Hacia (y un poco desde)

El mes de abril del año pasado me entretuve anotando algunas expresiones de nuestros ídolos de la telebasura, con especial atención a la predilección que muestran –según venía observando– por la preposición hacia. En el programa Sálvame de la tarde del día 5, Terelu Campos aclaraba: “Me estoy refiriendo a la labor de Carmen Janeiro hacia su sobrina, a la que adora”. Tres días después, en Gran hermano, la concursante Leti se dirigía a un compañero (¿o compañera?, no me acuerdo) reprochándole: “Tenías unos celos enfermizos hacia mí”. El día 24, el concursante Ígor, en El debate de Gran hermano, encadenaba: “Nadie en la casa ha escuchado jamás de mí una crítica o comentario hacia ti”; “He tenido buenas palabras hacia Miguel”; “Lo primero que recibes es un mal mensaje hacia lo que estás haciendo”; y la mejor: “Sentimental jamás he sentido nada hacia ti”. El presentador Frank Blanco rubricaba ese mismo día: “Tú haces esa llamada por cariño hacia Miriam”.

No es un secreto que estos astros no deben su posición en el firmamento precisamente a su carrera de letrados, pero eso no impide que en su mayoría se esfuercen, conscientes de que salen en la tele, por hablar bien. Están presentando, los están entrevistando, están “colaborando” (me encanta esta profesión), se dirigen a una “audiencia”: aunque digan barbaridades, cuando intentan articular un discurso, procuran articularlo con formalidad. Quieren parecer astros educados. Y se fijan hasta en las preposiciones. Que una preposición pueda llegar a alcanzar rango de estilo es casi un poltergeist, pero está firmemente documentado. Nuestros estilistas están dispuestos a requisar también esta parte de la gramática. Y, dentro de esta magna medida policial, hacia se lleva la mejor parte.

No es la única entre las preposiciones, por supuesto, pero sí, creemos, la más venerada. Antes de entrar en ella, sin embargo, y sin movernos de la constelación del prestigio, nos gustaría dedicar un parrafito a otra muy famosa, desde, que también se oye mucho en la telebasura pero que es igualmente querida por nuestros novelistas, políticos y periodistas:

“… un Consejo Vasco-Navarro, que desde el respeto de sus respectivas autonomías e instituciones, permita el establecimiento de convenios y acuerdos…” (Txiqui Benegas, Un nuevo proyecto para el País Vasco, Bruguera, Barcelona, 1984, p. 234).

“Minie alzó solemne la pistola negra. Conti identificaba el arma desde la perplejidad” (Francisco J. Satué, La carne, Alfaguara, Madrid, 1991, p. 254).

“Herrero Tejedor no se dejó influir por las voces familiares –que hablaban mucho más desde el afecto irracional que desde el criterio de la oportunidad política–” (Luis Herrero, El ocaso del régimen, Temas de Hoy, Madrid, 1995, p. 186).

“… te empecé a escribir desde el desconcierto y desde la tristeza” (Cristina Almeida, Carta abierta a una política honrada sobre la corrupción, Península, Barcelona, 1995, p. 124).

Es obvio que, en estos casos, en vez de desde, podría haberse dicho “con”, “a partir de” o “partiendo de”. No descartamos alguna influencia indirecta de ciertas construcciones del inglés from, pero la elección quizá se explique también por otras causas. Una podría ser que se produce una enérgica abreviación de la locución “desde el punto de vista de” (desde el punto de vista del desconcierto → desde el desconcierto) pero, teniendo en cuenta que mucha gente aficionada a ese desde no dice “desde el punto de vista” sino –ay– “bajo el punto de vista”, tal vez no esté realmente abreviando nada. Otra es la que sugiere la Nueva Gramática de la RAE (II, p. 2265): “Como sucede con otras preposiciones, del concepto de origen se pasa fácilmente al de causa: Creo que [esta frase] solo puede ser pronunciada desde la ignorancia o desde la pereza (Alsius, Dudas)”. Tradicionalmente se admite que hay una especie de “semántica de las preposiciones”, es decir, que éstas tienen algún tipo de significado (lugar, tiempo, pertenencia, instrumento, causa, etc.); si admitimos eso –que para nuestro espíritu culpablemente formalista es mucho admitir– cabe entonces pensar que habrá también usos “literales” y “figurados” de las preposiciones. En los ejemplos citados, el respeto, la perplejidad, el afecto, etc. se “sentirían”, pues, más que literalmente como sentimientos o actitudes, como lugares o territorios, espacios desde los cuales uno dirige o proyecta sus... bueno, lo que sea. He aquí cómo una preposición crea una metáfora.

No sé si somos conscientes de hasta dónde hemos llegado, y por qué vericuetos.

Sin más comentario, volvamos con hacia. Cierto es que sobre la ubicuidad de esta preposición planea la sombra, en algunas construcciones, del inglés towards. Por ejemplo, la palabra “actitud”, que tradicionalmente en español se ha construido con las preposiciones “con” y “ante” (también “frente a”), en inglés se construye con towards (attitude towards); los diccionarios dan como primera equivalencia de towards “hacia”, y de ahí las miles de actitudes hacia que leemos y oímos hoy todos los días en español.

Pero no creemos que todos los hacias se expliquen así. A veces su uso parece una rémora de una construcción verbal. Veamos estos ejemplos con el sustantivo interés:

“Siempre que el hombre ha dirigido su interés hacia cualquier época del pasado y ha tratado de orientarse en ella…” (Carmen Martín Gaite, Usos amorosos de la posguerra española (1987), Anagrama, Barcelona, 1994, p. 11).

“… las demandas de la obra pública han desplazado su interés hacia nuevos proyectos como las vías rápidas” (“‘Quaderns d’Arquitectura’ revisa el panorama del sector…”, La Vanguardia, 16/IX/95).

“… los comediantes solo contamos con una única ocasión para atraer el interés hacia lo que presentamos” (Albert Boadella, Memorias de un bufón, Espasa, Madrid, 2001, p. 346).

En estas frases interés aparece combinado con verbos como dirigir, desplazar y atraer, con los que tiene una frecuente relación léxica, y que, por su carácter de verbos de desplazamiento, exigen muchas veces la preposición hacia. Pero este hacia, no lo olvidemos, es requerimiento del verbo, no del sustantivo. Aun así, es explicable que, en ausencia de verbo, se produzca algún recuerdo de él que dé lugar a construcciones (falsas) como éstas:

“Parece sorprendido, señor Miranda, por mi súbito interés hacia usted” (Eduardo Mendoza, La verdad sobre el caso Savolta (1975), Seix Barral, Barcelona, 1994, p. 146).

“Podrá presentar cierto interés hacia las artes en general” (Jorge César Parodi, Astrología y psicología transpersonal, Índigo, Barcelona, 1996, p. 60).

Esta apelación inconsciente a un contexto verbal supuestamente elidido podría explicar la pertinaz asociación de palabras como interés con hacia, cuando lo normal es que, sin turbios recuerdos, se asociara con por o con en.

De todos modos, los fenómenos de sintaxis léxica (que es como se llama la relación que establecen las palabras concretas al combinarse o no con otras palabras concretas) son a menudo algo enrevesados y, de todos los que caracterizan a una lengua, quizá sean los que más dudas y contratiempos crean. Uno realmente, ante determinados casos, no sabe qué preposición usar. ¿Amor es amor a o amor por? ¿Desprecio es desprecio de o desprecio por? ¿Derecho es derecho de o derecho a? ¿Uno toma venganza de o venganza contra? ¿Hago un intento de o un intento por? ¿Me esfuerzo en o me esfuerzo por? ¿Me apresuro en o me apresuro a? ¿Una cosa es útil a o útil para? ¿Es lo mismo o es distinto? ¿Hay una sola solución o varias? A veces resulta, como hemos visto, que podemos elegir entre dos o tres preposiciones, según los casos: actitud con, ante o frente a; interés por o en. La historia de la lengua en sus diversas ramas explica probablemente estas opciones y sus cambios, muchas veces para prevenir ambigüedades. Pero no todos podemos saber tanta historia de la lengua. Y a veces ni siquiera nos aclararía mucho: compruebo, por ejemplo, en el corpus diacrónico de la RAE, que interesado en e interesado por se documentan por primera vez prácticamente al mismo tiempo (1562 el primero, 1579 el segundo), o que útil a (1427-1428) es apenas treinta años anterior a útil para (1454-1457). Así que es comprensible que nos sintamos indefensos y nos hagamos un lío.

Veamos este ejemplo:

“… su lealtad era para con su familia, no hacia Sadam” (Julia Navarro, La biblia de barro (2005), DeBolsillo, Barcelona, 2006, p. 91).

La autora, en la misma frase, construye lealtad con para con y con hacia. ¿Habrá alguna sutil diferencia que nos haya querido transmitir? ¿“Su familia” merece un para con que no se merece “Sadam”, que tiene que contentarse con un menos compuesto hacia? Sabemos que hay muchos aficionados a los “matices”, pero… ¿realmente se trata de eso? Me temo que no. Lo interesante aquí es que en ninguno de los casos aparece la preposición a, que es la que realmente está asociada a lealtad. Que sea suplantada por para con y por hacia no solo indica el alcance de la vacilación (o de la ignorancia), sino que ésta se solventa a menudo recurriendo a una opción inventada. En este caso, a dos. Y de ningún modo hay que descartar que ese doblete se deba –¡socorro!– a un propósito de hacer el estilo más “rico” y “variado”.

Hay, ciertamente, muchos casos en que la vacilación no está justificada. Una gran parte de los usos de hacia responde únicamente a ese extraño prestigio que ha adquirido no se sabe muy bien por qué motivos… ¿tal vez por ser más larga o “compleja” que otras preposiciones, luego más sonora y llamativa? Conocemos bien en L&L la denodada –y tantas veces burda– identificación de estilo con “presencia” y sonoridad, así que no nos extrañaría.

En cualquier caso, en los ejemplos siguientes hacia no es más que una usurpadora, por afectación o desconocimiento, de preposiciones que, visto lo visto, no nos quedará otro remedio que calificar de modestas o incluso groseras. Vamos primero con los sustantivos (al final, la preposición desplazada):

“En la obesidad existe una adicción hacia los hidratos de carbono” (Alejandro Albamonte, Aerobismo para mujeres, Albatros, Buenos Aires, 1990, p. 211): a.

“¿Por qué este continuo e injustificado olvido hacia el escritor rapitense?” (“Recordando a Sebastià Juan Arbó”, La Vanguardia, 21/V/94): de.

“… esa misma indiferencia mostrada por los dioses y el universo hacia la especie humana” (Luis Magrinyà, Belinda y el monstruo, Debate, Madrid, 1995, p. 352): a.

“… de vez en cuando no está de más que los jefes tengan algún gesto hacia sus subordinados” (Lorenzo Silva, El alquimista impaciente, Destino, Barcelona, 2000, p. 53): con.

“Siempre has preferido vivir en la ignorancia para que nadie enturbie tus sentimientos hacia él” (Julia Navarro, La biblia de barro, ed. cit., p. 478): por.

“Instituido por la Asociación Colegial de Escritores de Catalunya en reconocimiento hacia una personalidad del mundo literario […], el galardón es una pieza artesanal de bronce…” (“Enrique Bradosa recibe emocionado el premio Giménez-Frontín”, ABC, 22/12/10): a, de.

“Rafael Hernando […] puso voz a los reparos de un sector del PP hacia las líneas adelantadas por Gallardón” (“Desconcierto en el PP por el plan de Gallardón sobre el aborto”, El País, 6/V/13): a.

“… el jefe de informativos, Julio Somoano, ha respaldado la actuación de Gilgado y ha dicho que las discrepancias hacia esa noticia no eran sino ‘diferencias de criterio’” (“Los periodistas de TVE denuncian manipulación del ‘caso Bárcenas’”, El País, 17/IX/13): en, sobre.

Y ahora con los adjetivos:

“… una actitud tolerante hacia las opciones de los demás…” (“Morán vaticina un triunfo en las europeas…”, El Mundo, 18/V/94): con, a.

“… un escritor popular y simpático hacia los demás” (Hernán Becerra Pino, La palabra y la tinta, Vila, México D. F, 2001, p. 104): con.

“…una afirmación irresponsable e insensible hacia el dolor ajeno” (Editorial, El Diario Vasco, 11/I/01): a.

“… la FIFA se mostró reticente hacia un torneo…” (Ángel Bahamonde Magro, El Real Madrid en la historia de España, Taurus, Madrid, 2002, p. 251): a, ante.

“…armonizar los intereses contrapuestos entre el capital y el trabajo y volverlos compatibles hacia los fines de la organización” (Jaime y Guillermo Ramírez Faúndez, Hacia un paradigma de la previsión para la empresa global, Universidad de Occidente, 2004, Google Libros): con.

“…muy exigente hacia los aprendices” (Sergio Ricossa, Diccionario de economía (1990), Siglo XXI, México DF, 2007, p. 243, trad. de Stella Mastrangelo): con.

"… es importante estar pendiente hacia todos los riesgos que puedan ocurrir” (María Eugenia Arévalo García, blog, 14/X/10): de.

¿Tan difícil era? ¿Tan atascada estaba nuestra competencia lingüística que no conseguía “generar” adicción a los hidratos, sentimientos por él, simpático con los demás? ¿O tal vez, en aras del buen estilo, hemos elegido hacia porque hemos pensado, pobres de nosotros, que era lo más correcto? ¿O estamos, en fin, tan hartos de las volubilidades de la sintaxis léxica y sus preposiciones que hemos decidido que a partir de ahora nos basta con una sola? El peso hoy de hacia en el español formal –o con pretensiones de formal– señala en todas esas direcciones, pero sobre todo parece sugerir que, diciendo hacia, uno queda más fino.

Otro día hablaremos de más preposiciones.

Luis Magrinyà, escritor.

Hacia (y un poco desde)PD.: Salvador Sánchez Fuster señala, a propósito del último L&L, que en el ejemplo “Cartas que los niños habían escrito de su puño y letra al dictado de sus madres” faltaba contexto porque, si se hubiera dicho “de su madre” en singular, podría haberse interpretado que “los niños” eran hermanos. Tiene razón. Ahí va el contexto: “Los hombres [tripulantes de un pesquero] cogían los paquetes [del correo] […]. Se sentaban en sus literas [otro plural por atracción] con las piernas cruzadas y colocaban los bultos a la vista. Contenían muchas cosas. Cartas que los niños”…

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