Hungría ante los movimientos migratorios

En anteriores artículos publicados en este Observatorio y en relación con los impactos de los movimientos migratorios sobre el conjunto de la UE, catalizados por la guerra de Siria y añadidos a las corrientes definidas por la FRONTEX; se pronosticaba una crisis política derivada del ascenso de movimientos identitarios en los principales países de la UE-28.

Pero no solamente ese fenómeno podía hacer tambalear el statu quo europeo en una de las regiones político-económicas que con la evolución de los focos de poder globales se ha quedado en la periferia del centro de gravedad mundial, sino que en relación con los cambios en la política exterior del país más poderoso del mundo, los EEUU, esta debilidad se podría agudizar hasta el punto de llevar a la UE a una compleja e incómoda situación, además de la salida ordenada del Reino Unido, en parte debida a las políticas migratorias.

Desde el año 2002 la distribución espacial de los solicitantes de asilo en cuanto a los países de entrada ha sido bastante desigual en el seno de la UE. Si desde esa fecha Alemania ha sido uno de los principales focos de atracción o lugares de destino, con una cifra de 442.000 demandantes de asilo en ese año, Hungría le seguía en segundo lugar con cerca de 174.000, y del mismo modo en el año 2005 este país fue el que recibió el mayor número de demandantes por primera vez, 1.770 por cada 100.000 habitantes.

Ha resultado evidente el enorme impacto de este fenómeno sobre la población autóctona de los países de la UE, y a este respecto es válido el dato empírico de que en un solo año se ha producido en Hungría, Suecia y Austria, un aumento del 1% de la población de estos países con origen en el exterior, lo cual equivale al mismo porcentaje experimentado en los EEUU entre los años 2005 a 2015; recuérdese de que este último país acoge a la quinta parte del movimiento migratorio mundial.

Las políticas migratorias de Hungría se han ido compactando y endureciendo con el tiempo, causa principal de las discordias con la Comisión Europea y el Parlamento Europeo, fundamentadas en dos decisiones: la defensa a ultranza de las fronteras del país y la no aceptación de las políticas de reasentamiento impuestas por la UE, en el trasfondo de todo ello se encuentra la idea de salvaguardar las culturas europeas y comunidades nacionales, tal como lo defiende su primer ministro Viktor Orban.

Precisamente, éste apoya su argumento en la necesidad de reforzar sus políticas ante la inestabilidad producida por la decisión del Reino Unido de abandonar la UE, amén de que cuando planteaba sus medidas legislativas, los principales líderes europeos no pusieron objeciones, apoyando la necesidad de que ningún demandante de asilo abandonara Hungría para ir a Alemania o Austria, sin antes haber sido aceptado como tal.

Para ello, el primer ministro aboga por salvaguardar la posición privilegiada de la UE en el mundo, no ya como potencia político-económica sino como lugar donde existen las mejores condiciones para vivir; y por ello se refirió en su discurso del 10 de marzo de 2017, tras la reunión del Consejo Europeo en Bruselas, de que “…nuestro objetivo no es traer inmigrantes a una Europa en circunstancias bien reguladas, sino prevenir la alteración de la composición cultural y étnica de nuestros países”.

Fue por ello que en 2016 se significó su gobierno por situarse en contra de las políticas migratorias de la UE, negándose a aceptar el reparto por cuotas de solicitantes de asilo, y en ello coincidía con su homóloga polaca cuando, en una conferencia de prensa en Budapest ese mismo año, argumentaba las necesidad de detener las corrientes migratorias en el Norte de Grecia, y para ello se fortaleció la posición común de los países llamados del grupo de Visegrado (Hungría, Polonia, Chequia y Eslovaquia).

Anteriormente Hungría había construido una valla, que se hizo famosa por las imágenes emitidas en los medios de comunicación en el 2015, con la frontera de Serbia y otra en la de Croacia, con el objeto de detener las oleadas de refugiados, ello derivó en la creación de una nueva ruta que se dirigía a centro- Europa a través de Eslovenia. El ejemplo fue seguido posteriormente en el 2016 por Macedonia en su frontera Sur con Grecia.

Igualmente, en el año 2015 cuando la UE adoptó la política de reparto por países de cupos de refugiados, Hungría, junto a otros países del Grupo de Visegrado además de Rumanía y Litunia, se opuso a ello, aparte de no cumplir con la acogida de 1.294 procedentes de Italia o Grecia de un total de 66.000 refugiados que en aquellos momentos había en la UE, forzando una fractura Este-Oeste en el seno de la UE.

En el fondo de toda esta postura y la de los otros países se encontraba la forma y manera en que desde Bruselas se llegó al acuerdo de reparto, con los adjetivos de directo y obligatorio. Sin duda enervó en alto grado a este conjunto de países que, por un lado han sido beneficiarios de la expansión de las fronteras de la UE hacia sus países y por ende de las asignaciones económicas de los fondos europeos, y por otro de la políticas de la OTAN de fortalecimiento de sus espacios fronterizos frente al despliegue de las fuerzas rusas.

Es por ello que el gobierno de Orbán convocó para el 2 de octubre de 2016 un referéndum consultivo para conocer la postura de los húngaros acerca de estas políticas, fundamentado en el sentimiento nacional y de soberanía frente a las sanciones que desde Bruselas se preveían contra los Estados que no cumplieran con el reparto de cuotas. Sin embargo y a la postre, la participación no llegó al 50% que exigía la ley electoral para resultar válida dicha consulta.

Sin duda, el fenómeno migratorio ha servido como puntal para el primer ministro y el partido de gobierno, el Fidesc. Con ello, y ante el sentimiento de inseguridad de una gran parte de la población, las políticas nacionalistas e identitarias han tomado fuerza hasta nuestros días, consiguiendo Orbán convertirse en una referencia que marca el ritmo de la UE, espoleada por sus medidas legislativas discutibles que permiten la detención de cualquier “inmigrante no documentado” o solicitantes de asilo, los cuales sólo podrán presentar sus solicitudes en “zonas de tránsito” situadas en la frontera, siempre que esté decretado el estado de “estado de alerta” por emigración masiva”.

Se esgrimía desde Bruselas la necesidad de importar mano de obra, de forma ordenada, para cubrir las carencias que en un futuro próximo se darán en la UE, revisando para ello las condiciones de la llamada Tarjeta Azul, y se esgrimió por el lado de Hungría y de los anteriores países del Este citados, que la forma en cómo se estaba tratando el problema migratorio unido a la financiación interesada de ONG, s por parte de determinados poderes externos, estaba catalizando los flujos migratorios para conseguir un “Ejército en la reserva” de masa laboral con efectos perniciosos sobre las culturas europeas.

Se puso de manifiesto la confrontación ideológica entre diferentes modelos de construcción europea: uno, el de la Unión o Federación de Estados con ciertas autonomías en determinados asuntos sensibles y salvaguarda de identidades nacionales; y otro, el de una Unión crisol de culturas autóctonas y foráneas, dentro de un sistema económico determinado que necesita mano de obra joven.

No obstante, otros acontecimientos que están sucediendo en otras latitudes y que se tratarán en otros artículos, están trastocando el panorama mundial de las corrientes migratorias, el conjunto de realidades que en ellas se incluyen y las distintas reacciones de las poblaciones en los países de acogida.

Jorge Garris Mozota, Doctor en Historia. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *