Hillary Clinton ¿presidirá?

La llegada de Hillary Clinton, primera mujer en la presidencia de Estados Unidos, cambiará algunas cosas: quizá muchas cosas. La derrota de Donald Trump, un necio enloquecido según un senador del Capitolio que no nombraremos, será la derrota del extremismo en estado puro. España, una de las sociedades más vivas y solidarias de Europa, tiene dificultades a veces para generar nuevos proyectos.

Un síntoma: dos representantes de los españoles, Pablo Iglesias y Xavier Domènech, besándose en la boca, en el centro del Parlamento, haciendo pasar no poca vergüenza a millones de espectadores. El gesto, beso en la boca de Iglesias a Domènech, se repetirá unas semanas después. Asunto significativo. Lo grave de la primera escena es dónde tiene lugar, el Parlamento. Pero la sociedad civil entretanto reclama atención sobre sus problemas: la política internacional y el esquema de seguridad no son hoy especiales preocupaciones para la opinión pública porque se dan por garantizados, pero deben serlo para los gobernantes que conocen su fragilidad.

Si gana, Hillary Clinton dibujará una línea de continuidad como antigua colaboradora del presidente Obama (secretaria de Estado) en frentes externos e internos: armas nucleares, cambio climático, nuevas energías… caballos de batalla, pilares básicos de la futura Administración. Hillary, imaginamos, mantendrá la nueva línea abierta con La Habana; continuará seguramente el esfuerzo en AsiaPacífico; China, imprescindible colaboradora en la estabilidad de la arquitectura mundial (a cambio de pasar de puntillas sobre los derechos humanos de sus ciudadanos). En sus conversaciones con Jeffrey Goldberg («The Obama Doctrine» –The Atlantic–, abril 2016) el presidente Obama explicaba su preocupación si China no supiera asumir «su papel al mantener el orden internacional y solo mirar al mundo bajo el prisma de exclusivas esferas regionales». Pero todo esto no nos afecta directamente: son asuntos del Lejano Este.

Donde surgen grandes dudas es en un entorno más próximo: en Europa, en la región MENA (Middle East and North África) y en Rusia, como áreas que más afectan a España. Dejando aparte el Tratado de Libre Comercio (TTIP) con otra dimensión, los grandes asuntos que el próximo presidente/a americano/a deberá gestionar son, a nuestro entender, Rusia, Siria, el Mediterráneo y, por supuesto, Daesh.

Rusia: los intereses de España deben defenderse haciendo equilibrios. La lealtad a la OTAN y la solidaridad con nuestros aliados del este de Europa deben ser combinadas con la sensatez: no hay arquitectura de seguridad estable sin Rusia, punta de lanza contra el terrorismo yihadista, país indispensable en el desarme nuclear.

Quizá la mejor decisión que podría tomar la nueva Casa Blanca fuese seguir el consejo de Henry Kissinger y «cerrar el expediente Destruir Rusia», aliviando la presión sobre los aliados europeos, Alemania entre ellos, incómodos ante un esquema de confrontación. En cierto modo, el Brexit ha roto en el Reino Unido toda relación con los años 2000-2015. Rusia, como China, es indispensable para mantener en pie este edificio, el orden y el equilibrio mundiales. Reconstruir el equilibrio no significa mirar para otro lado como en Siria o en Crimea (de nuevo aquí citamos las 29 páginas de Jeffrey Golberg en The Atlantic). El interés de España pasa por colaborar con ese país de importancia central que es Turquía y por la ayuda española al problema de los refugiados, sobre todo sirios. Nuestras relaciones con Ankara son buenas y deben seguir siéndolo. Nuestros Patriot siguen en la zona de Incirlik. La colaboración en materia militar con los países del entorno (Irak, Líbano, Jordania, Israel, Qatar, Emiratos y, por supuesto, Arabia Saudí) redundaría en beneficio de los intereses de seguridad españoles.

Y aquí reaparece Rota, gran punto estratégico mundial. Rota es la base en la que fondean y se desplazan esos cuatro destructores americanos que vigilan lo que ocurre desde el norte al sur de Europa. Los respaldarán a veces cinco fragatas españolas. Nuestra política exterior y de defensa se plantea con un doble anclaje: la OTAN y la Unión Europea. Y concretamente la amenaza que supone la proliferación de misiles balísticos (solo nueve países los tenían en 1972, más de 30 los tienen ahora). Todo esto es muy complicado: en Faslane (Escocia) se construyen tres nuevos submarinos nucleares británicos y, sobre todo, el portaviones Queen Elizabeth 2. Así es que pocas bromas con Rota, señores de Podemos; también en la cooperación de defensa entre Estados Unidos y España y en el ámbito de la OTAN. Rota, ya sabemos, está junto al estrecho de Gibraltar, lado atlántico.

Al recibir cuatro destructores antimisiles Arleigh–Burke en Rota, la contribución española a la defensa europea se ha convertido en una de las llaves de la seguridad continental, desde el norte de Rusia al sur del mar Rojo. Estos cuatro buques de la Armada americana representan una tremenda potencia de fuego: serán capaces de controlar el espacio que media entre la zona norte de Moscú y el extremo sur del mar Rojo. Rota se funda en un acuerdo entre Estados Unidos y España. España es un pequeño país comparado con el gigante americano. Francia y Reino Unido tienen otra clase de vinculación, más poderosa, con Estados Unidos: son modestas potencias nucleares. Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, ha insistido en este punto clave, en 2014-2016, la Alianza ha invertido más que nunca. Brexit puede ser una grave herida para las industrias de defensa europeas: Airbus, Thales, Leonardo, Finmeccanica, MBDA… En defensa y política exterior, el Brexit reaparece. No sabemos quién será el sustituto del derrotado David Cameron dentro de tres meses: quizá Theresa May, su actual ministra del Interior. En los últimos dos años, el intercambio de información ha sido permanente entre Jens Stoltenberg, OTAN y la representante europea de Asuntos Exteriores, Federica Mogherini.

El nuevo gobierno español deberá hacer un esfuerzo pedagógico. En términos americanos, freedom is not free, la libertad no es gratis. Tiene un coste y unos compromisos. Al acabar la tarde, nuestra seguridad está en nuestras capacidades y en la voluntad de usarlas. En otras palabras: dependemos de nosotros mismos.

Darío Valcárcel, director de la revista «Política Exterior»

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