Ideas para el futuro de la democracia liberal

El curso de Red Floridablanca en Valencia, en colaboración con la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, «Globalización y responsabilidad: nuevos horizontes de la democracia liberal», tiene como objetivo ofrecer respuestas y alternativas a problemas que hoy se presentan como nuevos pero que, sin embargo, son fruto de la tensión entre los seguidores de Rousseau, quien afirmaba que «la soberanía no puede ser representada», y los defensores de la democracia liberal y representativa como sistema político. En definitiva, una tensión entre los partidarios de la democracia directa y popular y la democracia indirecta y representativa. La diferencia estriba en que quienes creemos en la democracia liberal confiamos en el marco constitucional para resolver nuestras diferencias, frente a quienes quieren imponer su doctrina al margen de aquello que nos hace iguales y que contemplan todas las democracias modernas: el Estado de Derecho como garante de los derechos fundamentales y de las libertades.

Si bien todavía son mayoría los que creen en las virtudes de la democracia liberal, el avance de los populismos, que hacen de la democracia directa una de sus señas de identidad para alcanzar el poder, es cada vez más intenso en las democracias liberales. Basta con mirar el mapa político occidental para advertir que este fenómeno ha ganado espacio y electores, a pesar de las peligrosas consecuencias que se derivan del mismo para la libertad, el bienestar y la prosperidad de las sociedades occidentales. Hasta tal punto es así que los exponentes del populismo han logrado socavar la imagen de lo que en sus inicios era un gran proyecto político –escaso en estos tiempos–, la Unión Europea.

«Globalización y responsabilidad: nuevos horizontes de la democracia liberal» consta de tres partes: los retos que afronta la democracia liberal, la situación de Europa y el populismo. El objetivo es guiar/centrar la reflexión, en primer lugar, sobre los desafíos a los que se enfrentan las democracias liberales y los argumentos a favor de esta. Pero esta «batalla política» no se circunscribe solo a los territorios nacionales, sino también a Europa, lo que nos lleva a pensar en su identidad y las respuestas que debe dar para frenar a quienes han sido históricamente los enemigos de la razón de ser de su nacimiento como proyecto político: los populismos y los nacionalismos. Por último, se perseguirá desmontar el populismo en su vertiente teórica, las ideas, y en su dimensión práctica, la convergencia de las ideas con la gestión de las administraciones.

En el curso se afrontarán, por tanto, temas políticos que van a estar presentes en los próximos años. Porque lo que se dirime no es ya solo la gestión de los presupuestos, sino el sistema de derechos y libertades sobre el que se constituye nuestro sistema político. La finalidad de los adalides de la revolución (con un pie en el Congreso y otro en la calle) no es otra que extender la autoridad política a través de la voluntad general rousseauniana, de la sociedad que puede ejercer una autoridad ilimitada sobre los individuos en tanto que estos se desposeen de sus derechos a favor de la comunidad; aunque lo que subyace en el fondo es un ansia de poder sin límites. Porque la ira de los populistas, como recriminaba uno de los grandes detractores de Rousseau, Benjamin Constant, se dirige «contra los poseedores del poder y no contra el poder mismo».

El curso «Globalización y responsabilidad: nuevos horizontes de la democracia liberal» no persigue dirigir la ira contra nadie, sino dotar al centro-derecha de ideas y argumentos para el futuro de la democracia liberal que contrarresten las falacias del populismo. Ante el desafío que representan estos nuevos enemigos de la libertad, el centro-derecha, particularmente en España, debe asumir una gran responsabilidad. Por dos motivos, al menos. El primero, porque la marea populista de extrema izquierda que se expande por nuestras tierras ha logrado ya uno de sus objetivos: desestabilizar al PSOE, expresión de una de las dos grandes corrientes políticas que han sido pilares de nuestra democracia, que se fragua en la Transición. Y el segundo, porque el gran proyecto de integración europea fue en sus orígenes, en buena parte, obra del centro-derecha europeo, cuyos líderes –los «padres fundadores» de la Unión Europea– vieron con clarividencia que la defensa de la libertad y de la democracia, las únicas bases para preservar la paz, necesitaba un sólido proyecto común solidario.

El centro-derecha español tiene la obligación de estar preparado para esta «nuevo combate de las ideas» que resulta imposible soslayar. La historia europea nos demuestra que, cerrando los ojos a lo que sucedía tras «Telón de Acero», una parte considerable de la inteligentsia de la Europa occidental se dejó fascinar por la «Vulgata marxista». Pero los defensores de la democracia liberal, con tesón y vigor, lograron la victoria de sus ideas: cayó el Muro de Berlín.

Este compromiso del centro-derecha es una tarea que exige un esfuerzo intelectual, moral y político, que ha de ponerse en el lugar más relevante de la presente acción política, porque nuestro futuro no puede ventilarse en las páginas del Boletín Oficial del Estado. Es a esta imprescindible tarea a la que modestamente quiere contribuir la Red Floridabanca.

Eugenio Nasarre y Jorge Martín Frías, directores del Curso «Globalización y responsabilidad: nuevos horizontes de la democracia liberal»

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