Hay que hablar de la supervisión bancaria

Hay que hablar de la supervisión bancaria
Justin Sullivan/Getty Images

El capital bancario volvió a ocupar los titulares financieros. A fines de julio, los reguladores bancarios estadounidenses, liderados por la Reserva Federal, anunciaron planes para finalizar las reformas llamadas «de Basilea III» (que los bancos suelen llamar de Basilea IV debido a lo significativo de su impacto). Su objetivo, según una propuesta conjunta de las agencias, es «mejorar la fortaleza y capacidad de recuperación del sistema bancario» mediante la modificación de los requisitos para las empresas de capitalización elevada —para reflejar mejor los riesgos subyacentes—, y la aplicación de requisitos más transparentes y coherentes.

Las propuestas que anunciaron son más duras de lo que muchos esperaban: afectarán a más bancos —entre ellos, algunos que se beneficiaron con las concesiones de la era de Trump— y los obligarán a incluir las pérdidas no realizadas de los valores en sus coeficientes de capital (entre otros cambios). En términos generales, los reguladores estadounidenses prevén que los bancos más complejos aumentarán su capital un 16 %.

Claramente, el colapso del Silicon Valley Bank en la pasada primavera boreal envalentonó a los supervisores bancarios estadounidenses, encabezados por el vicepresidente de la Fed, Michael S. Barr. Pero aunque hubo cambios en el humor político después de ese evento embarazoso, subsiste una feroz oposición a las nuevas regulaciones. La semana pasada David Solomon, director ejecutivo de Goldman Sachs, advirtió que «las nuevas normas sobre capitales se excedieron [...] afectarán al crecimiento económico sin mejorar significativamente la seguridad o la solidez». Del mismo modo, el director ejecutivo de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, cree que aumentarán el costo del crédito y podrían llevar a que los bancos dejen de resultar atractivos para los inversores.

Los pronósticos disponibles en el sitio web «Detengamos el desenlace de Basilea» (en inglés) del Bank Policy Institute [Instituto de Política Bancaria] son aún más espeluznantes: advierten sobre «consecuencias tangibles para las familias y pequeñas empresas en todo el país». Claramente, los cambios propuestos a las normas se convirtieron en una batalla política. Y tampoco se trata de una cuestión que afecta solamente a Estados Unidos, el Banco de Inglaterra también publicó propuestas bastante duras, aunque los bancos británicos se abstuvieron de la retórica altisonante en sus respuestas. (Mientras los banqueros estadounidenses afirman que «estas propuestas terminarán con la especie humana como la conocemos», los banqueros ingleses sencillamente admiten que están un tanto preocupados).

El debate se desarrollará de distintas maneras en los distintos lugares durante los próximos meses. En un documento de trabajo reciente, Buena supervisión: lecciones desde el terreno, el Fondo Monetario Internacional señala que los coeficientes de capital son actualmente más elevados en los bancos europeos que en los estadounidenses. Tal vez eso explique en parte por qué los planes de la Unión Europea para la implementación de Basilea III no prevén aumentos a una escala similar a la propuesta en Estados Unidos.

Pero, para ser más precisos, los autores del FMI llegaron a la conclusión de que las recientes quiebras bancarias no se debieron a la debilidad del capital. Como afirmó el Banco Nacional Suizo durante el colapso de Credit Suisse: «los requisitos de capital son necesarios, pero no suficientes, para garantizar la confianza del mercado». El problema más notorio es que los inversores no confiaron en el modelo de negocios del banco y los ahorristas retiraron fondos rápidamente. La gota que colmó el vaso, más que la escasez de capital, fue la falta de liquidez.

De manera similar, los informes de las autoridades estadounidenses sobre las quiebras bancarias de este año concluyeron que fueron las estrategias de negocios riesgosas, multiplicadas por la falta de liquidez y una gestión de riesgos inadecuada, las causas principales del problema; pero, explican los autores del FMI, aunque los supervisores habían identificado muchos de esos problemas «no insistieron ni exigieron a los bancos que respondieran de manera más prudente mientras aún había tiempo para hacerlo».

Los autores del FMI, tomando como punto de partida las revisiones recientes de los supervisores bancarios, derivaron lecciones más amplias de las reformas posteriores a la crisis financiera y las diferencias en su implementación en las distintas jurisdicciones. En particular, la escasez absoluta de capital no destaca entre las debilidades que identificaron, aunque sí sostienen que algunos países usaron los requisitos mínimos de Basilea de manera indiscriminada, sin considerar los riesgos diferenciales. Se utilizó poco el proceso del «Segundo pilar», mediante el cual los reguladores pueden exigir capital adicional si determinan que la gestión de riesgos es débil.

Los autores del FMI perciben problemas mucho mayores en la falta de personal calificado en muchos lugares y en la presión que sienten los reguladores para tomar decisiones políticamente convenientes, en vez de prudentes. Por ejemplo, algunos supervisores no prestan mucha atención a los modelos de gobernanza corporativa y de negocios (en parte porque carecen de las herramientas y autoridad para hacerlo); pero se pusieron en una situación aún más difícil debido a la insuficiente asignación de recursos para supervisar a las empresas pequeñas, y con procesos deficientes para la toma de decisiones internas.

La conclusión general del FMI es que la regulación, en términos de normas de capital o liquidez, «rara vez, o nunca, es suficiente». Mucho más pertinente es la calidad de la supervisión… y de los propios supervisores.

Es un mensaje importante al que los bancos centrales y los reguladores bancarios del mundo debieran prestar atención a medida que se caldee nuevamente la discusión sobre los requisitos de capital. La experiencia demuestra que los aumentos marginales de los coeficientes de capital, o un poco de inflación en los cálculos de activos ponderados por riesgo, pueden tener un impacto mucho menor que los programas de bajo costo para mejorar la supervisión. Es necesario un cambio cultural para que los supervisores se atrevan a actuar según sus preocupaciones. Las intervenciones tempranas y el uso de herramientas y poderes con los que los supervisores ya cuentan podrían haber contribuido a evitar algunas de las desafortunadas quiebras bancarias de este año.

Howard Davies, the first chairman of the United Kingdom’s Financial Services Authority (1997-2003), is Chairman of NatWest Group. He was Director of the London School of Economics (2003-11) and served as Deputy Governor of the Bank of England and Director-General of the Confederation of British Industry. Traducción al español por Ant-Translation.

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