Hacia un nuevo modelo de Universidad pública

Si la Universidad española quiere destacar en el ámbito internacional necesita mejorar, algo que, sin duda, viene haciendo en los últimos años. Sin embargo, si quiere seguir avanzando en el camino de la excelencia, debe hacerlo de forma más veloz e intensa que el resto de universidades del mundo. Las restricciones en la financiación universitaria, derivadas de la actual crisis económica, representan una seria amenaza en este proceso de construcción de una Universidad pública innovadora y competitiva capaz de atraer a los mejores estudiantes e investigadores.

La actual estructura universitaria no dispone de instrumentos, ni de herramientas, para abordar la clara regresión que sufren los presupuestos y se presupone que la reducción de la oferta, la calidad y la investigación es el mecanismo para ajustarse al gasto previsto. No existen muchas alternativas: o bien se aceptan los recortes restando potencialidad a nuestros campus o bien se acepta ir incrementando los déficits presupuestarios.

Ante estas circunstancias, las universidades deben apelar a sus valores y utilizar sus fortalezas para dar un salto cualitativo, explorando la posibilidad de articular una alternativa innovadora, viable y sostenible inspirada en los elementos distintivos de las mejores universidades europeas. Es necesario construir un nuevo modelo de Universidad que permita resolver la difícil situación actual, pero también paliar los problemas y deficiencias estructurales que la Universidad española arrastra (gobernanza, financiación, rendición de cuentas a la sociedad, endogamia, dominio de lenguas, baja remuneración del profesorado...).

Si se quieren construir universidades intensivas en investigación, capaces de competir con fuerza en los rankings internacionales, es necesario ser más selectivos en la oferta de estudios y vincular la docencia a la investigación. Es preciso primar los grupos de máxima excelencia e iniciar políticas activas de captación de investigadores excelentes. Es imprescindible redimensionar las universidades, equilibrando el número de estudiantes de grado, potenciando posgrados oficiales impartidos mayoritariamente en inglés.

Avanzar hacia un nuevo modelo también conlleva universidades con un sistema propio, no burocratizado, de captación, selección y promoción del profesorado, acorde con las necesidades docentes y de investigación estratégica; un sistema que permita ganar adaptabilidad, mediante contrataciones y retribuciones más flexibles y adaptadas a los resultados académicos. De igual modo, construir alternativas al sistema universitario actual significa diseñar procesos de selección de los estudiantes mediante procedimientos rigurosos, transparentes, justos y equitativos, fijando ayudas a los estudios de acuerdo a la especificidad de la titulación, el currículo académico y la capacidad económica familiar.

El perfil generalista de la mayor parte de las universidades ha consolidado en las mismas el desarrollo de centros muy heterogéneos y con perfiles marcadamente diferenciados. Para huir de la mediocridad que ello puede comportar, es preciso aceptar dicha diversidad, reconocer las singularidades y apostar por estructuras descentralizadas en las que cada centro llegue a ser motor y protagonista de su actividad académica. Algo que requiere, por un lado, una estructura corporativa menos numerosa en los rectorados y mucho más centrada en la elaboración y ejecución de planes estratégicos y, por otro lado, una estructura fuertemente operativa en los centros capaz de desarrollar sus objetivos estratégicos. Es pues necesario dar una mayor responsabilidad de gestión a los centros de acuerdo con sus objetivos, tal vez mediante contratos-programa internos.

Las reformas institucionales de los sistemas universitarios europeos tienen el denominador común de facilitar el encaje entre autonomía y responsabilidad. Ganar autonomía académica sin disponer de mayor autonomía financiera puede llevar al colapso de las universidades. Resulta vital un cambio en el modelo de financiación universitaria que garantice la suficiencia y que no se centre en variables fundamentalmente docentes. Un modelo que reconozca un perfil de universidad intensiva en investigación más centrado en los resultados, que estimule y no castigue la búsqueda de caminos nuevos para la excelencia. Mantener y preservar el carácter de servicio público de las universidades está fuera de duda, pero, a su vez, es trascendental una acción proactiva de las universidades en la búsqueda de fondos privados, que les permita ganar autonomía financiera e incorporar estabilidad en su financiación.

Una reforma en la línea comentada requeriría un cambio en el marco normativo y en la legislación vigente. Sin ello será difícil que las universidades puedan explorar nuevas vías de gobernanza. Sin dejar de analizar y pensar, es necesario comenzar a actuar pudiendo ser de interés el iniciar algún proyecto piloto de gestión diferenciada. Un proyecto en el que una universidad pusiera en práctica estrategias de gestión económica y políticas innovadoras para ir avanzando hacia un nuevo modelo sostenible de universidad pública.

Estas son algunas de las ideas que expongo en un trabajo que se puede consultar al completo en la web www.amicsuab.cat y que pueden permitir que las universidades sean responsables de sus éxitos y fracasos y puedan ofrecer un mejor servicio a la sociedad.

Ana Ripoll ha sido rectora de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *