Hiroshima, Obama y un flash en la memoria

En Abril, el presidente Obama se comprometió a luchar por la paz y la seguridad para el mundo sin armas nucleares. No sólo abogó por la reducción de éstas, sino incluso por su eliminación. Sus palabras despertaron algo que guardaba en lo más profundo de mi corazón, algo sobre lo que, hasta ahora, no me había atrevido a hablar públicamente.

Y es que ahora me doy cuenta de que, hoy más que nunca, quizás me encuentre ante la responsabilidad personal y moral de contar lo que he vivido, dado que soy uno de los que sobrevivieron a lo que Obama llamó el «flash de luz».

El día 6 de agosto de 1945, cuando se lanzó la primera bomba atómica de EEUU sobre mi ciudad, Hiroshima, yo estaba allí y tenía apenas siete años. Desde entonces, cuando cierro los ojos, veo cosas que nadie debería vivir jamás: una luz roja brillante, una nube negra que se forma inmediatamente después, gente despavorida que huye en todas direcciones, intentando desesperadamente escapar. Lo recuerdo todo con nitidez. Tres años después de la explosión, mi madre murió por su exposición a las radiaciones.

Nunca quise compartir mis pensamientos y mis recuerdos de ese día. Intenté, en vano, olvidarlos. Opté por pensar en cosas que pueden ser creadas y no destruidas, en cosas que trasmiten belleza y alegría. Me moví en torno al universo del diseño de ropa, en parte porque se trata de un mundo creativo, que es moderno y optimista a la vez.

Intenté que nunca se me definiera por mi pasado. Nunca quise ser etiquetado, por ejemplo, como «el estilista que sobrevivió a la bomba atómica». Y, por eso, siempre evité cuidadosamente las preguntas sobre mi pasado en Hiroshima. Porque me producían desasosiego.

Ahora, me doy cuenta de que es un tema que debe ser discutido si queremos limpiar el mundo de armas nucleares. Se ha puesto en marcha, en Hiroshima, una iniciativa para invitar a Obama a la celebración del Día de la Paz Universal, que tendrá lugar el 6 de agosto, fecha de la conmemoración anual de ese fatídico momento. Espero que acepte.

Y lo espero no por recrearme en el pasado, sino, más bien, con el deseo de lanzar un mensaje al mundo de que el objetivo del presidente estadounidense es acabar con las guerras nucleares del futuro.

La semana pasada, Rusia y Estados Unidos firmaron un acuerdo de reducción de armas nucleares. Se trata de un importante acontecimiento. Sin embargo, no nos llevemos a engaño, porque no hay país ni persona que, en solitario, pueda impedir que un día se produzca una guerra atómica. En Japón vivimos con la amenaza permanente de Corea del Norte, un vecino armado con cabezas nucleares. Y nos llegan rumores de que hay otros países que están a punto de conseguir, también ellos, la tecnología atómica.

Para poner realmente en marcha una esperanza real de paz, el mundo entero tiene que unir su voz a la del presidente Barack Obama.

Y, si el día 6 de agosto, el presidente Obama pudiese caminar desde un extremo al otro del puente de la Paz, en Hiroshima -puente cuya balaustrada fue concebida por el escultor nipo-americano Isamu Noguchi, como recuerdo de sus vínculos con Oriente y Occidente y de lo que la persona humana puede hacer por los demás, cuando no está carcomido por el sentimiento del odio-, sería un paso importante, real y simbólico, hacia la creación de un mundo liberado del miedo a la amenaza nuclear. Cada paso suplementario para alcanzar este objetivo significa un gran salto adelante hacia la consecución de la paz mundial.

Issey Miyake, diseñador de moda japonés nacido en la ciudad de Hiroshima y superviviente del ataque atómico del 6 de agosto de 1945.