Hay que dejar de financiar la guerra de Putin

Hay que dejar de financiar la guerra de Putin
Gavriil Grigorov/TASS via Getty Images

El 24 de febrero, el primer día de la invasión a gran escala de Ucrania, Occidente le pagó a Rusia unos 500 millones de dólares. Ése es el valor diario promedio de compras de energía rusa por parte de la Unión Europea, del Reino Unido y de Estados Unidos. A medida que avanza el conflicto, el flujo diario de dinero se ha mantenido igual. Europa, en particular, está efectivamente financiando la agresión rusa, la destrucción de vidas y subsistencias y la creación de una crisis gigantesca de refugiados. ¿Por qué?

La respuesta breve es que Occidente se ha demorado en reconocer el peligro absoluto de las intenciones del presidente ruso, Vladimir Putin. Para millones de ucranianos, el flujo de dinero continuo está alimentando la tragedia.

La fuerza –y debilidad- de la posición económica de Rusia es evidente a partir de sus estadísticas de comercio exterior, que fueron analizadas en un documento de trabajo publicado este mes por el Instituto para Economías Emergentes del Banco de Finlandia. La mayor parte de las exportaciones de Rusia son petróleo, productos derivados del petróleo y gas (240.000 millones de dólares en 2019), y más de la mitad van a la UE. El resto de las exportaciones de Rusia combinadas (48.500 millones de dólares) representan menos del valor de sus exportaciones de gas (51.000 millones de dólares).

China compra el 28% del petróleo de Rusia, pero sólo el 5% de sus productos derivados del petróleo y el 1,1% de su gas. La UE compra el 63,9% del gas ruso y el Reino Unido compra otro 4,5%.

Sin dudas, desconectar a determinados bancos rusos del sistema de mensajes SWIFT hará que a las empresas rusas les resulte más difícil cobrar las remesas de energía a Europa. Pero los pagos a través de télex, teléfono, otras redes y terceros ofrecen opciones alternativas.

La solución obvia es directamente dejar de pagar el gas ruso –o pagarlo en una cuenta de garantía hasta que Rusia retire sus fuerzas hasta sus fronteras previas al 24 de febrero-. La reacción rusa presumiblemente sería dejar de hacer los envíos, pero Europa dice tener suficiente stock como para pasar el invierno, de modo que esto tiene que ver en parte con los costos de prepararse para el próximo invierno.

Esos costos probablemente sean altos, porque cualquier alteración en los suministros de energía mundiales por lo general hace subir el precio del petróleo y del gas, o de ambos, lo cual presumiblemente afectaría a la UE, a Estados Unidos y a la economía global en general. También complicaría la tarea de los bancos centrales de controlar la inflación. Pero los responsables de las políticas han tenido que lidiar con problemas de mayor envergadura, entre ellos la crisis del COVID-19 en 2020-21 y la crisis financiera global en 2008.

La estrategia energética de Alemania ha dependido del gas ruso desde los años 1960. Pero si bien los suministros se mantuvieron constantes durante el resto de la Guerra Fría y el período posterior al colapso de la Unión Soviética, ya no es un acuerdo sostenible. El razonamiento de Putin para lanzar una guerra sin cuartel contra Ucrania –para volver a imponer las fronteras de la era soviética- tiene implicancias existenciales para los miembros ex soviéticos de la UE, Estonia, Letonia y Lituania. Hacer como si nada hubiera pasado está –o debería estar- fuera de discusión.

El impacto de negarle a Rusia su ingreso diario de dinero extranjero depende de que pueda o no utilizar sus reservas acumuladas de moneda extranjera para comprar las importaciones necesarias, que costaron 380.000 millones de dólares (el 25% del PIB) en 2021. Para pagar las importaciones de un país occidental, hacen falta euros, dólares u otra moneda occidental. Es poco probable que los exportadores italianos o franceses acepten pagos en oro, renminbi chino o criptomonedas.

El Banco Central de Rusia se ha venido preparando: las reservas alcanzaron un pico récord de 638.200 millones de dólares el 14 de enero. Y, a diferencia de la mayoría de los bancos centrales, desde 2018 el BCR ha tenido un porcentaje relativamente bajo de sus reservas en títulos del Tesoro de Estados Unidos en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York.

Ahora bien, ¿esto significa que Rusia podría sobrevivir a un embargo liderado por la UE sobre sus productos energéticos? Las sanciones de Estados Unidos obviamente pueden prohibirle a cualquier banco o entidad estadounidense tratar con compañías rusas o el sector oficial, y algunos primeros pasos fueron anunciados el 24 de febrero. No está tan claro si “sanciones secundarias” bien diseñadas también podrían prohibir a los bancos norteamericanos autorizar transacciones que son realizadas por terceros en nombre de Rusia. Para ser efectivas, las medidas en esta dirección tendrían que estar acompañadas por medidas similares por parte de las autoridades de la eurozona, así como del Reino Unido.

Si bien la UE planea sancionar al BCR, las medidas todavía no son claras. Lo que sí es claro es que la implementación será un desafío, porque nadie sabe a ciencia cierta dónde tiene sus reservas el BCR. Informes creíbles sugieren que están ocultas en mercados offshore opacos, quizás a través de transacciones con bancos de la UE o suizos. Según Zoltan Pozsar de Credit Suisse, la mitad de todas las reservas rusas tal vez estén en dólares, escondidas mediante swaps de divisas. Estas ventas spot y compras a futuro de dólares estadounidenses implican que el BCR efectivamente está prestando dólares contra garantías denominadas en otras monedas. Si es así, sería una confirmación más de que el BCR necesita acceso a dólares para sus transacciones.

A Pozsar le preocupa que las sanciones o la amenaza de sanciones puedan sacudir los mercados de financiación. Esta cuestión exige una atención inmediata de la Reserva Federal de Estados Unidos, en conjunto con el Consejo de Estabilidad Financiera y otras autoridades relevantes. Nuevamente, los responsables de las políticas han tenido que lidiar con shocks mayores en las últimas décadas.

Por otra parte, Rusia debería ser suspendida inmediatamente del Fondo Monetario Internacional. Eso enviaría una señal clara a los mercados financieros y monetarios de que Rusia no podrá retirar sus reservas en forma de Derechos Especiales de Giro.

Sin duda, estas medidas representarían un alejamiento radical de las normas de posguerra. Pero Putin hizo trizas esas normas el 24 de febrero.

Simon Johnson, a former chief economist at the International Monetary Fund, is a professor at MIT's Sloan School of Management and a co-chair of the COVID-19 Policy Alliance. He is the co-author (with Jonathan Gruber) of Jump-Starting America: How Breakthrough Science Can Revive Economic Growth and the American Dream and the co-author (with James Kwak) of 13 Bankers: The Wall Street Takeover and The Next Financial Meltdown.

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