Hambre: las muertes que sí podemos evitar

Personas desplazadas por la sequía esperan para recibir agua en un campo de refugiados en Baidoa, Somalia, el pasado febrero.YASUYOSHI CHIBA (AFP via Getty Images)
Personas desplazadas por la sequía esperan para recibir agua en un campo de refugiados en Baidoa, Somalia, el pasado febrero.YASUYOSHI CHIBA (AFP via Getty Images)

Mientras los miembros de la Alianza Atlántica se reunían en Madrid, y continúan los ataques sobre Kiev, el contador que más rápido crece es de las víctimas que se suman en África y otras partes del planeta. Son las otras víctimas de conflictos como la guerra de Ucrania, las más numerosas, las más invisibles: 49 millones de personas, algo más que el equivalente a la población total de España, pueden morir por una hambruna inminente. Hasta 14 millones de ellas son niños y niñas.

En el Sahel occidental —sobre todo en Nigeria, Níger, Burkina Faso, Chad y Malí— el número de personas que necesitan ayuda alimentaria de emergencia se ha quintuplicado entre 2015 y 2022, de 7 a 38 millones. Mientras, el cuerno de África —Kenia, Etiopía y Somalia principalmente— sufre su sequía más larga en los últimos 40 años y 23 millones de personas se enfrentan al hambre extrema.

Las cifras son, si cabe, más preocupantes en el caso de los menores de cinco años y de las mujeres, que son siempre los más vulnerables. En los 15 países más afectados, el número de niños y niñas con desnutrición aguda grave ha aumentado desde principios de este año en 260.000 niños más —un niño cada minuto—, hasta alcanzar casi los ocho millones. Solo en Somalia, 350.000 niños y niñas podrían morir este mismo verano si no reciben tratamiento, mientras que en el Sahel un total de 6,3 millones sufrirán desnutrición aguda, lo que supone un aumento del 28% respecto al año pasado.

Lo dicen los números y lo dice cada una de las personas que trabajan como cooperantes en los países afectados: el tsunami que está llegando es de unas dimensiones nunca vistas. Por eso, los directores de las cuatro organizaciones firmantes —Save the Children, Oxfam Intermón, Acción contra el Hambre y UNICEF España—, instamos a una respuesta política a la altura de las circunstancias. Nosotras ya trabajamos juntas para afrontar esta crisis sin precedentes, pero necesitamos el apoyo de todos: gobiernos, sociedad civil y medios de comunicación.

Sabemos que nuestras sociedades han sufrido estos dos últimos años una pandemia, desastres naturales y ahora una guerra. Es humano que no quieran seguir la información de más catástrofes, como refleja el último Digital News Report, de la Fundación Reuters y la Universidad de Oxford. Padecemos de fatiga informativa, pero confiamos en una sociedad como la española, que ha respondido a una crisis de personas refugiadas como la de Ucrania con una solidaridad inmensa. Confiamos en hacerle ver también cuáles son las otras víctimas de esta guerra. Porque si la inflación está castigando a las familias españolas, aún más duramente lo está haciendo con muchas familias africanas y de otras zonas del mundo, víctimas de la vertiginosa subida del precio de los alimentos y de los carburantes, pero también de las llamadas tres c: conflictos, crisis climática y covid-19. Y confiamos en que los gobiernos, y quienes toman las decisiones, sean sensibles y contribuyan a evitar esta tragedia en ciernes.

Más allá de la cooperación militar, las potencias unidas en la cumbre de la OTAN deben ofrecer una respuesta integral a los efectos más amplios de las guerras, como esta crisis alimentaria global. Estados Unidos ya se ha adelantado destinando 4.300 millones de dólares para ayuda humanitaria en su último paquete de apoyo a Ucrania, un monto que incluye explícitamente las crisis de seguridad alimentaria fuera de ese país. Pero la respuesta a una gran crisis global debe ser multilateral. Por eso, el próximo encuentro del G-20 en noviembre debe centrarse también en abordar lo que todavía es evitable.

Asimismo, es importante desbloquear el grano almacenado en los silos de Ucrania: 25 millones de toneladas que se pudrirán si no se exportan. Decenas de millones más se pueden cosechar en los próximos meses, pero no hay lugar para almacenarlos hasta que no salga el cereal almacenado. Las iniciativas para trasladar el grano en tren, auspiciadas por España, son bienvenidas, pero no son suficientes.

A la vez, hay que movilizar los fondos humanitarios necesarios, garantizando el acceso y la protección de las personas en situación de riesgo, especialmente los niños y niñas. Le pedimos al Gobierno que incremente la ayuda humanitaria al 10% de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) en 2022 y 2023, que promueva políticas que aseguren el acceso a servicios básicos en sociedades ya de por sí más expuestas, invirtiendo en herramientas y acciones que identifiquen futuros riesgos y mejoren su resiliencia ante próximas crisis.

El hambre es un fracaso colectivo y es inaceptable que una sola persona siga muriendo por ella en un mundo en el que hay suficientes alimentos para todos y soluciones para atajar la desnutrición infantil. Actuemos juntos y evitemos que la historia se repita.

Andrés Conde es director ejecutivo Save The Children, Franc Cortada es director general Oxfam Intermón, Olivier Longué es director general Acción contra el Hambre y José María Vera es director ejecutivo UNICEF España.

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