Ideología e identidad del centroderecha

En Conservatism. The fight for a tradition (2020), Edmund Fawcett observa que «con la izquierda batida en retirada, la derecha comanda la política actual». Ciertamente, en los últimos 40 años los partidos conservadores han dominado la política de Occidente: los democristianos alemanes han gobernado 31 años de esos 40; los conservadores británicos, 28; los republicanos estadounidenses, 24; los liberal-conservadores franceses 21, si contamos a Macron. Incluso la socialdemocracia escandinava ha perdido fuelle ante partidos liberales como Venstre en Dinamarca y los Moderater en Suecia. En ese paisaje de tonalidades azuladas contrasta España, donde los gobiernos del Partido Popular suman apenas 15 años. Evidentemente, nuestras circunstancias históricas son muy otras a las de esos países. Con todo, a la distancia de 42 años de la Constitución y ocho largas décadas desde 1939, el predominio en España de la izquierda constituye una de las curiosidades políticas de Europa. Por ello, el reciente giro al centro del PP y la brillante victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid invitan a ponderar la identidad ideológica del centroderecha.

Alianza Popular empleó los años ochenta en unificar el centroderecha desposando, entre otros, al Partido Liberal y al Partido Demócrata Popular. Como quiera que aquel casamiento de las familias liberales difuminase un punto sus bases ideológicas, en los noventa, el PP de José María Aznar se definió insistentemente como liberal, de un liberal-conservadurismo moderado. En la actualidad, la denominación centroderecha abarca un todo a expensas de su concreción semántica. En esto el PP lleva una considerable desventaja. El PSOE no solo ha explotado la raíz social de socialista, sino que se ha apropiado de etiquetas de corte liberal como son feminista y progresista. Otros disimulan su radicalismo mediante términos y eslóganes tan grandilocuentes como falsarios: anticapitalistas (aunque el capitalismo sea inevitable en democracia) y antifascistas (donde no hay fascismo). Al PP, empero, conocemos apenas por centroderecha, aun cuando sus homólogos ideológicos exhiban denominaciones identitarias precisas, tales que los alemanes democristianos, los británicos conservadores, los escandinavos liberales o los estadounidenses republicanos.

Curiosamente, en Twilight of Democracy (2020), Anne Applebaum atribuye el auge de Vox a que ofrece «no una ideología, sino una identidad». La expresión ideológica e identitaria más contundente del PP en los últimos años se contiene en el lema de la campaña madrileña: «Socialismo o libertad», que es refracción de la máxima de Friedrich Hayek en The Road to Serfdom: «la mayor amenaza [a la libertad] es el socialismo». Hayek contraponía el socialismo al «liberalismo individualista», esto es, al liberalismo comprometido con las libertades individuales. En ese individualismo filosófico se contiene el núcleo ideológico de todo centroderecha: en la defensa de la libertad del individuo frente a imposiciones categóricas implantadas subjetivamente en el nombre de un hipotético bien general. Someter al individuo al dictado de la mayoría lo condena, en la expresión de Hayek, a la «servidumbre» y supone la «destrucción de la libertad en nombre de la libertad». El liberalismo no se fundamenta meramente en reducciones fiscales que nos hagan más libres económicamente, sino en articular un Estado mínimo que, como defendía Robert Nozick, nos proteja de la tiranía (económica y moral) de la mayoría. Advertía Hayek contra el «control de la opinión pública» por medio de «doctrinas pseudocientíficas» orquestadas para esclavizarnos intelectual y moralmente. La libertad consiste tanto en disfrutar de los frutos de nuestro trabajo como en poder crecer intelectualmente sin que se nos obligue a acatar y a comulgar con dogmas pseudocientíficos cuales son, entre otros, los falsos igualitarismos.

El liberal-conservadurismo es, recuerda Fawcett, «una tradición». En How To Be A Conservative (2014), Roger Scruton nos brinda el más clarividente prontuario ideológico de esa tradición. Scruton define el conservadurismo como el liberalismo individualista opuesto al colectivismo, y precisa que «el Estado existe para proteger a la sociedad civil, no para moldearla de acuerdo a intereses». El abogado del diablo objetaría al Partido Popular que la cuestión no es tanto declarar giros al centro como definir y explicar los modos en que preservará las libertades individuales y defenderá la sociedad civil de la tiranía colectivista. Todo ello urge cuando las demagogias separatistas y socialcomunistas campan por sus fueros. El liberal-conservadurismo, nos recuerda Scruton, fomenta la libertad moral e intelectual, la igualdad de oportunidades y el esfuerzo, amén de definir leyes que nos hagan libres y no esclavos de satrapías igualitaristas.

En su biografía de Angela Merkel, Matthew Qvortrup atribuye el dilatado dominio político de los democristianos alemanes a haber sabido ondear ideales liberales como el feminismo, los derechos civiles de los homosexuales y la solidaridad social. El éxito de Merkel estriba en ratificar con hechos el progresismo social de los democristianos. Así, reafirmando una identidad ideológica clara y distintiva, la derecha europea es hoy, según la denomina Fawcett, «la fuerza líder de la actualidad».

Al centroderecha español se le presenta la oportunidad de enarbolar su identidad liberal y argumentarla con palabras diáfanas y con hechos contundentes. Puede, ahora más que nunca, reafirmarse alto y claro en esa tradición líder de la política de Occidente: la tradición inspirada en Hayek para proteger la verdad frente al dogma pseudocientífico, en Nozick para reconocer al individuo como fin y no como medio, en Scruton para poner el estado al servicio del individuo y no a la inversa. En definitiva, la oportunidad de reafirmar el humanismo cristiano cual principio y pilar de la verdadera libertad. Y, ante todo, al centroderecha es menester dar la batalla por nuestra identidad cultural y por nuestra historia.

J.A. Garrido Ardila es miembro numerario de la Royal Historical Society. Entre sus libros se cuenta Sus nombres son leyenda. Españoles que cambiaron la Historia (Espasa).

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