Horadando la civilización occidental

Estamos viviendo el zénit de la civilización occidental, como evidencian el nivel de riqueza absoluta y per cápita, la reducción de la pobreza extrema, la mejora de esperanza y condiciones de vida, y sobre todo, una ecuménica igualdad de oportunidades -incluida la educación- que pudiendo haber sido un sueño en el reciente pasado hoy son una realidad cada vez más extendida.

Frente a estos inmensos -en términos históricos- avances que han sido amplia y rigurosamente demostrados por premios Nobel de Economía como Phelps -Una prosperidad inaudita- y Deaton -El gran escape-, científicos como Pinker -En defensa de la Ilustración-, y ensayistas como Simon -The State of Humanity-, Norberg -Progress-, Rosling -Factfulness-, etcétera, hoy está de moda progresista la negación -sin prueba alguna- del zénit alcanzado. La «progréfobos», no conformes con negar la evidencia acerca de lo que que hemos conseguido, han extendido sus tentáculos al cómo lo hemos logrado; lo que es aún más grave, pues atenta directamente a los cimientos de nuestra civilización occidental. Sin excepción, los progresos económicos y sociales de la Humanidad están sustentados históricamente por las instituciones de la civilización occidental incluidos los logrados en oriente -Japón, Corea, Singapur...- gracias a la importación de nuestras mejores prácticas institucionales. Si repasamos los grandes y exclusivos logros de la civilización cristiana occidental, nos encontramos con:

La libertad -«uno de las mas preciosos dones que a los hombres dieron los cielos», según Don Quijote- es una palabra muy difícil de encontrar en las lenguas no occidentales. La separación de la religión del Estado es consustancial, desde sus orígenes cristianos, a Occidente, así como el Derecho y el imperio de la ley. La emancipación de la mujer y la dignificación del matrimonio. Los derechos humanos y la ley natural que no discriminan a nadie, establecieron -desde 1512 en España- el derecho a la vida, la cultura y la propiedad de todos los hombres igualmente libres. La Universidad, la más grande contribución al mundo de la edad media occidental. La ciencia -abortada en las demás culturas- ocurrió en Occidente gracias a sus herramientas filosóficas. La música, el teatro, la arquitectura, la pintura, la literatura... nacieron y se desarrollaron a una inigualable altura en Occidente. La democracia liberal es una creación de origen griego, perfeccionada en el Reino Unido, consolidada en Occidente y exportada al resto del mundo. El capitalismo, la innovación tecnológica y las revoluciones industriales que han propulsado el asombroso progreso económico y humano del mundo. La sociedad civil es consustancial con Occidente. Los valores morales como la confianza; la virtud social que mejor explica la prosperidad de las naciones.

Una buena parte de tales logros civilizadores están siendo cuestionados de las más diversas maneras. Es el caso de los obstáculos sin fin al libre ejercicio de la función empresarial, e incluso la asombrosa y vigente prohibición de utilizar libremente la lengua oficial española en cada vez más espacios públicos. Un precioso logro de nuestra civilización es la ciudadanía -ciudadanos libres e iguales-, que cada vez se encuentra más cuestionado, merced a la proliferación de derechos que arbitrariamente se asignan a ciertos grupos identitarios, pero que se les niegan a otros. Muchos políticos y e incluso juristas, desprecian los principios clásicos del Derecho, como «la prueba incumbe a quien acusa» y muchos otros ejemplos de los últimos tiempos.

Con motivo de la rebelión secesionista catalana, tuvo que ser S.M. el Rey quien saliera al paso de tal desafuero, poniendo las cosas en su sitio dos días después del intento de golpe de Estado, excluyendo -como es natural- diálogo ni relator alguno con los evidentes culpables de tan grave delito; para ya más recientemente -ante un gobierno contemporizador- afirmar categóricamente que «no es admisible apelar a una supuesta democracia por encima del Derecho». La confianza, que sigue siendo el cemento que amalgama las relaciones de la sociedad civil y el cumplimiento de las promesas que adoptadas deben cumplirse siempre, voluntariamente o por ley, son valores morales de nuestra civilización que cada vez se encuentran mas alejados de la política.

Resulta evidente que ante el catastrófico fracaso del paradigma colectivista alternativo, los enemigos de Occidente dedican ahora todos sus afanes a horadar -al no estar en condiciones de derribar- las columnas que sustentan nuestro edificio civilizador; algo que no solo debe ser evidenciado, sino combatido dialécticamente por una libre sociedad civil orgullosa de serlo.

Jesús Banegas es presidente del foro Sociedad Civil.

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