Hace falta una derecha y una izquierda distintas

Cuando se me interpela acerca de qué derecha necesita España, respondo que, en cualquier caso, necesita una derecha distinta de la que tiene. Pero también una izquierda diferente de la que actualmente dispone. Y ni lo uno ni lo otro deben distraer nuestra atención acerca de la necesidad de articular un espacio de centro que serene y modere el debate político.

Pero como lo que se me propone hoy es debatir sobre la derecha, a ello me ceñiré. La radiografía de las actuales Cortes Generales permite hilvanar unas cuantas reflexiones que dan perspectiva al debate planteado. España tiene hoy una articulación política basada en dos grandes partidos de ámbito estatal, PSOE y PP. A su izquierda el PSOE tiene a IU; en cambio, el PP no tiene a nadie a su derecha. Después incidiré de nuevo en esta observación, pero de entrada apunto una primera consideración. Lluís Bassets, en el artículo "Todas las derechas en una", comentando la federación de las diversas derechas alrededor de Sarkozy, afirmaba que "nunca debiera ser un demérito arrastrar votos desde fuera del sistema al interior de las filas democráticas". Estando de acuerdo, nada tiene, pues, de obsceno que el PP, al no tener a nadie a su derecha, reciba el voto de derechas distintas, desde la más extrema hasta la derecha conservadora democrática.

No obstante, siguiendo las tesis del citado artículo, mientras la derecha de Sarkozy ha generado empatías en torno a un proyecto ambicioso de reformas destinado a recuperar el crecimiento económico y liderazgo francés en Europa, éste no es el caso de la actual derecha española. Ésta sigue arrastrando el complejo de la historia del siglo XX. No ha sido capaz de separarse nítidamente de herencias de tiempos pasados. Ni tan siquiera ha condenado con firmeza el franquismo. Es cierto que estas circunstancias no autorizan a nadie a calificar de franquista a la derecha española actual. Tan cierto como que nada le exime a ella de representar a la derecha sociológicamente más apegada al pasado.

Sucede además que en los últimos años la derecha española se limita a airear las torpezas, inconsistencias o simplemente errores del Gobierno, que de haberlos, haylos y no pocos. Incluso, lo que es más grave todavía, no muestra reparo alguno en zarandear asuntos de Estado, al compás de los intereses de partido más mezquinamente electoralistas, como se ha visto una vez más en la reciente campaña electoral municipal. Se me podrá objetar, y con motivo, que en algunos ámbitos la izquierda gobernante y el propio presidente del Gobierno han demostrado también tratar con ligereza alguno de esos temas de Estado. Razón de más para criticar a la derecha por no haber aprovechado la ocasión para mostrar un rostro distinto en ámbitos como el de la lucha antiterrorista.

No hay visos, por tanto, de una auténtica derecha potente, ambiciosa y dispuesta a liderar un proyecto en positivo para una sociedad gobernada hoy por una izquierda más "radical" que socialista, que vive de la gesticulación más que de los réditos de su acción de gobierno. Da la sensación de que la derecha actual no pretende tanto la adhesión de nuevos apoyos electorales como mantener los que ya tiene y desmovilizar los del adversario. Así no se construye un país, ni se articula una derecha sólida y moderna, aunque su estrategia permitiera cumplir su objetivo, que no es otro que el de ganar las elecciones al precio que sea.

Retomo la observación acerca de que "a su izquierda el PSOE tiene a IU; en cambio, el PP no tiene a nadie a su derecha". El valor de una fuerza política se mesura también por su capacidad de generar mayorías estables entorno suyo. Llegados a este extremo, conviene destacar la presencia de fuerzas políticas nacionalistas en el arco parlamentario. Pues bien, mientras la izquierda del PSOE pacta con IU y ERC (al margen del balance de esta alianza para España y para el propio PSOE, a mi entender, tan negativo para el conjunto español como para los socialistas) y podría hacerlo con CiU y con el PNV, la actual derecha española no puede llegar a pacto alguno. Y ése es un segundo problema grave para la actual derecha española.

En la segunda legislatura de Aznar, la derecha española perdió una gran oportunidad de articular una España en la que Cataluña se sintiera cómodamente integrada. Perdiendo votos en el intento, CiU hizo un planteamiento profundamente meditado de culminar el Estado de las Autonomías. No se trataba de reformar la Carta Magna, ni tan siquiera el Estatuto de Cataluña. Nuestra propuesta se limitaba a releer conjuntamente el bloque constitucional autonómico, a la luz de decenas de sentencias que nutren un corpus jurisprudencial mucho más autonomista que la interpretación y aplicación que el PSOE y el PP han seguido desde sus gobiernos. El PP trató nuestra propuesta con despecho, ni tan siquiera se dignó a considerarla. Después ha venido lo que ha venido, y la actual derecha española ha fomentado que se desataran todas las iras contra Cataluña. Imperdonable.

Observo en este ámbito de reflexión que la derecha española actual o bien ignora, o bien desprecia, nuestra dignidad y memoria. Es lógico que le interese visualizar que puede entenderse con nosotros puesto que sabe que, a pesar de todo lo que ellos, y también el PSOE, han aireado, pactar con CiU es un sólido activo.

Pero me temo que la "subida al monte" de la derecha española, más allá de la epidermis de la coyuntura tenga un fondo estructural. Celebraría equivocarme, pero con la derecha actual no sería posible la Constitución vigente ni el Estado de las Autonomías. Claro está que el buenismo, la improvisación, la simpleza, y la inconsistencia de la izquierda gobernante tampoco ayuda. ¿Para cuándo un centro que les modere y modere España? Sin duda, CiU va a ser más necesaria que nunca.

Josep A. Duran i Lleida, secretario general de CiU y presidente del Comité de Gobierno de Unió Democràtica de Catalunya.