Hollande, bajo mínimos

El presidente francés, François Hollande, parece deslizarse por el tobogán de la impopularidad. Los sondeos indican que nunca en la historia de la Quinta República un presidente ha tenido un índice de aprobación de su política tan bajo. Cuando quería hacer de la juventud su prioridad, los estudiantes se manifiestan contra la expulsión de una joven gitana (rom) escolarizada. Y Bretaña, que había votado por él (56%) en el 2012, se moviliza contra la ecotasa y el cierre de instalaciones agroindustriales. Y la agencia de calificación Standard & Poor’s acaba de rebajar la nota financiera de Francia estimando que la palanca de las reformas se ha roto y acusando al Gobierno de su incapacidad para reducir los gastos del Estado de modo significativo. De repente, el Gobierno busca desesperadamente hacer economías en el presupuesto. Es acusado de haber subido los impuestos de manera excesiva y el ministro de Economía, Pierre Moscovici, ha reconocido sinceramente –o torpemente– que los franceses están más que hartos de los impuestos. La impopularidad del Gabinete es tal que algunos evocan la hipótesis de una disolución de la Asamblea Nacional. Ello querría decir que se ha llegado a un cierto grado de irracionalidad. Si este fuera el caso, el resultado sería un grupo parlamentario socialista reducido a una cincuentena de diputados.

La próxima contienda electoral son las elecciones municipales previstas para marzo del 2014. Pese a la impopularidad de Hollande, no deberían ser catastróficas para los socialistas ya que los electores votan por motivos locales y los alcaldes socialistas están bien asentados. La subida del Frente Nacional debería provocar un cierto número de triangulares con la UMP y el Partido Socialista que deberían permitir al PS salvar lo esencial. Las elecciones europeas, previstas para junio del 2014, en principio aparecen como claramente desfavorables para la izquierda. Es una elección proporcional en la que el voto de protesta siempre ha tenido un papel. El Frente Nacional amenaza con ser el primer partido de Francia en estas elecciones. Eso creará un choque que se notará más allá de las fronteras nacionales. La hipótesis de un cambio de primer ministro (Jean-Marc Ayrault es acusado de ser demasiado blando en la gestión de los problemas) no parece creíble antes de estas citas electorales. Cambiar de primer ministro no salvaría gran cosa, es mejor guardar esta opción para recuperarse después de las elecciones. François Hollande espera que las reformas que ha puesto en marcha empezarán a tener efectos después del 2015 y que podrá decir al pueblo francés “ya os lo había dicho” y se le reconocerá haberse mantenido firme. Pero por ahora más bien es acusado de titubear y de no saber tomar decisiones.

La crisis en Bretaña es significativa porque esta región le era muy favorable pero la industria agroalimentaria se ha visto muy afectada y los cierres de fábricas se han multiplicado. Por otra parte, la creación prevista por el Gobierno de una ecotasa procedente de los transportes por carretera tiene en Bretaña un aspecto particular. Mientras que Francia está unida por autopistas de pago, Bretaña está comunicada mediante carreteras nacionales de doble carril comparables a autopistas pero gratuitas. Este sistema fue pensado como un medio para comunicar la Bretaña. Un impuesto que afecta específicamente a las vías de circulación, aparte de las autopistas, es vivido de un modo muy negativo.

La pregunta consiste en saber si Hollande ha alcanzado tal nivel de impopularidad que más tarde le será imposible remontar. Sus últimas estrategias de comunicación han fracasado. Mientras la juventud francesa se movilizaba contra la expulsión de la joven rumana Leonarda, el presidente declaraba públicamente que podía volver a Francia pero sin su familia. Eso enfureció aún más a quienes creen que la expulsión estaba injustificada (¿cómo puede volver a Francia una joven de 15 años sin su familia?) y ha desarmado a los partidarios de una política de firmeza respecto a los roms. Hay quien se ha preguntado si el presidente de la República tenía que manifestarse sobre un tema así. François Hollande ha echado a perder una oportunidad.

La ministra de Justicia, Christiane Taubira, responsable del proyecto de matrimonio homosexual, partidaria de una política de justicia más abierta y menos represiva, ha sido insultada hace unos días durante un viaje a Angers. Unos niños le gritaron “la mona come bananas”, recordando de modo inaceptable a la ministra de Justicia sus orígenes guyaneses. La solidaridad con esta mujer tenida por valiente por el conjunto de franceses e icono de la izquierda ha sido débil. Hollande y Ayrault no han buscado una solidaridad de izquierda respecto a estos insultos racistas.

La única buena noticia es que el premio Nobel de Economía Paul Krugman ha juzgado negativamente la decisión de Standard & Poor’s, calificándola de ideológica y no tomada por criterios económicos. La otra buena noticia es que la Comisión Europea avaló grosso modo el presupuesto de Francia calificándolo de razonable y creíble.

A Hollande le falta que la selección nacional de fútbol gane a Ucrania y se clasifique para el Mundial de Brasil. En la ida perdió 2-0 y anoche se jugó la vuelta en París. Quedar eliminados acabaría de hundir la moral de los franceses.

Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París.

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