Por Mariano Rajoy, presidente del PP (EL MUNDO, 11/03/05):
Hace un año España fue sobrecogida por la violencia terrorista.192 muertos y 2.062 heridos de distinta consideración colocaron a la sociedad española ante una situación en la que tuvo que dar la medida de sí misma. La sacudida emocional fue tan brutal como inesperada. Nunca como hasta ese momento el terror nos golpeó a los españoles con una contundencia tan terrible. Nunca como hasta entonces el terrorismo trató de conducirnos a la desesperación más absoluta.
Hace un año una punzada trágica atravesó el país de arriba abajo.Cada uno de nosotros guarda un recuerdo preciso de aquellas primeras horas en las que el dolor fue propagándose implacable, creciendo en intensidad a medida que la gravedad de los atentados desvelaba toda su desmedida crueldad. En este sentido, los atentados de hace un año y las imágenes que asociamos al 11 de Marzo de 2004 permanecerán indelebles en la memoria de una sociedad que ya no podrá ser igual desde entonces.
Sí, aquello sucedió, desgraciadamente, y nunca podremos ni deberemos olvidarlo. Las dentelladas de la violencia miserable del terrorismo han quedado clavadas en el alma de una sociedad herida por ellas.Es cierto que ya las conocíamos antes del 11-M. Nuestra lucha contra el terrorismo no es nueva. Son más de un millar las víctimas causadas por los terroristas. Sin embargo, el 11-M fija un abrupto después debido a la intensidad del dolor que tuvimos que soportar de una sola vez. Precisamente esta circunstancia exige de todos la voluntad firme de evitar que vuelva a producirse y de hacerlo codo con codo, sin diferencias ni matices, unidos todos firmemente por el deseo de una sociedad que tiene ante sí la responsabilidad colectiva de ser fiel a la dignidad de las víctimas.
En este sentido, el 11-M exige de cada uno de nosotros respeto al dolor. Al dolor de las familias y de quienes padecieron directamente los atentados; al dolor de una sociedad que se vio agraviada en lo más profundo de su ser: en esa libertad que constituye el eje sobre el que se vertebra nuestro modelo de convivencia.La deuda de solidaridad que los españoles tenemos con todas las víctimas del terrorismo es eterna. El dolor de las mismas exige del conjunto de la sociedad española todo el afecto, el respaldo y el trato generoso que seamos capaces de dispensarles. La grandeza moral que porta consigo su testimonio de sacrificio no admite distingos de ninguna clase. Como tampoco el desprecio unánime que merece la bajeza y cobardía de los terroristas. Estaríamos perdiendo una batalla moral ante ellos si cediéramos a la peligrosa tentación de matizar o adjetivar la realidad misma del horror que practican y que no es otra que la de causar el terror de las sociedades abiertas obligándolas a bajar la cabeza ante el chantaje de su amenaza, conduciéndolas al desistimiento en el ejercicio de los principios y de los valores democráticos que hacen posible el modo de vida que, precisamente, disfrutaban las víctimas de la violencia terrorista antes de que ésta se produjera.
No olvidemos esto. No lo hagamos porque si queremos afrontar el desafío terrorista se exige de nosotros la voluntad de vencerlo sin matices. Al terrorismo hay que decirle no con gallardía y eficacia. Empleando todos los medios a nuestro alcance y con el solo límite de la ley democrática en la que creemos. Quien quiera frivolizar, quien desee hacer partidismo y quien trate de desplegar estrategias a corto plazo con el terrorismo se equivoca.Está haciendo un flaco favor a la España democrática que tratamos de salvaguardar de la amenaza terrorista y, sobre todo, está ofendiendo a la memoria de las víctimas.
El terrorismo no admite ningún tipo de demagogia. Los populares estamos seriamente preocupados ante la deriva sesgada que algunos quieren introducir en torno a las conclusiones de una Comisión de Investigación del 11-M que desean cerrar precipitadamente, cuando hay todavía numerosas incógnitas sin resolver. Si alguien quisiera materializar esta tentación, estaría utilizando el terrorismo como arma arrojadiza entre quienes defendemos la libertad y los valores amenazados por él. Supondría, lisa y llanamente, dañar la fuerza de la legitimidad democrática que impulsa su combate y que no es otra que la unidad sin fisura de los demócratas.
El no al terrorismo debe ser sereno, decidido y responsable.El no de esos hombres y mujeres de bien que asumen juntos la responsabilidad y la decisión de vencerlo unidos y que, por eso mismo, respaldan la fuerza del Estado de Derecho con la lealtad que impone el patriotismo cívico que emana de nuestro compromiso con la España constitucional.
No puede eludirse el desafío del terrorismo tratando de mirar hacia otro lado. Hay que mirarlo de frente, cara a cara. Es más, que nadie crea que a los terroristas se les disuade con diálogo y con palabras. Es necesario que los españoles sepan que los terroristas no van a dejarnos en paz porque tratemos de contentarles o porque les demos la espalda. Volverán a asesinar siempre que puedan. Por eso no podemos bajar la guardia.
Debemos permanecer alerta y desarrollar estrategias que eviten sus acciones. Debemos vencerlos sumando apoyos, ampliando la colaboración antiterrorista e implicando a aquellos que comparten con nosotros un horizonte común de valores amenazados por el terror.
La única alianza posible contra el terrorismo es la que forjemos las sociedades libres. De hecho, ninguna de ellas se librará de antemano de la agresión terrorista con gestos de apaciguamiento.El terrorismo busca destruir los valores de libertad y modernidad que compartimos los pueblos que hemos hecho de ellos los principios de nuestra forma de vida civilizada. Por eso, el mejor homenaje que podemos rendir a las víctimas del azote terrorista de hace un año es mirar hacia delante fortaleciendo juntos nuestra sociedad libre. Así podremos seguir dando los pasos para que se haga definitivamente justicia con las víctimas mediante nuestra victoria final sobre el terror.