Hay que salvar a Beirut

Hay que salvar a Beirut

Durante miles de años el Líbano ha sido el punto de reunión de distintas culturas y pueblos, y víctima de luchas regionales de poder que han impedido una paz duradera. Sin embargo, incluso durante la prolongada guerra civil del país (1975-90), su capital, Beirut, se las arregló para mantener una cultura abierta. Como bastión de medios de comunicación libres, foros literarios creativos e instituciones académicas de renombre, es la perla de Oriente Medio.

Pero las heridas históricas no sanan fácilmente; a pesar de haber adoptado una nueva constitución y lograr una renovación nacional después de la guerra, el sistema político libanés siguió plagado por la corrupción y dejó al Estado debilitado y a la economía en una situación disfuncional. Mientras el país tropezaba de una crisis a otra, sus líderes no intentaron cambiar de rumbo, alimentando el descontento generalizado.

El 17 de octubre de 2019, los ciudadanos libaneses salieron a las calles en todo el país para denunciar a la clase política y exigir las reformas institucionales y económicas radicales que el país necesita desesperadamente, pero no se trató de una «primavera libanesa». Los reclamos fueron ignorados y el Líbano, al igual que el resto del mundo, pronto se encontró combatiendo la pandemia de la COVID-19. Durante gran parte de este año la obligación de mantener la distancia social contuvo las movilizaciones populares.

Y entonces, el 4 de agosto, una gigantesca explosión en un depósito del puerto de Beirut estalló en el corazón de la ciudad; mató aproximadamente a 200 personas, hirió a más de 6000 y generó pérdidas calculadas en hasta 4600 millones de dólares en daños materiales. Y ahora, apenas un mes después, otros fuegos arden en la misma parte de la ciudad.

La explosión de agosto fue una tragedia social, económica, política y moral; más allá de la destrucción inmediata de hogares y negocios, también interrumpió el comercio y dejó el país sin ingresos que necesita desesperadamente. El daño causado a barrios históricos, al sustento de la gente y a las perspectivas para los jóvenes es sencillamente incalculable.

La explosión fue la culminación de décadas de corrupción, explotación, incompetencia e irresponsabilidad. Desde que terminó la guerra civil en 1990, los políticos y los partidos políticos leales en última instancia a potencias extranjeras han desatendido en forma crónica la administración del Estado libanés. De cierta manera, el Líbano volvió a convertirse en el daño colateral de otras guerras.

Como gobernador de Beirut, apelo a la comunidad internacional para que nos ayude a proteger nuestro espíritu de libertad, diversidad e intercambio intercultural. El Líbano está en medio de una crisis económica y social cada vez más profunda, que requiere atención inmediata. Lo más urgente es proporcionar asistencia directa al sistema de salud libanés. Como si la pandemia no fuese suficiente, la explosión del puerto dañó a muchas instituciones de salud u obligó a cerrarlas, entre ellas, los hospitales San Jorge y de las Hermanas del Rosario.

Además, el Líbano necesita asistencia internacional para reactivar sus sectores económicos productivos. Una contribución significativa de las instituciones mundiales podría implicar una diferencia importante para encaminar a la economía hacia su recuperación. Pero también necesitamos con urgencia la asistencia del mundo en forma de asesoramiento, para ayudar a que las desgastadas agencias estatales libanesas modernicen sus operaciones e implementen reformas para fomentar el crecimiento.

De manera similar, el Líbano necesita asistencia financiera internacional para apoyar a su sistema educativo; Si no se fortalecen las escuelas y universidades públicas y privadas, el país no podrá continuar desempeñando su papel cultural pionero en el Levante. Las crisis que se acumulan en Beirut ya están generando cambios en su identidad porque los jóvenes buscan realizarse en otros sitios. Para evitar una catastrófica fuga de cerebros, debemos crear más oportunidades de estudio y desarrollo personal, para que nuestros jóvenes se queden aquí.

Entre los 300 000 habitantes cuyas viviendas fueron dañadas por la explosión, muchos quedaron sin hogar y dependen de la asistencia de iglesias y organizaciones locales. Para que puedan recuperarse necesitamos un sistema más transparente e integral de apoyo a familias específicas, a través de relaciones directas entre los donantes y los hogares, o de intermediarios institucionales confiables.

Según el Banco Mundial, «se estima que para la reconstrucción y recuperación [el sector público de Beirut] necesitará este año y el próximo entre 1800 millones y 2200 millones de dólares». Los trabajos ya comenzaron y con la ayuda de grupos de la sociedad civil (entre ellos, la Coalición de ONG para la Asistencia en Beirut, Cáritas, Farah Al Ataa, Save the Children, las Caridades Cristianas Ortodoxas Internacionales, la Asociación Saint Porphyrios y muchas otras organizaciones no gubernamentales) nos estamos tornando cada vez más eficientes. La tarea no solo consiste en proporcionar apoyo financiero, sino también legal y moral para quienes están quitando los escombros, proporcionar alimentos y alojamiento para los desplazados, etc. Debemos aprovechar la explosión como una oportunidad para iniciar una cooperación necesaria desde hace mucho tiempo entre la municipalidad de Beirut, el ejército, las ONG que actúan en la primera línea de batalla y los donantes internacionales.

Ese apoyo moral ha llegado por parte del presidente francés Emmanuel Macron y otros líderes extranjeros que visitaron Beirut en las semanas posteriores a la explosión. El reciente acuerdo para nombrar a Mustafá Adib como nuevo primer ministro del país puede entenderse como resultado directo de la participación francesa.

Pero es la sociedad civil libanesa la que debe determinar el futuro del país, las reformas políticas que el Líbano necesita deben promover una identidad nacional no sectaria, que requerirá ideas claras, un diálogo transparente y un liderazgo de buena fe en nombre de todos los ciudadanos del país.

El verdadero valor de la tierra de los cedros, un diminuto país que solo ocupa 4036 millas cuadradas (10 452 km2), es su identidad como refugio para el intercambio intercultural, la creatividad artística y la investigación científica. Solo podremos mantener esta identidad si la comunidad internacional nos ayudar a proteger el futuro de nuestros jóvenes, son ellos quienes encarnarán la primavera libanesa que nos espera.

Marwan Abboud is Governor of Beirut.

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