Hora de votar

Por Mario Vargas Llosa, escritor (EL PAÍS, 12/03/06):

De todas las elecciones suele decirse que son decisivas, neurálgicas, que, a partir de lo que revelen aquellas ánforas, ocurrirán cambios fundamentales, para bien o para mal, en el país llamado a votar. Pero es muy posible que este lugar común sea una estricta verdad en el caso de las elecciones presidenciales y parlamentarias que tendrán lugar en el Perú el próximo 9 de abril.

Los dos candidatos que van a la cabeza de todos los sondeos -la democristiana Lourdes Flores y el nacionalista comandante (retirado) Ollanta Humala- representan no sólo dos tendencias políticas, sino una alternativa radical: la continuidad del sistema democrático, que la sociedad peruana recuperó en el año 2001, a la caída de la dictadura de Fujimori y Montesinos, o la instauración de un régimen populista y autoritario, semejante al que ha apuntalado ya en Venezuela el comandante Hugo Chávez, de quien Ollanta Humala es protegido y admirador.

El comandante Humala se hizo conocido en las postrimerías de la dictadura de Fujimori, encabezando, con su hermano Antauro, un extraño levantamiento militar que se proclamaba anti-fujimorista, aunque muchos sospechan ahora que era una maniobra de distracción, planeada en secreto contubernio con Montesinos, para facilitar la fuga de este siniestro personaje, el verdadero poder y jefe de la corrupción detrás de Fujimori.

Ollanta Humala aparece segundo en las encuestas, con un porcentaje de votos que se acerca al tercio de las preferencias del electorado que ya ha decidido su voto (hay todavía un número grande de indecisos). Un porcentaje en verdad muy alto, si se tiene en cuenta que, desde hace por lo menos dos meses, los medios de comunicación han sacado a la luz, en la biografía de Ollanta Humala, toda clase de sapos y culebras que hubieran debido mellar su popularidad: desde los crímenes y torturas en que se habría visto implicado durante la guerra contra Sendero Luminoso, cuando, con el seudónimo de Capitán Carlos, comandaba la guarnición Madre Mía en la selva amazónica, hasta la larga lista de arribistas y politicastros y aun individuos con prontuario policial que se han arrimado a su candidatura y que figuran en su comando de campaña o en sus listas parlamentarias.

Esas revelaciones no han rebajado el respaldo que tiene; lo han aumentado. Esto dice mucho sobre la estructura social y económica del Perú (y de buena parte de América Latina). El país ha tenido unos años de bonanza económica y todos los indicadores "macros" son excelentes: inflación controlada, reservas altísimas, crecimiento sostenido, inversiones y crédito internacional. Pero esta bonanza sólo beneficia de manera tangible a una cuarta o, tirando hacia el optimismo, a esa tercera parte de la población que ve en Lourdes Flores una esperanza de que este relativo progreso continúe y se acelere en su gobierno.

El abismo entre ambos extremos es infranqueable. Por lo menos un tercio de la población vive atrapada en unas condiciones de vida que la impermeabilizan contra todo beneficio derivado de las buenas cifras de la macroeconomía peruana. Campesinos, sectores urbanos marginales, migrantes que no consiguen implantarse en las ciudades, desempleados y jubilados que no pueden parar la olla con sus magras pensiones, etcétera. A estos varios millones de peruanos la idea de que el Perú esté progresando les parece una burla: ¿qué clase de progreso es éste que a ellos los deja igual o peor de lo que estaban? Desde su punto de vista, tienen toda la razón del mundo. La bonanza es un privilegio de minorías en una sociedad donde, por falta de reformas básicas en la educación, la salud y la difusión de la propiedad, buena parte de la población queda automáticamente excluida de la modernización y el progreso que monopolizan las elites.

De ahí la frustración, la cólera y el pesimismo que el comandante Ollanta Humala explota con todo éxito. Sus diatribas contra la clase política corrompida, contra los parlamentarios que ganan fortunas y no sirven para nada, contra las empresas extranjeras que se aprovechan de los recursos nacionales y humillan a los peruanos, y sus promesas de llevar a la cárcel o al paredón a los explotadores y ladrones tocan un nervio muy vivo en quienes, por ignorancia, injusticia o desesperación, creen que el sistema democráti-

NOTA: el artículo finaliza tal y como aquí aparece, con un guión. Cuando corrigan el error, lo subsanaré también aquí.