Hay que hablar del origen de este horror

Robin Cook es antiguo ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido (EL MUNDO, 09/07/05)

Rara vez he visto la Cámara de los Comunes tan llena y silenciosa como estaba el pasado día siete cuando nos reunimos para ser informados sobre los atentados en Londres. Un foro que normalmente es escandaloso y tumultuoso se mostraba solemne y grave. Una cámara que con frecuencia es cúmulo de emociones partidistas estaba unida por el estupor y la pena.

La respuesta inmediata a una tragedia humana como ésta debe ser de empatía con el sufrimiento de los heridos y el dolor de las personas que han perdido seres queridos. Nos impresionan más profundamente las vidas perdidas en una atrocidad así porque sabemos que la desaparición inesperada de cónyuges, hijos y padres debe de ser incluso más difícil de soportar que una muerte natural.Se trata de un hecho repentino y, por tanto, no hay despedida ni preparación para el golpe.

Es algo arbitrario que cambia vidas enteras, algo que depende de la casualidad de decisiones que se toman en el momento. ¿Cuántas personas se preguntan lo diferente que hubiera sido si sus parejas hubieran cogido el siguiente autobús o el tren anterior?

Pero quizás la pérdida es mucho más dura de soportar porque es difícil contestar a la pregunta de por qué ha tenido que pasar.Este fin de semana rendimos homenaje al heroísmo de la generación que defendió a Gran Bretaña en la última guerra.

Como avance de esta conmemoración, se han contado muchas historias del coraje de aquellos que arriesgaron sus vidas y, en algunos casos, la perdieron para vencer al fascismo. Nos ofrecen ejemplos humildes y conmovedores de lo que el espíritu humano es capaz, pero al menos los parientes de estos hombres y mujeres que murieron sabían por lo que estaban luchando. ¿Con qué intención se cometieron estos últimos asesinatos sin sentido? ¿Quién puede imaginarse que tenían una causa que se beneficiará de esta matanza tan inútil?

En el momento en que escribo, ningún grupo ha aparecido siquiera para explicar por qué llevaron a cabo los atentados. La explicación, cuando se da, normalmente no se basa en la razón, sino en la declaración de una identidad fundamentalista obsesiva que no deja lugar a la piedad por las víctimas que no comparten esta identidad.

El primer ministro describió estos atentados como un ataque a nuestros valores como sociedad. En los próximos días, deberíamos recordar que entre estos valores están la tolerancia y el respeto mutuo hacia aquéllos que provienen de diferentes culturas y etnias.Justo el día anterior, Londres celebraba su victoria para celebrar los Juegos Olímpicos, en parte demostrando al mundo el éxito de nuestras credenciales multiculturales.

Nada les gustaría más a aquellos que pusieron las bombas que, a causa de esta barbarie, se generaran sospechas y hostilidad hacia las minorías en nuestra comunidad. Vencer a los terroristas también significa demostrar que su creencia en que pueblos de diferentes religiones y etnias no pueden convivir no es cierta.

Parece irónico que ocurra en la misma semana en que recordamos el décimo aniversario de la masacre de Srebrenica, cuando las poderosas naciones de Europa no pudieron evitar que 8.000 musulmanes fueran aniquilados en el peor acto de terrorismo de la anterior generación.

No puede considerarse a Osama Bin Laden como un verdadero representante del islam, al igual que el general Mladic, que lideraba las fuerzas serbias, no puede tomarse como un ejemplo de la cristiandad.Después de todo, el Corán dice que existen diferentes pueblos no para despreciarse entre ellos sino para entenderse mutuamente.

Sin embargo, Bin Laden fue producto de un enorme error de cálculo de las agencias de seguridad occidentales. A lo largo de los años 80, fue entrenado por la CIA y financiado por los saudíes para hacer la guerra (yihad) contra la ocupación rusa en Afganistán.Al Qaeda, que significa literalmente base de datos, era originalmente el archivo informático de miles de muyaidin que fueron reclutados y entrenados con la ayuda de la CIA para vencer a los rusos.

De forma inexplicable, y con desastrosas consecuencias, parece ser que a Washington no se le ocurrió nunca que, una vez los rusos se fueran, la organización de Bin Laden volvería su atención hacia occidente.

El peligro ahora es que la respuesta actual de occidente a la amenaza del terrorismo agrave este primer error. El éxito sólo se conseguirá aislando a los terroristas y negándoles apoyo, fondos y voluntarios, lo que significa que debemos centrarnos más en nuestras cosas en común con el mundo musulmán que en aquello que nos distancia.

La cumbre del G8 no es el mejor foro para llevar a cabo un diálogo con países musulmanes, ya que ninguno de ellos está incluido en él. No podemos hablar a los países musulmanes de marginación si no hacemos un gran esfuerzo por incluirlos en la arquitectura del gobierno global. Pero el G8 tiene la oportunidad de dar una respuesta contundente al último ataque terrorista en su comunicado incluyendo una decisión unánime de atrapar a los responsables de los crímenes acaecidos, y además, debería aprovechar la oportunidad para hablar del origen del terrorismo en concreto.

Sería especialmente perverso si el principal interés del G8 en hacer de la pobreza historia se viera entorpecido por estos atentados. Los orígenes del terrorismo se encuentran en la pobreza de las callejuelas, donde el fundamentalismo ofrece un sentido del orgullo y la identidad falso y fácil a los jóvenes. Una guerra contra la pobreza mundial favorecerá más a la seguridad de occidente que una guerra contra el terror.

Y en la intimidad de sus amplias suites, las atrocidades ocurridas deberían hacer que aquellos que estaban presentes reflexionaran desde el corazón. El presidente Bush es muy dado a justificar la invasión de Irak alegando que la lucha contra el terrorismo en el extranjero evita que occidente tenga que enfrentarse a los terroristas en su propio país. Diga lo que diga para defender la Guerra de Irak, no puede justificarse diciendo que nos ha protegido del terrorismo en nuestro país.