Hipótesis Rajoy

SI gana Zapatero... remito al lector a mi Tercera reciente. En síntesis: más de lo mismo, con el peligroso refuerzo que otorga un «plus» de legitimidad. Hoy toca hablar de Rajoy. La niebla envuelve la bola de cristal. Los augures más avezados arrojan la toalla. Escribe T. S. Eliot: «¿no sabes nada?, ¿no ves nada?, ¿no recuerdas nada?». Vayamos por partes. Noche larga del 9-M. Euforia popular en Génova. El milagro era posible. Agonía hasta el recuento final y «sorpasso» en el último minuto. Aquella encuesta del CIS, y después los debates en televisión, las maniobras fallidas del PSOE... Hemos ganado por un puñado de votos y por unos cuantos escaños. Prudencia en la séptima planta: una mayoría «que puede ser suficiente», dijo Aznar en 1996. ¿Y ahora qué?

Proceso de investidura más largo que nunca. Unos pocos canarios, acaso algún «ciudadano» y a ver quién convence a CiU. Otra vez vista al pasado. A pesar de la OPA y del apagón eléctrico, la memoria no falla. ¿Quién fue el anfitrión de Aznar y Pujol en aquellas horas inciertas? Cosas de la vida: Pizarro es el único que no está jubilado. Un gran fichaje, por muchos motivos. Otros protagonistas: Rato y Cascos ya no están, pero tampoco andan lejos... Disminuido, sin duda, pero ahí sigue Durán, un democristiano incombustible. Las puertas están abiertas. El problema se llama Artur Mas, político de diseño sin experiencia de poder: esta vez no fue al notario, pero el voto sale caro. ¿Imposible? En política no existe tal cosa. ¿Retirar el recurso contra el Estatuto? Mejor dejamos al TC que termine el trabajo ya iniciado. ¿Y si al bloque progresista le inunda ahora el fervor patriótico? Hablemos de dinero, siempre que sea mucho. Fin del «expolio» fiscal de Cataluña, dirán en Barcelona, mientras el PSC se desespera. Resignación en Madrid: el que algo quiere, algo le cuesta. Al final llegan los apoyos imprescindibles, mientras el PSOE sigue mirando a la luna. Zapatero y los suyos están ocupados tapando grietas y afilando agravios. En mayo, Mariano Rajoy ejerce como presidente del Gobierno, cuatro años más tarde de lo previsto.

El Consejo de Ministros ofrece una impresión confusa. Algunos no estaban en la quiniela y aparecen en la foto. ¿Quién dijo que Mariano no tenía equipo propio? Escuchemos al sutil Roger Martin du Gard: «El secreto está en elegir bien qué asuntos deben olvidarse». De pronto, algunos descubren que existen embajadas brillantes y altos cargos institucionales. Muchos líderes del PP, incluido el presidente, pertenecen a los cuerpos jurídicos del Estado. Todos recuerdan, supongo, cómo empieza el tema de la prescripción en el Castán: «El tiempo, que todo lo muda...». Léase: 2008 no es 2004 más la prorroga. Por cierto, empieza un tiempo de silencio para sucesores, aspirantes y pretendientes varios. En todo caso, a la gente le importan los contenidos mucho más que los nombres. ¿Qué podrá hacer Rajoy? En política antiterrorista depende... del PSOE. Es muy sencillo: si renace el Pacto moribundo, prueba improbable de sensatez, empezará un tiempo nuevo. Como no sucederá tal cosa, habrá que confiar en la eficacia policial y poner la vista en un horizonte lejano. El mapa vasco no puede cambiar de un día para otro. Firmeza y buen sentido suelen producir resultados favorables. Hay que tener prevista la hoja de ruta ante el 25 de octubre. Solos ante el peligro. Referéndum ilegal e ilegítimo exige reacción concluyente, y no vale confiar en el sentido de Estado de un socialismo en plena crisis interna. Eso sí, los españoles tienen muy claro quién debe gobernar para hacer frente a un desafío de consecuencias imprevisibles. Por fortuna, Ibarretxe titubea ante su propia desmesura y cualquier salida le sirve para dar un paso atrás.

Al margen del País Vasco, la política territorial parte de ese handicap derivado del pacto a medias con CiU. Ni soñar con reformas de la Constitución, blindajes del Estado o refuerzos de nuestro lánguido seudofederalismo cooperativo. Pero el PP ha trabajado mucho y bien en esta legislatura sobre organización territorial del Estado. Hay ideas muy aprovechables y cualquier resquicio puede ser oportuno para llevarlas a la práctica. Economía, cuestión prioritaria. Al fin y al cabo, según esta hipótesis, Zapatero pierde porque no se atrevió a disolver las Cortes después del verano. El discurso económico, pura teoría racional, ocupa siempre el centro político; las pasiones irracionales, núcleo duro sentimental, juegan por definición en los extremos. Rajoy sabe mejor que nadie que ganó gracias al bolsillo de los ciudadanos y no al griterío sobre las esencias. En este punto, el efecto Pizarro pudo ser determinante. Reformas estructurales y ajustes fiscales ayudarán a capear un temporal que viene de lejos. Por descontado, no será posible cumplir todas las promesas de un día para otro. No obstante, pese a los malos augurios, habrá cuentas claras y despensa casi llena. La gente confía en el «know-how» del centro derecha para afrontar las turbulencias y el PP no debe fallar por este flanco. Ciertos compromisos tienen que llegar cuanto antes al Boletín oficial: por ejemplo, fuera el «canon digital», sin olvidar la protección que merece la propiedad intelectual. Ya de paso, he aquí un reto que los populares eluden siempre que pueden: ganar la batalla de las ideas, recuperar la universidad, practicar una política cultural inteligente. Esto es, invertir a medio plazo en capital ideológico conservador y liberal. A lo mejor, esta vez...

Política social. Paz con la Iglesia, claro, pero sin provocar tensiones sociales estériles. Esas leyes -el lector ya sabe cuáles- están ahí. Deben cumplirse con absoluto rigor. Sin embargo, un triunfo electoral no habilita para desconocer la evidencia: la sociedad española ha saltado sin red desde la era «premoderna» a la «posmoderna», y por ahora no piensa cambiar. Rajoy tiene olfato para estas cosas, y no es probable que se equivoque. Además, el TC tal vez recupere la brújula perdida y entonces... Contrato de inmigración. Idea atractiva, práctica difícil. Lo mejor: el tabú ya no vence al tótem, como diría S. Freud. Rompe así la imagen de España como destino asequible. Primer paso para dibujar una política coherente. Un gran avance, si se consigue. ¿Qué más cabe esperar de un Gobierno sensato? Política exterior, otro buen ejemplo. Amigos naturales: Merkel y Sarkozy, aunque con el vecino hiperactivo pueden chocar los intereses legítimos de ambas partes. Gane quien gane en Estados Unidos, habrá relación cordial y poco más. Por suerte o por desgracia, también allí los neocons ceden su lugar a los realistas pragmáticos. En ese terreno estaremos cómodos. ¿Sorpresas al frente del Ministerio? Algunos analistas apuestan por ello. Puede haber emociones fuertes en Justicia. La crisis del modelo actual exige ya de una vez soluciones creativas. O sea, menos política con las togas y más eficacia jurisdiccional: justicia tardía no es justicia, para empezar a buscar remedios.

Si se cumple la hipótesis, Rajoy habrá ganado sin hipotecas. Una oportunidad histórica para poner unas cuantas cosas en su sitio. Esperar y ver, porque otra vez se nubla la bola de cristal. Ya sé que los politólogos somos malos profetas, pero lo mismo sucede con los demás gremios. Es mejor acudir al arte razonable de la conjetura. No es tan difícil con Rajoy. Es un personaje previsible. No pretende descubrir la pólvora. Practica la política del sentido común.

Benigno Pendás, profesor de Historia de las Ideas Políticas.