Hamilton le gana a la TMM

¿Alexander Hamilton era un tonto? Los Teóricos Monetarios Modernos deben pensar que sí. Hamilton, cuya historia hoy es cantada por millones de alumnos, persuadió a un Estados Unidos joven de absorber deuda estatal, devolverla y construir una reputación de confiabilidad. “Si asumimos las deudas”, dice una letra del musical Hamilton, “la unión obtiene una nueva línea de crédito, un diurético financiero. ¿Cómo no obtenerla?”

¿Acaso Hamilton simplemente debería haber desarticulado la deuda de la Guerra Revolucionaria de los estados? Los defensores de la TMM parecen creer que sí, con el argumento de que los países muchas veces pueden imprimir dinero e ignorar la deuda sin mayores problemas. Ojalá yo pudiera creer que la deuda del gobierno no importa (o que Elvis todavía vive). Pero la deuda importa muchísimo y deberíamos estar agradecidos de que Janet Yellen, la presunta secretaria del Tesoro del presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, no sea una acólita de la TMM.

De todos modos, los defensores de la TMM han venido recogiendo cada vez más apoyo. Las tasas de interés ultra-bajas han alimentado una creciente tentación de seguir imprimiendo dinero e ignorando la deuda hasta el preciso momento en que la inflación se dispare. Cuando llegue ese momento, los defensores de la TMM nos aseguran que el gobierno simplemente recortará el gasto para enfriar la economía. Presentan un argumento claro si uno ignora la historia y el sentido común y confía en que los políticos hagan precisamente lo que menos quieren hacer.

Esto no pretende sugerir que los gobiernos deberían reducir radicalmente el gasto durante la Gran Cesación del COVID-19, que ha llevado la tasa de desempleo de Estados Unidos a cerca del 7%. Yo apoyo los grandes déficits ahora, pero llegado el caso Estados Unidos y otros gobiernos tendrán que controlar sus presupuestos descontrolados. En diez años, los fondos fiduciarios de Medicare y de la seguridad social se habrán acabado, lo que desatará recortes del 10-25% en beneficios de salud y pensiones para la gente mayor.

La vieja cantinela de los apologistas de la deuda es “Nos debemos el dinero a nosotros mismos”. Pero no sólo nos debemos dinero a nosotros mismos: aproximadamente una tercera parte de la deuda de Estados Unidos está en manos de extranjeros, inclusive alrededor de 1,1 billones de dólares que están en poder de China. Es más, aun si consideramos sólo la deuda en manos de norteamericanos, debemos preguntar “¿Quién es ‘nosotros’?” Los prestadores que compraron bonos del Tesoro de Estados Unidos de buena fe no son los mismos individuos que se beneficiarían con destrozar los bonos o desinflar su valor.

Los apologistas de la deuda de hoy tienen muchos predecesores, algunos de ellos enterrados en los escombros de la Antigua Grecia, donde municipalidades del siglo IV a.C. incumplieron el pago al Templo de Delos. En 1793, Luis XVI perdió su cabeza al intentar aplacar a los acreedores de la monarquía francesa. En los años 1920, la República de Weimar experimentó una hiperinflación devastadora hasta que el banco central logró liberarse lo suficiente de los políticos irresponsables para estabilizar una nueva moneda. Más recientemente, Chile, Perú, Zimbabue, Argentina y Brasil casi se enfrentaron a la ruina después de implementar la TMM. La deuda de Venezuela hoy es dos veces su PIB y la mejor manera de expresar su tasa de inflación es utilizando la notación científica.

Por supuesto, los defensores de la TMM desestiman estos casos considerándolos ejemplos exóticos de los trópicos aturdidos. Como tuiteó la divulgadora de la TMM Stephanie Kelton de la Universidad Stony Brook en 2012, “la gente que grita ‘¡Zimbabue!’ no tiene ni idea de lo que causó la hiperinflación allí…”

Muy bien, entonces analicemos en cambio a las economías “avanzadas”. En los años 1970, el Reino Unido era el “hombre enfermo de Europa” (una frase aplicada por primera vez por el zar Nicolás I al Imperio Otomano en ruinas): padecía una inflación explosiva y una moneda que se hundía. En 1976, luego de una conversión extraordinaria, el primer ministro laborista James Callaghan le imploró un rescate al Fondo Monetario Internacional, llevó a cabo un cambio fiscal radical y les dijo a los apologistas de la deuda “Les digo con toda sinceridad que esa opinión ya no existe”.

Afortunadamente, un presupuesto responsable en efecto puede revivir las perspectivas de un país. Durante los años 1990, Canadá y Suecia enfrentaron crisis económicas terribles que arrasaron con millones de empleos. En 1992, el banco central de Suecia aumentó las tasas de interés al 500% para evitar que la moneda colapsara después de que los políticos habían incrementado el nivel de endeudamiento del país a más del doble. Tanto Suecia como Canadá adoptaron medidas responsables para recortar el gasto y sus economías enseguida empezaron a prosperar. Por su parte, Estados Unidos creó unos 18 millones de nuevos empleos netos en los años 1990 –una bonanza generada por un pacto de gasto entre el presidente Bill Clinton, un demócrata, y los republicanos en el Congreso.

Frente a todos estos ejemplos, la única respuesta de los defensores de la TMM es decir que su estrategia ha funcionado en Japón. No importa que los japoneses en realidad hayan rechazado la TMM tanto de palabra como en los hechos. El gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, específicamente define a la TMM como “un argumento extremo que no será aceptado”.

¿Por qué Japón no encaja en el modelo de la TMM? Por empezar, el 90% de la deuda japonesa está en manos de japoneses, en su mayor parte en poder de ramas del gobierno, no de instituciones privadas. Segundo, Japón ha duplicado sus impuestos de consumo para recortar la deuda, y redujo el gasto per capita para la gente mayor en los últimos años. ¿Los seguidores de la TMM respaldarían alguna de estas políticas?

En cualquier caso, inclusive si quisiéramos pretender que Japón efectivamente sigue el manual de la TMM, ¿por qué alguien querría adjudicarse el crédito por los resultados? El país ha experimentado 20 años de estancamiento, con un PIB que crece a menos del 1% anual, y una erosión de la inversión privada como porcentaje del PIB. Hace dos décadas, Sony y Toyota lideraban al mundo; hoy, Apple y Tesla les hacen sombra.

El ex economista jefe del FMI Kenneth Rogoff se burla de la TMM diciendo que no es ni moderna, ni monetaria, ni siquiera una teoría. Un comentario demasiado duro. La TMM de hecho es moderna, pero moderna como una pintura de Jackson Pollock –colorida, hipnótica y un caos-. Puede ser atractiva, pero no es segura para el trabajo o para la escuela. Los niños, más bien, deberían rapear a la sabiduría de Hamilton.

Todd G. Buchholz, a former White House director of economic policy under President George H.W. Bush and managing director of the Tiger Management hedge fund, was awarded the Allyn Young Teaching Prize by the Harvard Department of Economics. He is the author of New Ideas from Dead Economists and The Price of Prosperity.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *