'Hispanista', palabra en busca de definición

A finales de este mes mi estimado colega Geoffrey Parker, que es catedrático en la Universidad de Ohio, será investido doctor honoris causa por la Universidad de Burgos, como tributo a su contribución al estudio de la historia de España. Siempre es muy gratificante para un erudito de universidad, de cualquier disciplina y de cualquier país, que su trabajo sea reconocido por sus colegas, así como por el público en general. Parker tiene más que merecido el tributo, y sólo lamento no poder asistir a la ceremonia, ya que actualmente estoy en EEUU. El honor que va a recibir me lleva a considerar todo el tema de la contribución que los extranjeros han aportado a la investigación sobre temas de España.

A los eruditos extranjeros que se han dedicado al estudio de España con frecuencia se les llama hispanistas, pero a mi parecer la palabra se emplea de manera imprecisa. Cuando fue usada por primera vez a finales del siglo XIX, la palabra francesa hispaniste (origen de la española hispanista) se refería específicamente a estudiosos que tenían interés en la lengua y cultura de España. En el mundo de habla inglesa, por el contrario, hispanista tiende ahora a tener un significado que se limita a alguien que es un estudiante de lengua y literatura españolas. Entre muchos españoles, la palabra a menudo tiene un significado incluso más limitado, al referirse sólo a los extranjeros que estudian la historia y la cultura española y latinoamericana.

Todos estos usos diferentes son muy confusos y, lo peor de todo, tienden a crear una impresión errónea de la naturaleza y función de las personas que se llaman hispanistas. Es interesante que la lengua española no tenga palabras como britanista, francista o alemanista para referirse a las personas que estudian aquellas naciones. ¿Por qué entonces la palabra hispanista existe? La razón, me parece, es que se pretende transmitir un significado exclusivamente nacionalista. Pero es precisamente ese significado nacionalista el que no tiene sentido.

Los hispanistas más prominentes no limitan su interés a España, porque sus conocimientos científicos no están restringidos a los confines de un país. Los famosos hispanistas franceses, como Fernand Braudel, tenían una visión que era universal y no confinada a la experiencia de una nación. Incluso a Geoffrey Parker no se le puede calificar únicamente de hispanista, ya que no sólo ha contribuido a la historia de España sino también a la de los Países Bajos, y es probablemente mejor conocido entre los estudiantes por sus investigaciones sobre la historia internacional de la guerra. Es esta visión internacional la que hace perder el sentido de la palabra hispanista.

Es interesante observar que ni el estudio de los Países Bajos ni el de la guerra ocupan una parte relevante en el plan de estudios de las universidades españolas. En el caso de Parker, sus investigaciones recientes le han llevado a un lugar tan distante como China, que está definitivamente muy lejos de ser el entorno limitado de un hispanista tradicional.

Por idéntica razón, yo mismo no puedo ser calificado de hispanista, ya que mis estudios se han dedicado principalmente a Europa, más que a la historia de España, y el primer libro que publiqué fue sobre el exótico tema de la poesía rusa. No soy el único que cuestiona la validez de la descripción de hispanista. Recientemente Raymond Carr también criticó el significado de la palabra, «como si un historiador de España tuviera que tener dotes psicológicas, casi espirituales, para penetrar en el alma de España».

En otras palabras, algunos de nosotros cuestionamos seriamente si puede existir una clase de sumos sacerdotes llamados hispanistas, que actúan como los intérpretes formales de una religión llamada hispanismo. Es esta idea de la «excepcionalidad» de España la que Carr, yo mismo y muchos otros eruditos, especialmente entre los historiadores, encontramos difícil de aceptar, porque representa una forma de nacionalismo cultural que parece no tener sentido.

Todo conocimiento científico es universal, y si no existe una forma nacional de estudiar la medicina, química o física, tampoco debe haber una forma nacional de estudiar el arte, la literatura o la historia. Por otra parte, debemos recordar que esta forma de creencia en la excepcionalidad fue lo que llevó a la aparición de malsanas obsesiones ideológicas que han proliferado no sólo en el ala derecha del pensamiento peninsular, sino también mucho en la así llamada izquierda. Estos son temas que han sido bien estudiadas, en particular por el hispanista estadounidense Sebastian Faber, quien ha comentado que «todo el concepto del hispanismo es una gran ofuscación», es decir, es bravuconería ideológica.

Durante muchas décadas, ha habido críticos que cuestionan lo que la palabra hispanismo pretende significar. Algunos han criticado la palabra por asumir una perspectiva demasiado insular (es decir, una crítica que podría extenderse a muchos aspectos del programa de estudios universitarios en España), demasiado conservadora y demasiado insistente en exclusividad lingüística y espiritual mientras que prescinde de un examen serio de otras disciplinas científicas. Estas críticas no han disuadido a los muchos que no comparten las opiniones de los críticos y, bastante razonablemente desde su punto de vista, que han intentado inventar palabras y términos que puedan dar sustancia a sus preferencias ideológicas. De hecho, al contemplar el problema, se hace cada vez más evidente que el debate sobre la naturaleza del hispanismo se asemeja en muchos sentidos al debate sobre el significado de la palabra España.

Resulta interesante observar, por ejemplo, que la tendencia a evitar el uso de la palabra España viene acompañada de una tendencia a utilizar como su equivalente la muy imprecisa palabra hispánico. Hace décadas, cuando acostumbrábamos a estudiar la historia de la península, normalmente utilizábamos la descripción historia de España. De la misma manera, era costumbre en todos los libros, ya fueran escritos en español, francés, inglés o alemán, referirse al imperio español. En aquel tiempo, la palabra España no tenía connotaciones negativas. Ahora, sin embargo, parece que no puede utilizarse la palabra España, ya que en muchas zonas de la península se la considera indeseable. Como consecuencia de ello, en muchos libros recientes de historia escritos por españoles, el imperio español se ha transformado en una entidad conocida como la monarquía hispánica: el imperio se ha suprimido como reaccionario, y la palabra español se ha vuelto prohibida. Uno puede preguntarse: «¿qué significa la nueva frase monarquía hispánica?». La respuesta, por supuesto, es que no significa nada en absoluto, excepto probablemente que pueda referirse a una entidad estudiada por personas misteriosas llamadas hispanistas, quienquiera que sean.

España es probablemente el único país de Europa donde un estudio de su propia cultura, idioma e historia -en la mente de unos pocos, por lo menos- se ha convertido en una especie de religión, es decir, hispanismo, que incluye un vasto universo de diferentes ideologías y credos, incluyendo personas que son liberales absolutos, así como otros que son nacionalistas rabiosos. Sin embargo, debido a que el hispanismo es tan confuso y caótico como disciplina, no deberíamos tomárnoslo demasiado en serio. De la misma manera, no deberíamos imaginar que los hispanistas son adeptos o sumos sacerdotes de una religión.

El estudio de cualquier entidad científica, ya sea una enzima o un asteroide o un país, debe esencialmente ser universal, porque debe estar basada en el conocimiento que hemos extraído de muchos expertos científicos en el mundo exterior. La investigación no puede ser nacionalista, y los hispanistas que conozco no son nacionalistas. Somos expertos que aplicamos nuestros conocimientos externos a la elucidación de cuestiones específicas que resultan estar ubicadas en el entorno de España. Estudiamos España porque estamos dedicados al conocimiento, no porque exista algún elemento único en la mentalidad de España que nos convierte en expertos.

¡Que sigan durante mucho tiempo las universidades de España dando títulos honoríficos a eruditos extranjeros y luminarias de la ciencia universal como Parker!

Henry Kamen es historiador británico. Su último libro es The Escorial: Art and Power in the Renaissance (Yale University Press, 2010).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *