Hacia un tripartito escarmentado

Por Antonio Franco, periodista (EL PERIÓDICO, 04/11/06):

Todo apunta hacia una segunda oportunidad para el Gobierno tripartito. O, mejor, hacia un tripartito con los mismos partidos que firmaron hace tres años el Pacte del Tinell, pero escarmentado, con planteamientos diferentes. Que suscriba una conducta gubernamental más cohesionada y seria, después de que el electorado les haya dado el solemne toque de este Día de Difuntos.
Se suele decir que los votantes dan tal o cual mandato. En esta ocasión, Catalunya reclama nítidamente a sus políticos que se pongan a la altura. Les da un Parlament más heterogéneo y plural que nunca, y les brinda la misma gama de posibilidades que hace tres años: sociovergencia, tripartito o frente nacionalista.

"DECIDAN ustedes; es su trabajo", les grita a los políticos con evidente malhumor un electorado cada vez mas reducido. De modo que tendrán que ser los políticos, o por lo menos una parte de ellos, los que se pongan de acuerdo sobre el rumbo del país.
Para empezar, esos electores no le han dado a Convergència i Unió (CiU) la rotunda victoria que este partido reclamaba. CiU ha perdido en la oposición decenas de miles de votos y no capitaliza los errores del Govern. Su única y pírrica satisfacción es que el eterno rival, el PSC, todavía ha perdido más. Pero la campaña desplegada deja a Artur Mas bastante aislado en el momento de intentar pactar acuerdos. Quererle, únicamente le quieren los suyos y José Luis Rodríguez Zapatero. Pero, después de acusar repetidamente a los socialistas catalanes de ser sucursalistas del PSOE, ha creado las condiciones para que ahora lo último que puede hacer José Montilla, tras perder cinco diputados, es darle la razón y obedecer a Madrid.

LO TIENE mal CiU, pese a su victoria formal. Pero el enfado de los votantes ha castigado en todas las direcciones. Las dos fuerzas nucleares del tripartito, los socialistas y Esquerra Republicana, han retrocedido en sus apoyos. El otro partido de oposición, el Partido Popular (PP), tampoco se beneficia del descontento, adelgaza y se convierte en todavía más marginal de lo que era, a efectos de poder, en el Parlament de Catalunya.
Y un gran rejón final contra la clase política existente se concreta en que el electorado abre la puerta parlamentaria a otra fuerza para que haga la competencia a los cinco partidos presentes hasta ahora en la Cámara. Se alardeaba de mucha pluralidad y ha parido la abuela.

EL NUEVO partido, frontalmente antinacionalista, es claramente un castigo. Surgió de forma improvisada hace poco, y a su cabeza de lista, Albert Rivera, la mayor parte de los catalanes le vio por primera vez vestido (sagaz alusión del comentarista Ricard Fernández Deu a su desnudo frontal propagandístico) en la noche electoral, cuando ya celebraba su éxito.
Montilla opta a presidir la Generalitat porque, aquí, quien suma, suma. Pero el lastre de los errores colaterales cometidos por el tripartito presidido por Pasqual Maragall en la tramitación del Estatut, obliga a que, si se repite fórmula, sea realmente diferente. Que la presidencia de la Generalitat tenga fuerza en carácter y estrategia. Que la coalición no sea una mera yuxtaposición coyuntural de señoras y señores que van a lo suyo o a lo de sus respectivos partidos. Y que exista fidelidad a la idea de que las banderas ya están debidamente izadas y los sentimientos nacionales perfectamente delimitados, de modo que el Govern de la Generalitat se dedique a volcarse en las necesidades directas de calidad de vida, trabajo y derechos, a corto y a largo plazo, de los ciudadanos.
Es verdad que el tripartito de Maragall materializó una política social innovadora y efectiva en casi todas las direcciones, pero, como Govern, careció de capacidad de liderazgo para ilusionar e impulsar a Catalunya de manera tangible hacia los nuevos retos de la economía globalizada y de sociedad inevitablemente mestiza. Ahora, si tiene una segunda oportunidad, ni el ruido mediático adverso, ni los crujidos de su propia configuración interna han de difuminar ese empeño.

ARTUR MAS también negociará a fondo a partir de su condición de más votado y de ser quien tiene más parlamentarios. Pero debe de estar indeciso sobre si telefonea primero a Madrid o a Barcelona, respecto a los socialistas, y debe de estar dudoso en relación a la receptividad real que encontrará en Esquerra. En cualquier caso, no parece que haya hecho una campaña electoral idónea pensando en la muy previsible situación de hoy. El tono ha sido el mensaje, y somos muchos los que pensamos que nunca la factura de ir al notario podía acabar saliéndole tan cara a un cliente.