Hombres y mujeres para la Utopía

Del 11 al 14 de este mismo mes y en Madrid, se celebra la XV Asamblea General de la CONFER (Conferencia de Religiosos y Religiosas de España). Una reunión que, tras cuatro años de permanente reflexión a partir de un plan denominado «Pensar CONFER», propondrá a los Superiores Mayores masculinos y femeninos presentes o a sus delegados correspondientes, un nuevo proyecto estatutario pero también un alternativo modelo económico, con el fin de actualizar la actividad de la Confederación tanto ad intra como ad extra. Se trata, pues, de una Asamblea de gran calado no sólo para la Vida Religiosa en cuanto tal, porque también para el conjunto de la Iglesia en España a todos los niveles, pues en todos ellos están presentes quienes se han consagrado a Dios de forma radical y definitiva.

En la actualidad, están implantadas en España 294 congregaciones femeninas y 104 masculinas, distribuidas en 6.703 comunidades, cuya vitalidad está dinamizada por 642 superiores mayores, también llamados, en general, provinciales. Las Religiosas alcanzan casi las 38.000 personas, mientras que los Religiosos se mantienen en unos 11.500 entre sacerdotes y no sacerdotes. En conjunto, más de 48.000 hombres y mujeres de muy distintas edades, a quienes hay que añadir en justicia 15.200 consagrados que trabajan en países extranjeros, tantas veces en situaciones absolutamente límites, como tantas veces evidencian los medios de comunicación social. Alrededor de 1.100 personas están en el proceso de formación, en espera de formular sus Votos Perpetuos e incorporarse, así, a sus respectivas congregaciones. Ellos y ellas son, como es lógico, el futuro de la Vida Religiosa en España, y de su adecuada formación y no menos experiencia de la vida dependerá que sus respectivas congregaciones sean capaces de pronunciar palabras significativas para sus conciudadanos creyentes y no creyentes.

Este conjunto de personas están representadas en la Asamblea que la CONFER celebrará estos días en Madrid y que, según hemos escrito más arriba, deberá decidir si modifica sus anteriores formas de proceder como asociación que representa de manera pública, en la Iglesia y en la sociedad española, tanta vitalidad evangélica pero siempre según el carisma propio de cada grupo masculino o femenino, que en ocasiones caminan juntos tras las huellas de un mismo fundador o fundadora. Es evidente que cada congregación no delega en CONFER su propia actividad y su correspondiente gobierno, pero también lo es que la imagen de CONFER adquiere un protagonismo relevante a la hora de proyectar eclesial y socialmente el talante de la Vida Religiosa como colectivo tan plural y tan carismático.

En CONFER, la infinita riqueza de la variedad encuentra su correspondiente dibujo unitario, y en tal sentido hay que tener muy presente cuanto dice, cuanto hace y, todavía más, cuanto proyecta respecto del ámbito religioso y civil en que se mueve. Que ese dibujo de unidad en la pluralidad sea poco conocido en nuestra sociedad española, solamente significa la urgencia de reformular praxis y teoría para que la luz no permanezca escondida bajo la montaña del tiempo y espacio humanos. El bien que no se proyecta, más allá de formulaciones idealistas, acaba por perder su propia identidad: la oscuridad lo somete a un involucionismo raquítico y reaccionario. Hay que ser capaces de tender la ropa de la Vida Religiosa al sol de la historia para que la salpiquen las pasiones humanas entre las que los signos de Dios se manifiestan al conjunto de la Iglesia. La auténtica humildad siempre acaba por traducirse en transparente comunicación.
Por estas razones tan relevantes, sería un gravísimo error acometer esta tarea de revisión reglamentaria dejándose llevar de un minimalismo proyectivo, en ocasiones típico de las épocas de crisis corporativas: como somos menos cuantitativamente, propongamos realidades de menor entidad tanto organizativa como evangelizadora, poniendo el factor económico como elemento nuclear del proceso. Por ahí, se establecería una «dinámica de disminución carismática» al menos en este nivel unitario de la Vida Religiosa en España. No es el momento de volver a posibles cuarteles de invierno, que tal vez llenarían de tranquilidad a los espíritus menos atrevidos. Es el momento de arriesgar en profundidad para llevar a cabo acciones intercongregacionales, de tal manera que vivamos también Religiosos y Religiosas la urgente globalización desde la puesta en común de nuestros respectivos carismas, en lugar de hacer de ellos una especie de murallas tras las que nos escondemos de riesgos necesarios para pronunciar históricamente esas palabras que Jesucristo y la Iglesia, pero también la sociedad civil, está exigiéndonos. En tiempos de desolación no hay que hacer modificaciones exacerbadas, pero sí, como dice San Ignacio y nunca suele citarse, trabajar contra las causas de tal desolación. Con radicalidad. Es decir, corriendo los riesgos evangélicos y evangelizadores que se nos demandan. Porque de lo contrario, CONFER perdería su sabor originario y dejaría de ser sal de la tierra y luz del mundo. Repetimos, con una humildad que se consuma en comunicación. Un Espíritu Pentecostal.

En este sentido, vale la pena recordar el sabio consejo de Pedro Arrupe, cuando aconsejaba insistir en «proyecciones de futuro» en lugar de estar anclados en las obsesivas correcciones del pasado. Esto significa precisamente «trabajar contra las causas de la desolación»: superar el pecado antiguo con proposiciones alternativas de futuro, arriesgando lo que necesario fuere para mantenernos en fidelidad a nuestra propia consagración desde la sociedad en la que vivimos y en la que debemos de proyectar a Jesucristo como referente eclesial prioritario. Esto implica valentía para cambiar, pero nunca cambiar a menos en nada de nada, de tal manera que las grandes congregaciones carguen con responsabilidades adecuadas a sus posibilidades, evitando así una sobrecarga de las más pequeñas pero no menos entusiastas, tanto en lo personal como en lo económico. Si no somos capaces de aceptar esta fraternidad en la responsabilidad, poco consistente demuestra ser nuestra permanente referencia a la unidad en un mismo Espíritu que regala todos los carismas.

Y todo esto significa que en esta XV Asamblea General de CONFER manda la utopía evangélica, aquella que nos contagió el Vaticano II y que en tantas ocasiones no hemos sido capaces de practicar. Es el momento de que la Vida Religiosa en España, estos casi 50.000 hombres y mujeres, decida proyectarse hacia el futuro de verdad, como cuerpo aglutinado al servicio de la Iglesia, en la que somos lo que somos, y al servicio de la sociedad, único lugar de estancia y de experiencia. Ojalá el debate tan sincero como fraterno abra un camino expedito para esa proyección futura deseada por necesaria. Tras largos años de refundación es la hora de transitar a la evangelización.

Norberto Alcover S.J., profesor de Comunicación en la Universidad Pontificia Comillas.