernamental a la lucha antiterrorista. Un pacto nuevo sería la consecuencia lógica de la anulación de la moción parlamentaria que autorizó en su día el diálogo. Exigiría una lealtad más constante de nacionalistas vascos y catalanes, pero sería sin duda mucho mejor instrumento para encarar la nueva fase que se avecina. El monumental error estratégico de ETA, con su carga de dolor y de frustración, puede volverse como un bumerán contra los partidarios de la violencia, lo importante es que el Gobierno cuente con un respaldo honesto en el Parlamento que le permita ser tan riguroso como flexible, según sea necesario a la vista de la evolución de los acontecimientos. Un nuevo Pacto Antiterrorista permitiría al Gobierno tomar la iniciativa en el proceso del fin de la violencia. Y solo quien tiene como principal objetivo hundir al Gobierno puede ver con malos ojos que éste tome la iniciativa en tan crucial cuestión política.

José Manuel Fajardo, escritor.