Hoy, 11 de Septiembre

Por Josep-María Terricabras, catedrático de Filosofía de la Universitat de Girona y miembro del Institut d'Estudis Catalans (EL PERIODICO, 11/09/04):

Todos los países deben soportar los tópicos que los siglos han ido cargando a sus espaldas. Los ciudadanos de determinado país son presentados como trabajadores, los de otro como muy belicosos o muy agarrados, quizá holgazanes, quien sabe si pretenciosos, elegantes, religiosos o fanáticos. Estos tópicos son ridículos. No lo es, en cambio, aceptar que si los ciudadanos de cada país reciben la influencia de una educación y de una historia determinadas, eso se notará después en su vida, en su modo de comportarse. Por lo tanto, no me parece extraño sino normal que pueda decirse que ciertas preferencias o tendencias resulten más mayoritarias en unos países que en otros. Al fin y al cabo, son estas tendencias, estas confluencias y coincidencias lo que acaba haciendo que los ciudadanos de un país se encuentren a gusto juntos y se reconozcan los unos a los otros como connacionales. No obstante, cuando se pretende que los tópicos nacionales son una marca fija y precisa --casi indeleble y eterna-- que afecta a todos los ciudadanos, se cae en el estereotipo tronado y, sobre todo, peligroso. Los clichés sobre nosotros y los otros falsean burdamente una realidad mezclada y compleja, y hacen mucho más difícil la comprensión de las personas, bastante difícil de por sí. No hay, pues, unos rasgos que caractericen esencialmente a las personas y los grupos. Lo que hay son experiencias mezcladas, juicios varios, proyectos plurales. Podemos compartir muchas cosas o pocas, casi todas o casi ninguna. Tenemos un buen ejemplo en las distintas reacciones ante el Onze de Setembre. Este verano se ha discutido, como cada año, de qué forma debía plantearse la Diada nacional: si como celebración, como conmemoración o como reivindicación. Algunos catalanes ven en la Diada la ocasión de celebrar una fiesta. Tienen razón: de hecho no es un día laborable sino oficialmente festivo. Otros quieren conmemorar la derrota militar contra las tropas de Felipe V y no pueden alegrarse de ello. Es cierto: las derrotas son siempre tristes. Otros quieren reivindicar más respeto y más poder para la nación catalana. También tienen razón: una nación que no se protege y no se fortalece está abocada a su extinción.

TODOS tienen razón, aunque tengan razones muy variadas. Y es bueno que unos conozcan las razones de los otros. Si lo hacen, se darán cuenta de los límites de las suyas. Al fin y al cabo, esto pone en evidencia que el sentimiento nacional es variable y que un mismo ciudadano puede pasar por fases muy diversas. Pero lo que marca las diferencias no es lo que se dice sino lo que se hace. Porque sólo la experiencia vital muestra cuáles son las convicciones que se defienden, qué grado de compromiso concreto quiere adquirirse. Pero queda claro que las convicciones y los compromisos no dependen sólo de la buena voluntad de cada cual sino, en gran manera, de las influencias que se reciben y de la presión social a la que se está sometido. Algunos todavía piensan --por ridículo que resulte-- que los nacionalistas lo son porque han sido manipulados, mientras que los no nacionalistas son ciudadanos más libres, menos influidos, menos presionados. La neutralidad es un mito para ingenuos. En nuestro mundo, las influencias de todo tipo son constantes. Aunque algunas son bastante más poderosas que otras. Hoy mismo, los medios de comunicación mundiales hablarán extensamente de otro Onze de Setembre, el de tres años atrás en Nueva York. Me parece normal que el mundo esté más pendiente de aquél Onze de Setembre que del nuestro. Los mismos medios, sin embargo, van a hacerse mucho menor eco --si lo hacen-- de otro Onze de Setembre, el de 1973, cuando el general Pinochet protagonizó un golpe de Estado sangriento contra Salvador Allende. ¿Por qué se hablará más de uno que de otro? De hecho, hubo muchas más víctimas en Chile que en Nueva York. Lo sabemos y no hay que esconderlo: los hechos son importantes si es importante quien los explica y quien los controla. La presión mediática y política del imperio norteamericano es tan intensa que ninguna otra puede hacerle sombra. Lo que sorprende, sin embargo, es la ingenuidad de muchos que creen que, en un mundo globalizado, los hechos y los juicios circulan libremente sin que nadie los controle. Todo lo contrario. El control es cada día mayor.

SÍ, TENEMOS motivos sobrados para recordar y conmemorar tres Onzes de Setembre. Pero estoy seguro de que en Chile la diada será vivida con una emoción única e incomparable. Lo mismo que en Nueva York. Todos tienen razón. ¿Seremos los únicos que no llevaremos razón si decimos que el Onze de Setembre es, en primer lugar, nuestra Diada nacional? ¿Seremos tratados de provincianos? ¿O más bien son provincianos los que se olvidan de sí mismos y se someten a los dictados de la capital? La conciencia nacional es siempre construida. Aunque puede construirse de muchas maneras. Y ninguna de ellas es neutra. Estadounidenses y chilenos tienen, no obstante, una ventaja: saben quienes son y todo el mundo se lo reconoce. Nosotros todavía dudamos. Es por eso que a menudo cuesta ver si somos de verdad una nación o si sólo somos una noción.