Honor y corrupción

La prensa está llena estos días de artículos que formulan la misma pregunta, «¿por qué hay tanta corrupción en España?». La respuesta que se ofrece se limita a la esfera de la política, y la solución sugerida es generalmente también una solución política. Por ejemplo, un artículo reciente apunta que «la principal causa de los escándalos es el alto número de cargos de designación política en las instituciones nacionales, autonómicas y locales», y que una reforma de este sistema proporcionaría algún tipo de solución. Eso es malentender el hecho de que la corrupción está arraigada en la naturaleza misma de las relaciones humanas. La corrupción no se limita a la política; es un fenómeno cultural que afecta a todos los aspectos de la sociedad.

En España, por ejemplo, la corrupción es parte del concepto tradicional del honor. Permítanme dar un ejemplo. Hace unos años, un amigo británico compró una casa en España. Aceptó el precio que se le pedía. «Lo mas fácil», dijo el vendedor, «es dejar el contrato en manos de mi abogado. No se preocupe sobre los detalles, lo cerraremos con un apretón de manos; tiene mi palabra de honor». Mi amigo prefirió no confiar en el abogado del vendedor y se buscó uno propio. Gracias a él supo que el vendedor estaba tratando de ocultar que la casa no tenía aún los papeles necesarios, no tenía permiso para servicios como agua y luz, y que el precio era ilegal. Fue el comienzo de cinco años de molestias legales, pero mi amigo consiguió su casa.

En España, desgraciadamente, la falta de respeto por la ley es una forma de vida, porque hay algo superior a la ley: el honor de un hombre. Pensé en el caso de mi amigo porque era un asunto claro de corrupción que decenas de miles de residentes extranjeros han sufrido en España en los últimos años. Pero también fue un caso en que un español ofrecía su honor como garantía. ¿Hay algo en honor que también implica corrupción?

Me puse a consultar un libro que explicaba «la veneración casi religiosa en que el honor se celebra en España». «Honor era el símbolo de orgullo y amor propio. Era la fuente de la que manaba la valentía, lealtad y honestidad. La prueba de honor era arriesgarlo todo para conservar el buen nombre». Las palabras provienen de un ensayo sobre el teatro de Calderón de la Barca. Pero el ensayo también pasa a explicar que el culto al honor era utilizado como tapadera para cometer delitos. Y aquí es donde llegamos al tema de este breve ensayo.

¿Por qué el vendedor de la casa de mi amigo usaba el honor como excusa para la corrupción? Corrupción, según la definición que ofrece el organismo europeo de Transparency International (TI), es «el abuso del ejercicio de poder público en beneficio privado». El TI, una ONG con sede en Berlín, comenzó en la década de 1990 controlando la corrupción en todo el mundo.

La confianza en el honor en lugar de la ley es una característica fundamental de la sociedad mediterránea. El honor pone el estándar del individuo por encima de las normas de la sociedad, porque el honor es un sustituto de la ley. Los promotores y agentes inmobiliarios que vendieron a mi amigo su casa ilegal eran hombres de honor. ¿Por qué las personas más honorables de la sociedad -políticos, banqueros, empresarios, policías, abogados- son los mayores culpables de corrupción? ¿Qué ha ocurrido para que la corrupción sea tan generalizada en España? En este momento hay casi mil casos de corrupción importantes ante los tribunales.

La corrupción en esta escala no sería tolerada en ninguna otra nación occidental, sin embargo, aquí no sólo es generalizada sino también abiertamente aceptada. De hecho, los caballeros de honor desafían los intentos para detenerla. La semana pasada, un grupo de políticos en Cataluña creó un comité de «mayor transparencia». Pretenden hacer algunas leyes más contra la corrupción con el fin de demostrar que ellos no son corruptos. Al mismo tiempo, han suprimido cuidadosamente información sobre la investigación de ricas familias políticas en Cataluña. Obviamente, son conscientes de la declaración de Tacitus: «Cuánto más corrupto es el Estado, más numerosas son las leyes» contra la corrupción.

¿Qué ha pasado con el honor español para convertirlo en un escudo de corrupción? Acabo de buscar alguna información muy interesante del TI. Cada año, este organismo publica un análisis del nivel de corrupción en el mundo. El índice publicado por ellos en 2010 señalaba que los menos corruptos eran Dinamarca y Finlandia. Su conclusión fue que los países escandinavos tenían el nivel más bajo de corrupción y que Dinamarca, Noruega y Suecia eran los mejor protegidos contra este fenómeno gracias a sus auditores, jueces y policías .

Por el contario, los países que están más comprometidos con el concepto de honor, es decir, los países del Mediterráneo, son los que mayor corrupción tienen. El informe de TI del 2010 afirma explícitamente que Grecia, Italia, Portugal y España «muestran graves déficits en la rendición de cuentas del sector público, y tienen arraigados problemas de ineficiencia, negligencia y corrupción».

Por supuesto, el Mediterráneo no es el único hogar de corrupción. El mismo informe para 2012 señala que dos nuevos miembros de la Unión Europea, Bulgaria y Rumanía, siguen siendo la mayor preocupación. Mientras ambos países han promulgado numerosas leyes contra la corrupción, como exige la UE, «esta ráfaga de actividad legislativa no ha estado acompañada por la adopción generalizada de las normas, acciones y comportamiento éticos», dice el informe. Evidentemente, es triste que las naciones con una gran reputación histórica como España e Italia se hayan hundido al mismo nivel que naciones emergentes como Bulgaria y Rumanía.

La mala noticia, sin embargo, no se detiene allí. Veamos algunos de los detalles del informe de la TI para 2012. Entre los países europeos, España figuraba en el puesto 16, es decir, que otros 15 tenían mayor transparencia y menos corrupción. Los únicos países europeos con más corrupción que España fueron Portugal, Eslovenia, Polonia, Lituania, República Checa, Rumanía, Italia, Serbia, Grecia, Albania y Bulgaria. Se puede ver que España -la España del PSOE, PP y CiU- tiene muy poco de que enorgullecerse, en compañía de países que heredaron su pobreza y corrupción de décadas de régimen totalitario.

Corrupción, en otras palabras, es un fenómeno moral y no sólo una cosa de funcionarios del gobierno. Se trata de hacer cumplir la ley, contra los principios de quienes creen que su honor les permite contravenir la ley. Si no se observan las leyes sobre venta de casas, obediencia a las regulaciones estatales y municipales, y todos los demás aspectos de la sociedad civil, entonces florecerá la corrupción. Si algunas personas se consideran por encima de la ley, como los políticos y banqueros, entonces florecerá la corrupción. De hecho, el público es consciente de que los corruptos, si son suficientemente ricos, siempre escaparán de la justicia en España.

El dinero que han robado, bien cobijado en bancos de Suiza, nunca será devuelto al pueblo de España. La peor consecuencia de esto no es que los corruptos morirán ricos, sino que la gente perderá toda fe en la ley y dejará de estar interesada en conocer la verdad.

Henry Kamen es historiador británico. Su nuevo libro, La Inquisición española, se publica este año con Editorial Crítica.

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