“Hamiltonian Moment” o “Fort Sumter Fusillade” en Europa?

La propuesta franco-alemana de un fondo de recuperación de la Unión Europea de 500.000 millones de euros (565.000 millones de dólares) para hacer frente a la crisis del COVID-19 ha recibido la calificación de “momento hamiltoniano” de la UE. Al igual que el acuerdo de 1790 de Alexander Hamilton con Thomas Jefferson sobre la transferencia de las deudas de la Guerra Revolucionaria de los estados norteamericanos al nuevo gobierno federal, la lógica indica que este fondo abriría el camino a un Estados Unidos de Europa. Ojalá fuera tan simple.

Una capacidad fiscal federal creíble, como negoció Hamilton para el incipiente Estados Unidos, garantizaría la supervivencia a largo plazo del euro. Pero antes de que Europa alcance algo cercano al federalismo, debe sobrevivir a un potencial momento “Fuerte Sumter” –es decir, un contragolpe comparable con el ataque de 1861 de los Confederados a un cuartel de la Unión cerca de Charleston, Carolina del Sur.

La Batalla de Fort Sumter marcó el inicio de la Guerra Civil norteamericana. ¿A la UE le puede ir mejor?

Hasta ahora, el COVID-19 ha generado una crisis económica en gran medida simétrica en los estados miembro de la UE: la mayoría de los países impusieron confinamientos de similar intensidad y duración. Sin embargo, las respuestas políticas han sido sumamente asimétricas: los planes de estímulo fiscal de Alemania eclipsaron aquellos de los países altamente endeudados del sur de Europa. Alemania ofrecerá un respaldo fiscal directo equivalente al 13% de su PIB de 2019 –más de diez veces lo que ofrece Italia-. Si a eso se suman las garantías crediticias y los aplazamientos fiscales, Alemania está ofreciendo apoyo por un gigantesco 50% del PIB –cuatro veces la cantidad de respaldo económico que ofrece España.

Sin una capacidad fiscal compartida, sólo el Banco Central Europeo intermedia entre los estados miembro altamente endeudados y los costos de endeudamiento por las nubes. Pero la necesidad de llevar a cabo compras de bonos de gran escala choca con las sensibilidades de los países del norte de Europa y ha disparado acusaciones de que el BCE está extralimitándose en su mandato.

El mes pasado, el Tribunal Constitucional Federal (TCF) de Alemania dictaminó que, a menos que el BCE pueda demostrar que los objetivos de las políticas del programa de compra de bonos “no son desproporcionados” con sus “efectos de políticas económicas y fiscales”, prohibirá la participación del Bundesbank. La frase sarcástica que se suele escuchar en Bruselas de que “la ley europea es superior a la ley nacional, pero la ley alemana es superior a la ley europea” nunca ha parecido más acertada.

Pero si el TCF hizo los primeros disparos, la Comisión Europea, el BCE y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) están listos para volverse nucleares, a pesar del potencial de una destrucción mutua garantizada. Por empezar, se espera que el Consejo de Gobierno del BCE le dé instrucciones al Bundesbank de comprar bonos alemanes de todos modos –una decisión que el Bundesbank tendría que aceptar, por los tratados de la UE.

Si de todas formas el gobierno alemán (o el Bundesbank) obedece al TCF, la Comisión Europea puede presentar una demanda legal en su contra. El BCE también podría decidir eludir al Bundesbank y comprar bonos alemanes de manera directa. Después de todo, en las uniones monetarias, el que tiene el poder es el que imprime el dinero y, en la eurozona, ése es el BCE.

Cómo se va a desarrollar este conflicto todavía está por verse, pero una cosa es clara: el dictamen del TCF marca un precedente peligroso. Si se permite que siga en pie, otros tribunales nacionales podrían empezar a elegir leyes de la UE, lo que llevaría al colapso de la eurozona, del mercado único y de la propia UE.

De más está decir que la canciller alemana, Angela Merkel, hoy enfrenta un serio dilema: desafiar al respetadísimo TCF es políticamente riesgoso, pero aceptar su dictamen podría ser catastrófico. No ayuda que, dado el compromiso del presidente norteamericano, Donald Trump, con su aislacionismo de “Estados Unidos primero” y el aparente deseo de una Gran Bretaña post-Brexit de cortar los vínculos que todavía existen con la UE, Alemania ha perdido aliados estratégicos antes confiables. Mientras tanto, el rápido deterioro de las condiciones externas está amenazando el modelo de crecimiento liderado por las exportaciones.

Por el bien de su seguridad económica y nacional, Alemania debería pensar en restablecer el motor de integración franco-alemán, no en minar la solidaridad europea. Allí es donde entra a tallar el fondo de recuperación propuesto para la UE: puede obviar las crisis constitucionales que se producirían si Alemania redoblara la apuesta en su cuestionamiento de la política del BCE y la jurisdicción del TJUE.

Una cosa que ha dejado en claro la crisis del COVID-19 es que la visión errónea de Alemania para el euro se ha vuelto insostenible. La eurozona ya no puede seguir rengueando sin apoyos fiscales, y la obsesión equivocada con los “derechos de los estados” tiene que dejar de dominar la política nacional y la toma de decisiones fiscales.

Hasta el ex ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble, un defensor de larga data de la estrategia de los “derechos de los estados”, está empezando a admitirlo. Al expresar su apoyo al fondo de recuperación de la UE, declaró que “si Europa quiere tener alguna chance, debe demostrar solidaridad ahora”.

Europa podría haber utilizado esta perspectiva durante la crisis de la eurozona de 2011-12. En aquel momento, sin embargo, Schäuble presionó por una austeridad fiscal estricta, que planteó la necesidad de una relajación monetaria aún mayor y alentó la creciente desigualdad.

Si Schäuble en cambio hubiera reconocido, como lo hace ahora, que “los alemanes tienen un interés propio fundamental” en la recuperación de Europa, y hubiera respaldado las políticas apropiadas, Europa habría capeado mucho mejor la crisis. Tal vez no habría habido un crecimiento del nacionalismo en Francia, Hungría, Italia y Polonia. Hasta quizá se podría haber evitado el Brexit. De todos modos, mejor tarde que nunca.

Sin embargo, algunos todavía no han aprendido esta lección. Los llamados Cuatro Frugales de la UE (Austria, Dinamarca, Holanda y Suecia) han presentado una contrapropuesta que despojaría al fondo de recuperación de sus dos características más importantes. Primero, exigirían que el respaldo adoptara la forma de préstamos, en lugar de subsidios. Segundo, basarían la asignación en la condicionalidad, en lugar de la necesidad. Esta versión haría que la deuda se disparara en los países fiscalmente más frágiles de la UE, dejando al BCE, una vez más, como la única línea de defensa contra los ataques especulativos.

Los populistas de Europa central también insisten en hacer valer sus derechos, a cambio de aprobar el fondo de recuperación, que exige un apoyo unánime. En estas circunstancias, vale la pena considerar que la iniciativa se convierta en un fondo de la eurozona. Los países fuera de la unión monetaria –entre ellos dos de los Cuatro Frugales- podrían optar por formar parte, pero no podrían bloquear su implementación.

¿Esto le permitiría a la UE evitar un momento Fort Sumter? Tal vez. Pero el TCF también podría considerar que el fondo de recuperación es ilegal. En ese caso, el camino a la desunión se volvería más corto.

Jacek Rostowski is a former minister of finance and deputy prime minister of Poland. Arnab Das is Global Market Strategist and a member of the Global Investor Forum and Global Thought Leadership at Invesco in London.

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