Hacer política con la cultura

El balance que hacía Sergio Vila-Sanjuán sobre la participación catalana en la Feria del Libro de Frankfurt (La Vanguardia,14/ X/ 2007) parecía muy equilibrado a la vista de las noticias y opiniones que han ido llegando sobre tal acontecimiento. Además, Vila-Sanjuán habla con la autoridad de quien es el primer especialista en la historia del actual mundo editorial catalán y, precisamente, autor reciente de un libro sobre la feria de Frankfurt.

¿Cuál era este balance que consideramos equilibrado? Pues que la participación catalana ha tenido aspectos positivos y aspectos negativos. El principal aspecto positivo ha sido la promoción de la literatura en catalán como tal y, en concreto, la presentación a escala internacional de determinados escritores catalanes hasta ahora desconocidos fuera de Catalunya.

Obviamente, los frutos de esta promoción tendrán que comprobarse en el medio y largo plazo, pero por el momento los indicios tienden al optimismo. Además, se ha aprovechado también la presencia en la feria para presentar ámbitos de la cultura catalana distintos a la literatura, como son la música, la danza, el teatro, la pintura o el diseño. La gala inaugural fue una lección de buen gusto y el discurso anticonvencional de Quim Monzó una pieza memorable, casi tanto como su columna del pasado martes en estas páginas ofreciéndose como negro para los discursos de los políticos. Con todo ello, sin duda, se ha dado una visión desenfadada de la realidad catalana que, a efectos de propaganda, puede resultar indiscutiblemente positiva.

¿Exceso de actividades y, por tanto, exceso también de gasto, sobre todo en comparación con otros países de dimensiones como India, invitados en años anteriores? Seguro que sí. La sensación de nuevos ricos ha sido evidente. Pero ello tampoco debe extrañar en un gobierno nacionalista como el catalán que desde hace casi treinta años utiliza la cultura para hacer política. No se trata de disculparlos, todo lo contrario, sino de constatar simplemente que el Govern tripartito actual sigue el mismo camino que los anteriores porque su naturaleza sigue siendo la misma. Ninguna sorpresa, por tanto. Comprar escritores y gentes varias de la cultura siempre ha resultado barato en Catalunya, supongo que también en otros lugares.

Dicho todo ello, vayamos al aspecto negativo que señala Vila-Sanjuán y que ha ocasionado una conocida polémica, primero en Catalunya desde hace meses y ahora, sobre todo, en Alemania, con las naturales repercusiones en todo el mundo. Obviamente se trata de la no presencia de escritores catalanes en castellano y de la marginación por parte de la Generalitat de las editoriales que publican en esa lengua. Ahí lo que hemos mostrado es contraproducente desde el punto de vista propagandístico del que antes hablábamos, además de discriminatorio respecto de buena parte de los ciudadanos de Catalunya. Tres son los aspectos más criticables en este viejo y conocido embrollo.

En primer lugar, la imagen de la sociedad catalana que se ha dado en Frankfurt no se corresponde con nuestra realidad cultural. La invitada era la cultura catalana, no la literatura escrita en catalán. La Generalitat, por tanto, no ha cumplido con lo que se le pedía por parte de los organizadores, según aclaró el director de la feria en su discurso inaugural. Jorge Herralde, el conocido editor de Anagrama, lo resumió con precisión esta misma semana: "La singularidad de la cultura catalana es el mestizaje, el bilingüismo, y esto se ha marginado por motivos políticos".

En segundo lugar, esta política no responde a las obligaciones que al Govern le impone el Estatut (art. 127.1d). En efecto, la Generalitat tiene competencia exclusiva en materia de cultura, lo cual excluye que la tenga el Estado. Por tanto, si el Govern protege únicamente a una parte de los ciudadanos y de las empresas - en este caso, especialmente, a los escritores y a las editoriales- deja desamparados del apoyo público y, por tanto, discriminados en sus derechos, al resto. Los titulares de los derechos no son las culturas ni las literaturas, sino las personas, sean físicas o jurídicas. La Generalitat, como todo poder público, debe actuar, en el ejercicio de sus competencias, conforme al principio de igualdad para no incurrir en discriminación. El Govern ha incumplido este principio.

En tercer lugar, si nuestros dirigentes tuvieran la suficiente cultura política, sabrían que en Europa y, sobre todo, en Alemania, la palabra nacionalismo evoca oscuros tiempos pasados y a todo el que exhiba una ideología de este tipo se le adscribirá inmediatamente a la extrema derecha. De ahí la sorpresa de buena parte de la prensa alemana e internacional, de ahí la carta que se está procediendo a firmar en estos momentos por escritores de todo el mundo. La metedura de pata ha sido fenomenal y los objetivos políticos que se pretendían se están volviendo en contra. Precisamente hace unos meses se ha publicado en Barcelona el libro de Rosa Sala Rose El misterioso caso alemán. Un intento de comprender Alemania a través de sus letras (Alba, Barcelona, 2007). Léanlo, por favor. Se encontrarán con un relato lúcido y apasionante que explica por qué a la sociedad alemana se la preparó durante dos siglos para aceptar, como algo natural, a Hitler. Nada es casualidad.

En Frankfurt, como era de prever, se ha hecho más política que cultura. O aún peor: se ha hecho, una vez más, política con la cultura.

Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.